Apenas terminó el partido Loris Karius se declaró culpable. El joven arquero de Liverpool, cuestionado incluso antes de los errores cometidos en Kiev, se acercó a su hinchada y en un gesto de grandeza juntó las manos y pidió disculpas. Desde la tribuna bajaron algunos aplausos, incluso de los mismos que en la previa dudaban de sus cualidades para afrontar una final de Champions.

Este joven alemán no es ni el más famoso ni el más deslumbrante arquero europeo. Parte de una camada de guardametas nacidos en el país teutón, con Neuer y Ter Stegen a la cabeza, Karius saltó del Mainz al Liverpool por 7 millones de euros y en Ainfield comenzó a acelerar su formación. Este sábado, con nada más que 24 años se encontró ante un desafío de calibre y no pudo responder. 

Claro que Klopp lo banca y por eso fue el titular en toda la temporada. "Es mucho medjor de lo que vieron hasta ahora. Queremos desarrollar futbolistas, no convencer a la gente de que no son malos", había señalado el entrenador alemán en el pasado, cuando otra mala actuación de Karius también requirió de una defensa pública. 

Más allá de las condiciones que le nota Klopp, y que probablemente tenga, al rubio arquero la final de este sábado lo marcará para siempre. En ese puesto la cabeza es casi todo. Y en un partido en el que el Real Madrid destrozó los libros de historia al obtener la Champions por tercera vez consecutiva, el triste protagonista no es más que quien, con todas las evidencias sobre la mesa, optó por declararse culpable y rogar clemencia.