Está en Rosario pero de visita. Mario Alberto Kempes (Bell Ville, 1954) lleva más de una semana de recorrida por todos los medios del país para contar sobre su libro. Una entrevista acá, otra más allá, rápido hacia la otra punta de la ciudad para una tercera. Acto en el Gigante. Mil fotos. Mil dedicatorias. Sin embargo llega a su último día en Rosario con una sonrisa. Es lo que se nota cuando entra por la puerta de RosarioPlus.com. “Vengo de cruzar todo el centro caminando en 10 minutos, sigo en forma, ¡eh!”, dijo y acompañó la frase con una mueca de risa. El gesto iba hacia una joven asesora que lo acompaña por toda la ciudad. Desde el frío extremo de Connecticut al incipiente verano rosarino hay una distancia mucho más larga que los 8.500 km que separan a una ciudad de la otra. Sin embargo el Matador cruzó las calles en pleno mediodía y le sobró para hacer chistes y sonreír.

La generación Messi se encamina a uno de sus últimos mundiales y quiere salir campeón en Rusia, Mundial en el que se cumplirán 40 años del equipo de Menotti que tuvo en el Matador a su máxima figura. Y desde los festejos de ese Mundial decidió empezar a contar parte su carrera como jugador de fútbol en “El Matador. Mi autobiografía” (Planeta), su recientemente publicado libro.

El mismo empieza con una anécdota: en los festejos del Mundial 78 Kempes no pudo tocar la Copa. Tuvo que esperar a que la FIFA lo invitase en 1998 para volver a cruzarla y poder tocarla. “En la fila del palco quedé al final y la copa nunca llegó, después Passarella se perdió en una marea de gente y cuando llegué al vestuario la FIFA ya se la había llevado”.

¿No te dejaron tocar la Copa del Mundo que se ganó con goles tuyos?
Se nos fue de las manos. No fue que no me dejaron porque no quisieron. no hubo malicia. Recién en 1998, en el Mundial de Francia, pude tocarla.

¿Te enojaste en ese momento?
¡No! No sabía dónde estaba. Tarde unos días en darme cuenta lo que habíamos conseguido.

¿Que hiciste después del Mundial?
Me fui a pescar con mis amigos. Y seguía estresado. Al tercer día se dieron cuenta de cómo estaba yo. No podía dormir, o dormía poco. Me levantaba 4 horas antes. Ellos se levantaban y ya tenían todo el desayuno preparado, claro… era yo, que estaba dando vueltas desde la madrugada. Todavía estaba nervioso y excitado. Hasta mucho tiempo después no di cuenta de que éramos los campeones del mundo. Durante 15 o 20 días estuve en un nube. Termina un partido, y en el momento que termina sos campeón del mundo. La cabeza todavía no tiene la tranquilidad suficiente como para ver con claridad que estaba pasando.

¿Esa fue el mejor equipo en que jugaste alguna vez?
La selección de 1982 era mejor, pero no pudimos demostrarlo. Y si no ganas todo lo demás queda en un simple decir.

Después de eso llegó Bilardo a la selección y ya no volviste. Con Bilardo, desués de Menotti, empezó una discusión que todavía sigue hoy. Esta semana Carlos aceptó ir a tomar un café y César respondió que ‘hay poco para hablar y nada que solucionar’… Vos que sos de aquella época ¿Qué pasó?
Nadie lo sabe. Yo creo que son dinosaurios. Todavía seguimos con que el menottismo y el bilardismo. Son los dos que bordaron las estrellas que tenemos en el escudo. Hicieron lo mejor con los jugadores que tenían. Pero no es para pelearse. Mirá si nosotros nos llevásemos mal con los del 86, ¿para qué? Con Valdano me he cruzado y charlamos, tomamos café… ¿y estos dos? ¿Qué pelean? El otro día venía en el auto mirando el celular. Estaba mi mujer. De repente me cruce con una entrevista a Bilardo hablando de este tema. Y no más leí el título se me escapó una sonrisa. ‘¿De que te reís?’, me preguntó mi señora. 'Los dinosaurios no han muerto', le dije.

¿Con Menotti se vio al mejor Kempes?
Kempes hay o hubo uno solo. Tuve mejores y peores momentos pero siempre fui el mismo. El del 78 fue el más completo: jugué bien, metí goles y salimos campeones. En Central me fue bien, y por poco no llegué a salir campeón. Y River fue un gran equipo también, llegué lesionado, pero en ese equipo había muchos del 78 (NdeR: Filliol, Passarella, Gallego, Luque y Tarantini) más Ramón Díaz y Merlo. Jugábamos bárbaro. En Valencia arranque muy bien, quizás mi mejor época. Ahí fui goleador, ganamos la Copa Del Rey y la Recopa de Europa. Después me lesioné y finalmente tuve una mala salida.

¿Qué pasó?
Pagué por haber sido la estrella y no tener representante. Cuando las cosas salían bien yo era la estrella, cuando nos fue mal la culpa era de la estrella. Más o menos cómo lo que pasó con la selección estos últimos tiempos. Y la mala época coincidir con la renovación del contrato. Simplemente no me llamaron.

¿Cómo se explica que te hayan dejado así?
No tenía manager. Por ahí si hubiese tenido un buen representante hubiera conseguido mejores contratos o clubes, pero nunca nadie me lo propuso.

¿Y cómo terminó tu estadía en Valencia?
Me quedé seis meses en casa, entrenaba solo. Hasta que apareció el Hércules. Imagínate en la situación desesperante que estaba que ni pelee el precio, agarré lo que me ofrecieron. Mi problema era no jugar, no me importaba lo que venía después. Quería jugar.

Tu carrera se estiró más de lo tradicional, llegaste a jugar con 42 años ¿no podías largar el fútbol?
Es que a mi me encantaba jugar a la pelota, y además nunca tuve lesiones importantes. Siempre me entrené por las mías. Salvo la conmoción emocional de la final del Mundial 78, viví mi carrera deportiva sin mucho estrés.

Vos quizás no, pero Aldo Pedro Poy dijo estar bastante preocupado cuando llegaste porque dice que cuando convivieron vos comías las costeletas que eran de él.
¡Mentira! Ese era él. Pero tampoco tanto. Griguol nos pesaba todos los días. Cuando llegué a Central al único que conocía era a Aldo porque habíamos compartido la ‘selección fantasma’. Los dirigentes me mandaron a su casa para adaptarme más rápido. Tengo un gran recuerdo de él, pero lo de las costeletas es mentira.