Si bien la búsqueda  del ARA San Juan continúa, la confirmación por parte de la Armada de una explosión dentro del submarino a las pocas horas de la última vez que se comunicó con tierra el pasado 15 de noviembre hace crecer las sospechas de un trágico final para los 44 tripulantes de la nave que se dirigía a Mar del Plata.

No son pocas las páginas tristes en la historia de las naves sumergibles. El hundimiento del submarino nuclear ruso Kursk en el mar de Barents, el 12 de agosto de 2000, que costó la vida a 118 tripulantes, es la más conocida pero no la única tragedia de submarinos registrada después de la Segunda Guerra Mundial. 

La nave, con dos reactores pero sin armas nucleares, tenía 155 metros de largo, era de la clase Oscar II, los mayores submarinos de ataque o cazadores de la historia naval, y fue izado mediante 26 potentes grúas en una operación que se extendió desde octubre de 2001 a junio de 2002.

Nunca fueron definitivamente aclaradas las causas del desastre, sobre el que se tejieron hipótesis que van desde la colisión con un submarino de otra bandera hasta un desperfecto en un torpedo.

También en la era postsoviética, el 30 de agosto de 2003 se hundió el submarino K-159, con 10 miembros de la tripulación -de los cuales uno pudo salvarse-, otra vez en las gélidas aguas del mar de Barents, en el océano Ártico. En este caso, el accidente fue atribuido a un desperfecto en el sistema de flotación causado por una tormenta.

En cuando a la Marina estadounidese, el accidente que se cobró más vidas fue el hundimiento del submarino USS Thresher, que en 1963 causó la muerte de sus 129 tripulantes. Se hundió en el océano Atlántico a 2.560 metros de profundidad por fallas nunca aclaradas por completo.

En abril de 1970, el submarino soviético K8 se hundió con 52 tripulantes en el Golfo de Vizcaya, en el Atlántico norte, como consecuencia de incendios. 

A su vez, el submarino nuclear USS Scorpion de Estados Unidos se hundió en 1968 con 99 tripulantes a unas 700 millas de las islas Azores en el Atlántico, a más de 3.400 metros de profundidad, sin que se hayan divulgado las causas de la tragedia.