El serbio Novak Djokovic se quedó con su séptimo título del Abierto de Australia y décimo quinto Grand Slam de su carrera después de derrotar a Rafael Nadal por 
6-2, 6-3 y 6-2.

Nole de 31 años y actual número uno del mundo recibió el trofeo de manos del legendario tenista Ivan Lendl y al tenerlo entre sus manos, respiró profundo y recordó que hasta hace poco tiempo estaba luchando por recuperarse de una importante lesión que lo había alejado del circuito con pronóstico incierto.

“Para mí es difícil de creer que haya ganado los últimos tres Grand Slam. Estoy tratando de rememorar como ha sido este último tiempo, porque a principio del año pasado me operaron debido a una lesión en el codo y ahora he conseguido todo esto. Aunque tengo que reconocer que siempre creí en mis posibilidades”, dijo Djokovic durante la premiación del Australian Open y agregó: “Quiero agradecer a mi familia por su amor incondicional y a mis padres por todo el sacrificio que hicieron para que yo pudiera cumplir mi sueño”.

En cada ocasión, el actual número uno del mundo destaca el valor del trofeo obtenido, así como el inconmensurable amor y apoyo de sus seres queridos haciendo referencia a que su niñez y formación como tenista no fue similar a la de otros jugadores.

La guerra de los Balcanes

La infancia de Djokovic transcurrió en medio de la guerra durante el conflicto de los Balcanes y ante la imposibilidad de jugar al tenis en una cancha real, lo hacía en una pileta vacía. Las prácticas terminaban cuando empezaban los bombardeos. 

“Nosotros crecimos durante la guerra, mi familia era gente sencilla a merced de los bombardeos, había muchas batallas y dificultades financieras, no fue fácil vivir normalmente, pero pudimos salir adelante. Mi padre era esquiador profesional y nunca nadie de mi familia había jugado al tenis, pero ellos siempre me apoyaron”.

El conflicto, que duró tres años, afectó a las seis ex repúblicas yugoslavas y obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a la tensión étnica, religiosa y fue considerada la más sangrienta desde la Segunda Guerra Mundial. “La guerra es destrucción, perder familias, amigos, seres queridos, después el país tarda mucho tiempo en recuperarse. Como consecuencia de algo tan negativo es que la gente se une para superar y recobrarse. El tenis me ayudó a refugiarme de lo peor del ser humano y en cierta manera me salvó la vida”.