El quiebre, señalan desde la secretaría de Desarrollo Social, ocurrió en abril con la primera devaluación que hizo tambalear aún más a la endeble economía del país. A partir, de ese momento, la demanda en los barrios se incrementó de forma exponencial.

El escenario ya había mutado a mediados del 2016 con los primeros síntomas de ajuste. La situación se tornó más compleja en el segundo semestre del año pasado. Ahora, el panorama ya es sumamente delicado: una nueva población, vecinos sin trabajo ni changas, que se sumó a quienes ya venían solicitando asistencia social.   

Hay una parte de esta realidad que es imposible de cuantificar. Son los crudos relatos de quienes más están sufriendo la crisis. Todos los días, trabajadores municipales y militantes sociales se topan con nuevas necesidades, con hombres y mujeres que ruegan por una ayuda para poder satisfacer las necesidades más básicas.

“Estos relatos son diarios y son el primer parámetro con el que nos basamos para intentar palear lo que pasando en casi todos los territorios de la ciudad”, explica Laura Capilla, secretaria de Desarrollo Social.

Los otros parámetros sí son cuantificables. Estadísticas que permiten dimensionar la gravedad del fenómeno. Números que explican el cambio de postura del oficialismo sobre la declaración de la emergencia social, una iniciativa opositora que, hasta el momento, siempre había sido rechazada por el Palacio de los Leones.

“Negar la realidad te impide actuar. Hoy hay la realidad nos impone que actuemos con todas las herramientas que tengamos a disposición”, admite Capilla, preocupada por la profundización de un modelo que solo tiene miseria para los sectores más vulnerables.

En estos meses, cinco mil nuevas familias se incorporaron al padrón de la Tarjeta de Ciudadanía, una política social que en 2008 reemplazó a los tickets y a las cajas con alimentos. La ayuda de 273 por mes (no se actualiza desde julio de 2016) quedó triturada por la inflación, pero permite llevar algo de comida a muchos hogares.

La demanda en los efectores de Salud se incrementó en un 30%. Doce familias por semana se están sumando al sistema público. Hay cerca de 20 mil altas nuevas desde el 2017 a esta parte.

“Mucha de esta gente perdió el trabajo o dejó de pagar una prestación privada. Entonces ante cualquier consulta médica recurren a hospitales y efectores”, explica Capilla.  

Otra cifra que impacta está asociada a los cursos de capacitación laboral, una exitosa iniciativa que incluye oficios tradicionales, digitales, administrativos, energías renovables, mecánicos y manuales. La demanda por asistir a estos talles se incrementó un 300% en estos últimos meses del año. También aumentaron de forma exponencial los currículums remitidos a las áreas de empleo del municipio.  

El Programa Nueva Oportunidad, que convoca a jóvenes de entre 16 y 30 años que hayan dejado la escuela, no tengan empleo ni formación en oficios, está colapsado. Todos los meses se suman nuevos inscriptos. El año pasado había 4.700 participantes. Hoy el número asciende a 6.800.

“Vemos cada vez más mujeres jóvenes que quieren aprender algún oficio para llevar algo de plata a la casa. Muchas se quedaron sin changas. Lo que está pasando es que la clase media ajusta y repercute en las endebles fuentes laborales de los sectores más empobrecidos”, concluye Capilla.  

Los comedores son otro termómetro de la crisis. En todos hay lista de espera. Cada vez más padres acompañan a sus hijos para recibir una ración extra que pueda alimentar a toda la familia.

El comedor Piecitos Descalzos de Villa Gobernador Gálvez entrega todos los días 300 raciones de comida por orden de llegada. En los últimos meses, muchos vecinos hacen colas de dos o tres horas para asegurarse la vianda. La postal refleja las dificultades de todo un barrio para cubrir necesidades básicas que antes estaban satisfechas.  "Esto antes no pasada, la situación se puso muy fulera", explica María Laura Miranda, encargada del lugar.

Lo mismo ocurre con los comedores escolares. En los últimos dos años, la provincia creó 56 nuevos servicios de copa de leche en toda la provincia solo en escuelas secundarias, lo que se traduce en más de 4 mil raciones diarias.

“Los chicos que participaban de la copa de leche hoy también participan de los comedores. Es una realidad que está golpeando cada vez más. Hay sectores nuevos que se van sumando de la clase media-baja y que necesitan de ayuda”, admite el ministro de Desarrollo Social de Santa Fe, Jorge Álvarez.

La radiografía del empleo

El aumento de la demanda social va de la mano del resquebrajamiento laboral. Las conclusiones del último Concejo Económico y Social --compuesto por 36 instituciones del sector económico-productivo, de los trabajadores y de las organizaciones sociales-- fueron lapidarias respecto a las perspectivas laborales en el corto y mediano plazo.

Alejandro Taborda, vicepresidente de Fisfe, admitió que cada vez “hay más empresas con problemas, con pedidos de Repro y con pedidos de procesos preventivos de crisis”. La ministra de Producción Alicia Ciciliani confirmó que hay 15 mil trabajadores dentro de estos expedientes. "No tocamos piso. Los efectos de la recesión se están empezando a sentir en la economía real, todos los indicadores muestran un panorama muy complejo", reconoció

En el Gran Rosario, entre noviembre de 2015 y el mismo mes de 2017, se perdieron 78.523 puestos de trabajo, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) relevados a través de la Encuesta Permanente de Hogares. La cifra, según estimaciones preliminares, puede duplicarse al cerrarse este año.

Semanas atrás, el Centro de Estudios del Mercado de Trabajo de Rosario del Sindicato de Trabajadores Judiciales en conjunto con el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO) presentó un informe con los resultados de un realizado en distintos hogares de Rosario.

En 469 encuestas se recabaron información sobre cantidad de desempleados y las particularidades del mercado laboral rosarino.

La informalidad laboral de los encuestados, medida en términos de aportes y descuentos jubilatorios, superó el 40% de los casos, por encima del porcentaje del 2017. La disminución de la actividad económica generó un significativo aumento de precariedad en las relaciones laborales.

Dentro de la población desocupada, más de la mitad dejó de trabajar hace 3 meses o menos. Si se suma a los que recién ingresan al mercado laboral, el desempleo explicado por un plazo temporal relativamente corto supera el 75,39%.

Los mayores niveles de desempleo se dan en los sectores con menores niveles de educación. La tasa de desempleo de las personas activas que cuanto mucho completaron el secundario es más de 100% superior a la de los rosarinos con formación universitaria o terciaria. Esto señala una intensificación de las brechas con respecto al 1° trimestre de 2018 en donde tal diferencia era solo de 70%.

El 63% de los rosarinos encuestados describió la situación laboral general como negativa. Solo un 8% se mostró optimista sobre su futuro en el mercado del trabajo.