Cinco años y nueve meses pasaron de la explosión de la torre del medio de calle Salta 2141 por una fuga de gas donde murieron veintidós personas, hubo más de 60 heridos de diversa consideración, y fueron damnificadas unas doscientas familias del edificio y de la cuadra. Este miércoles a las 8.30 comenzó el juicio.

Junto con los fiscales María Eugenia Iribarren, Valeria Piazza Iglesias, Miguel Moreno, y el equipo de litigación del Ministerio Publico de la Acusación, Graciela Argüelles sentó en el banquillo a dos gerentes y dos reclamistas de Litoral Gas, dos gasistas particulares y tres miembros de la administración del edificio, nueve de los once imputados originalmente, aunque los dos restantes continúan procesados.

El caso lo lleva desde aquel 6 de agosto la propia Argüelles en el anterior Sistema Penal, luego pasó al nuevo Sistema Oral y Público en 2018 y la fiscal continuó a cargo, y hace dos meses se sumaron los tres fiscales restantes mencionados. Pero aquel martes terrorífico que enlutó a la ciudad Graciela se encontraba en su despacho cumpliendo su turno, en suplencia de otra fiscal que se dedicó a la causa Los Monos.

Rosarioplus.com tuvo la oportunidad de conocer de boca de la fiscal la experiencia de aquel día, en la causa más complicada que Argüelles ha tenido en sus manos en términos de dimensión de víctimas y de intereses mencionados, y que hasta el 12 de junio o más adelante deberá probar la cadena de negligencias previas que llevó al estallido considerado la peor de las tragedias ocurridas en la historia de Rosario.

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En los Tribunales Provinciales de Rosario del edificio de mármol de Pellegrini y Moreno, en la planta baja y hacia el centro, se encontraba la entonces fiscal provincial de Primera Instancia de Distrito Nº 11, doctora Graciela Argüelles (hoy fiscal de Delitos Sexuales). Una mujer de lentes rectangulares de carey, y ropa sobria de tonos marrones, con una presencia templada y voz maternal.

Su despacho tenía una antesala con dos computadoras, donde estaban la prosecretaria Eugenia Carbone y el asistente Daniel Koffman. En el centro de la oficina estaba ella en su escritorio con una foto amarilla de sus dos hijos cuando eran pequeños, un calendario del Tribunal de Justicia, y tres pilas de expedientes.

“Cuando me encargaron la causa estaba sentada en éste escritorio, atenta, haciendo el turno en suplencia. No me correspondía, pero la otra fiscal estaba con la causa de la banda Los Monos (sobre la banda narco ya juzgada), y la explosión de calle Salta me tocó aleatoriamente”, recordó.

A las 9.38 de ese martes negro, Argüelles trabajaba en el despacho junto a Clarita, la nueva pasante, que estaba sentada en el escritorio contiguo. Escucharon un estruendo, se miraron y pensaron que era un petardo por alguna manifestación frente a los juzgados, algo que suele ser habitual. Eran casi las diez y el celular de la fiscal recibió dos llamados insistentes. Era su hijo Hernán Funes, que es periodista de Televisión Litoral, y se enteró por Twitter de la aún confusa explosión.

- Hola má ¿Escuchaste la explosión?

- No, no sé de qué me hablás, hijo – respondió Argüelles, sin relacionarlo con la supuesta bomba de estruend. Al rato Hernán se fue enterando de las dimensiones de la tragedia gracias a sus colegas de radio, televisión y web que informaban de un edificio en llamas. Decían que había explotado una caldera. Volvió a llamar a su madre.

- ¿Cómo no sabes nada todavía? Mirá todo lo que pasa acá.

- No sé nada hijo. Me voy para allá.

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Antes que comience a averiguar, la llamó el comisario de la Seccional 3º para pedirle que se acercara con urgencia a Salta y Oroño. “La llamada se cortaba, pero llegué a entender que hubo una explosión, y en seguida pedí el auto de la Fiscalía y me fui a hacer una inspección ocular con la doctora Carbone y el chofer”, recordó Argüelles.

