La edad de maduración en el circuito profesional de tenis se ha extendido y jugadores que rondan los 30 siguen apostando a sus carreras porque saben que todavía les quedan varios años por delante. Las exigencias que demandan las competencias profesionales cada vez son mayores y estar a la altura de las circunstancias requiere de un riguroso plan de trabajo.

El uruguayo Pablo Cuevas pertenece a esa generación de tenistas que puede seguir  planificando su futuro adentro de las canchas. Después de haber superado una serie de importantes lesiones que le provocaron constantes interrupciones en su calendario, se contactó con Alberto “Luli” Mancini para que se pusiera al frente de su regreso, y desde hace unos meses están trabajando juntos.

“En realidad el vínculo con Luli se generó en el 2012 entre medio de dos operaciones de rodilla. Después de la primera intervención le propuse que fuese mi coach, pero a los tres meses tuve que volver a pasar por el quirófano y quedé sin poder  jugar por casi dos años”, contó Cuevas sobre los inicios de su relación con Mancini y agregó: “para mi regreso en Roland Garros 2013 le pedí que me acompañara, pero mi incursión seguía siendo intermitente porque no terminaba de recuperarme y volví a quedar otro tiempo afuera de la competencia. Luego en 2014 Luli fue contratado por la estadounidense Varvara Lepchenko y cuando coincidíamos en algunos torneos me entrenaba. Recién a fines del año pasado pude comenzar a trabajar nuevamente con él de manera personal y arrancamos con una estricta pretemporada”.

Entre logros y objetivos

Pese a todos los inconvenientes físicos y su constante volver a empezar, el uruguayo conquistó a su regreso al circuito mayor, con 28 años, su primer título de ATP en Bastad al que inmediatamente le siguió el de Umag para coronarse a principio de 2015 en Sao Paulo y alcanzar su mejor ranking dentro del escalafón internacional ubicándose en el puesto número 21.

En abril de 2013 había llegado a ocupar la posición 1099 y tras la rehabilitación, un exhaustivo trabajo y sobre todo mucho esfuerzo logró prácticamente meterse en el pelotón de los top 20. “A los 25, cuando estaba en el mejor momento de mi carrera, en el punto justo de maduración y había encontrado mi juego para meterme bien arriba me lesioné por primera vez. Me recuperé, empecé a ganar partidos importantes como a Andy Roddick y a Jo-Wilfried Tsonga y me encaminaba convencido de que podía llegar a estar mejor, pero me volví a lastimar”.

Fueron dos años muy duros y de constante inestabilidad, donde los fantasmas del retiro comenzaron a aparecer. “Lo positivo de estas operaciones fue que me agarraron subiendo y me quedé con esa sensación de que sabía que tenía más para dar, que si me curaba y volvía a estar bien físicamente podía mejorar mi nivel. Cuando regresé, recuperado, lo hice convencido de que iba a lograr mi objetivo de superarme”, recordó.

A principio de 2016, Cuevas se encontraba en el puesto 41º y se preparó duro para dar el salto de calidad en esta temporada.  “La idea para este año es que después de la muy buena pretemporada que hice con Mancini en Rosario pueda arrancar tranquilo y confiado apuntando a los torneos más importantes como los Masters 1000 y los Grand Slam porque creo que es ahí donde hay que hacer la diferencia para apuntar a meterme entre los 15 mejores”, subrayó.

Los resultados llegaron antes de lo esperado, y este fin de semana, en el ATP 500 de Río de Janeiro se quedó con el máximo galardón después de eliminar en la final al argentino Guido Pella por  6-4, 6-7(5) y 6-4, aunque en semifinales había logrado una de las victorias más importantes de su carrera tras vencer  al ex número uno del mundo, Rafael Nadal por  6-7(6), 7-6(3) y 6-4

Paternidad itinerante

El regreso al circuito y la paternidad marcaron la vida de Cuevas que sostiene el viejo dicho que los chicos vienen con el pan debajo del brazo. “Me enteré que iba a ser padre justo en la semana que me quedé con el título del challenger  de Barranquilla. A partir de ese momento comenzaron a llegar mis primeros partidos de ATP y los dos títulos en el circuito mayor para luego ya con Alfonsina en brazos ganar en San Pablo”, aseguró.

La incorporación de su hija a la rutina habitual del uruguayo no ha hecho más que beneficiar su carrera. “Las giras junto con mi mujer y mi hija se hacen mucho más llevaderas, porque cuando estás solo y perdés te dan ganas de volver. Ahora se me hace mucho más fácil. La pequeña duerme bárbaro a la noche y no tiene problemas a la hora de viajar. Lo que sí, por el momento no estoy pensando en tener un segundo hijo porque supongo que las cosas ya no serían tan sencillas como lo son en la actualidad", aceptó.

El dobles de cada día

En su primera etapa como profesional los grandes resultados llegaron de la mano del dobles, modalidad a la que Cuevas solo se dedicó como complemento de su carrera como singlista para generar un ingreso extra que le permitiera poder seguir viajando. Aunque sin esperarlo, junto al peruano Luis Horna, dio un batacazo cuando se quedó con el título de Roland Garros en 2008. “Era muy chico, tenía 22 años y no me lo esperaba, ni siquiera veía como una posibilidad ser doblista y si bien después vinieron cuatro títulos más, mi cabeza siempre estuvo puesta en el single. Aunque debo reconocer que cuando comencé con la seguidilla de lesiones pese que tal vez me podía dedicarme al dobles”.

Con sangre criolla

Si bien Cuevas tiene nacionalidad uruguaya nació en Concordia, Argentina. “Mi mamá es de Salto, pero estudiaba en la facultad de Concordia adonde conoció a mi papá, se casaron y durante 10 años viví en la Argentina pero íbamos y veníamos de un país a otro hasta que nos radicamos definitivamente en Uruguay. Si bien empecé a jugar al tenis acá, la nacionalidad de allá la tuve desde los 3 o 4 años”, apuntó.

Su vínculo con Mancini lo vuelve a traer a tierras criollas de donde tiene pensado relanzar su carrera  para ocupar un lugar de privilegio en el escalafón internacional.