Newell’s entró en un terreno poco feliz. Un contexto en el que todos dicen, con mayor o menor razón, lo que piensan abiertamente y sin filtros. Quizás haya sido el hartazgo de una parte o la sorpresa de la otra, y posiblemente todos los argumentos esgrimidos en estos días sean válidos. Pero en el medio del fuego cruzado está el club y sus hinchas, que velan porque la situación mejore de una buena vez y rezan porque todo esto no afecte el rendimiento deportivo.

La crisis económico-financiera en el Parque Independencia es indisimulable. Por más que Eduardo Bermúdez intente minimizarla cada vez que puede, aunque este viernes haya hecho una casi imperceptible autocrítica dentro de la ironía con la que decidió manejar la conferencia de prensa a la que convocó. No hay forma de explicar sino los constantes problemas que aparecen a la luz ya sea por parte de los empleados de la institución, los docentes del Cienob, los jugadores y el cuerpo técnico.

Que la herencia fue mucho peor de lo que se esperaba está claro, pero también es cierto que en este tiempo no aparecieron las soluciones esperadas. Los recursos generados han sido insuficientes, aunque en este receso se esperan concretar un par de ventas para acomodar un poco los números. Y probablemente hubo gastos que pudieron haberse evitado para no profundizar aún más la crisis. Lo que sí llama poderosamente la atención es cómo un club que entró en su momento en el famoso “salvataje judicial” y que está auditado por un juez y un órgano fiduciario, haya llegado a este punto. Alguien debería dar una explicación al respecto.

Los jugadores han puesto todo de sí para que lo económico no afecte el andar del equipo en el torneo. Y lo han logrado hasta ahora. De hecho, mientras Newell’s sigue tercero en el campeonato, la crisis financiera se agudiza. Pero los problemas que surgieron en el arranque de una pretemporada que no comenzó en la fecha prevista no fueron resueltos a lo largo del año. Por el contrario, según los futbolistas, la dirigencia sólo sumó promesas que no cumplió y generó aún mayor desconfianza entre las partes. Porque si bien es cierto que el descontento es por la falta de pago, los jugadores esgrimen estar mucho más dolidos por la deslealtad y el engaño.

A los dirigentes les molestó que Diego Osella pusiera el grito en el cielo luego de que se decidiera no entrenar el jueves porque rebotaron unos cheques. Y le pidieron al DT que sólo hable de fútbol, algo que Osella intentó hacer hasta ahora. Pero el entrenador también se cansó, percibe que las cosas no cambian y que, tarde o temprano, esto afectará. Quedan cuatro fechas por delante y el plantel tiene objetivos importantes. Es lógico que Osella se encienda de odio cuando debe planificar un partido trascendente sobre el caos. Porque en el análisis de una posible derrota, los problemas extrafutbolísticos generalmente quedan al margen y todo recae sobre el accionar del DT y sus jugadores dentro del campo de juego.

¿Cómo se soluciona el conflicto? Primero, con plata. Y para ello, los dirigentes deberán repensar las estrategias económicas. En menos de un mes habrá una asamblea en la que se presentará el próximo presupuesto y allí se verá a ciencia cierta cómo pretende esta CD hacerle frente a la crisis. Pero también deberán buscar la forma de recuperar la confianza que han perdido puertas adentro. Porque las consecuencias no serán nada buenas.