Un modesto seleccionado amateur, formado por varios jugadores del interior del país, representó a la Argentina en el Mundial de 1934, en el que el local Italia ganó el título en medio de la propaganda del gobierno fascista de Benito Mussolini.
En 1934 el fútbol argentino hacía tres años que había comenzado el camino del profesionalismo y la AFA decidió priorizar los intereses de clubes como Boca o River, que tenían figuras como Francisco Varallo y Bernabé Ferreyra, y a quienes prefirió dejar en el campeonato local.

Así las cosas, y en desmedro de los importantes logros conseguidos al ganar la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928 y el subcampeonato mundial de 1930, el fútbol argentino decidió enviar a Europa un equipo de características amateurs con jugadores de varias provincias.
Algunos de esos integrantes, en lo que fue denominado en su momento como el equipo "chacarero", fueron Ramón Astudillo (Colón de Santa Fe), Héctor Freschi (Sarmiento de Chaco), Alberto Galateo y Federico Wilde (Unión de Santa Fe), Constantino Urbieto Sosa (Godoy Cruz, Mendoza), José Nehim (Sportivo Desamparados, San Juan), Roberto Irañeta (Gimnasia de Mendoza).
El plantel de 18 futbolistas se completó con jugadores de modestos equipos como Sportivo Buenos Aires, Estudiantil Porteño, Defensores de Belgrano, Barracas Central, Sportivo Alsina, Almagro y Dock Sud.
La dirección técnica estuvo a cargo del italiano Filippo Pascucci, nacido en Génova, y que había sido entrenador de Estudiantil Porteño, Sportivo Barracas y River, y que fue propuesto para el puesto por el doctor Ernesto Malbec, presidente de Racing Club y dirigente de la AFA.

La decisión de enviar un equipo poco representativo fue criticada por la prensa local y periodistas como Chantecler, quien en la revista El Gráfico señaló: "No nos oponemos al envío de un team amateur porque se lo crea falto de chance".

"Admitimos y deseamos que ese equipo consiga clasificarse campeón. Nos oponemos porque entendemos que para ser juzgado por todos los públicos y en el certamen de máxima importancia, el cuadro que concurra debe constituir genuina representación del estado actual del fútbol, que mantiene, por suerte, su alto poderío", publicó en esos tiempos la revista deportiva.
Tras un largo viaje en barco se llegó a Italia. Por un curioso sistema clasificatorio, en la ronda de octavos de final (a la que la Argentina accedió debido a que Chile, su rival en la zona sudamericana, había desertado) se jugó a un solo partido.
Al seleccionado argentino le tocó jugar en la sede de Bolonia, ante Suecia, un equipo compacto con varios futbolistas que actuaban en el medio italiano.
El seleccionado argentino por dos veces consecutivas fue ganando el partido (1 a 0, con gol de Ernesto Belis (Defensores de Belgrano), y luego 2 a 1, con tanto de Galateo), pero el mayor oficio sueco, su profesionalismo y un par de desaciertos del buen arquero Freschi, fueron aprovechados por los nórdicos, que se impusieron por 3-2.

La amenaza del Duce

El Mundial de 1934 estuvo teñido por la propaganda fascista del régimen de Benito Mussolini, que le dio una cuestión de primer orden a la organización del torneo. 
Las crónicas históricas narraron que en los días previos al inicio del Mundial, el "Duce" se reunió con sus jugadores para advertirles que si no llegaban a conseguir el campeonato sus vidas corrían peligro.
Además, al entrenador Vittorio Pozzo (fallecido en 1968) le dijo: "Usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar".
El dictador italiano le imprimió al campeonato un fuerte tinte nacionalista, pero el equipo "azzurro" estuvo integrado por cuatro jugadores argentinos que habían pasado a equipos locales y que participaron como "oriundos": Luis Monti, Enrique Guaita, Attilio Demara y Raimundo Orsi. 

En la final, jugada en el estadio Nacional de Roma ante 45.000 espectadores, Italia le ganó por 2-1 a Checoslovaquia, con un tanto señalado por el argentino Guaita y el otro de Angelo Schiavo, En el entretiempo, con el marcador todavía en blanco, Mussolini haba bajado de las plateas para "conversar" y "animar" a sus jugadores.
El 11 de junio, un día después de la final, Mussolini concedió a los campeones del mundo la medalla de oro al valor atlético. Se las entregó el secretario general del Partido Nacional Fascista, Achile Satarace, en el romano Palazzo del Littorio, sede del PNF.