Camino a la zona cero, a la fiscal le llamaba la atención lo rápido que manejaba el chofer, y cómo pasaba uno a uno todos los semáforos en rojo. Llegaron a calle Catamarca, donde dejaron el auto y caminaron hasta el Boulevard. Allí los detuvieron unos rescatistas por peligro de derrumbe y de incendio. La escena era devastadora: “Veía los dos edificios sin aberturas, quemados y oscuros. Una foto realmente de una guerra. Algo que nunca había visto en mi ciudad”.

En el estacionamiento del supermercado La Gallega en Boulevard Oroño y Salta, junto a su chofer y a prudente distancia, la fiscal observaba con mirada aterrada los dos edificios semi-derrumbados y el vacío entre medio de ambos. Desde la altura de la terraza del supermercado, su prosecretaria María Eugenia Carbone también observaba, y desde su ángulo más cercano veía la base de los edificios: un hueco lleno de escombros y objetos personales donde antes había casas de pasillo.

Carbone volvió la mirada hacia la pequeña figura de Argüelles, y desde arriba le describió el panorama en voz alta: “Esto es Kosovo”. Eran apenas las diez de la mañana del martes 6 de agosto de 2013. Los vecinos de la cuadra salían desorbitados de sus hogares y comercios, los bomberos recién llegaban, y aún faltaban varias horas para que se diera a conocer desde Defensa Civil que el edificio que había explotado por una pérdida de gas era originalmente de tres cuerpos. Que la torre del medio se había desintegrado por completo.

Entre improvisados rescatistas y vecinos atónitos se encontraba el periodista de La Capital, Claudio González, buscando información, y al ver a la fiscal se acercó para saber si tenía alguna novedad.

-Hola Claudio, me dicen que explotó la caldera –dijo la fiscal.

-No doctora, no fue la caldera –respondió González-. Estuve hablando con bomberos, con gente de Defensa Civil y con vecinos que habían salido diez minutos antes, y no hay caldera, fue una válvula de gas del edificio.

Luego la fiscal buscó al comisario de la Seccional 3°, y éste apareció entre los escombros, lleno de hollín en su uniforme.

-¿Hay algún fallecido? –preguntó Arguelles.

-Aún no sabemos, la tendré informada —dijo el hombre.

A continuación los rescatistas pidieron despejar el Boulevard, porque iban a llegar las autobombas. La prosecretaria, la fiscal y el chofer se dirigieron hacia el estacionamiento del supermercado contiguo, desde donde veían “un fuego dantesco”. La doctora Carbone subió a la terraza por la escalera externa, y el panorama fue el de la posguerra en una ciudad que nunca había vivido una guerra. Argüelles y Carbone volvieron a la Fiscalía porque no tenían una tarea específica en el lugar.

Un par de horas después, la fiscal ordenó allanar las oficinas de Litoral Gas. El expediente fue presentado al juez Juan Carlos Curto el jueves 8 de agosto, dos días después de la tragedia, pidiendo pruebas para abrir una investigación a la empresa. En el expediente pidieron información sobre los gerentes de la compañía. El viernes, tres de los gerentes declararon durante cinco horas.

“Estamos reconstruyendo la cadena de acciones que llevaron a contratar al gasista Carlos García (principal imputado), y su accionar que desencadenó el estallido en el edificio. El caso es muy complejo, son muchos imputados, diferentes acciones, y yo tengo que ver todos los matices”, explicaba Argüelles.

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A Graciela no le gusta aparecer en los medios, pero con esta causa atendió a todos con palabras medidas. Aquel martes, poco después de regresar al despacho, salió al aire en alguna radio local contando la poca información que tenía.

Ese día le sonaban en simultáneo su celular personal y el de turno durante todo el día, y de igual manera los días subsiguientes. El ministro de la Corte Suprema de Santa Fe, Daniel Erbetta, observó sorprendido la insistencia de los aparatos de Argüelles, y le ofreció ingresar a su despacho para atenderlos tranquila.

Desde entonces, Argüelles trabajó dedicada en la causa de la explosión, aún después de haber pasado en el nuevo sistema a la Fiscalía de Delitos Sexuales donde tiene a su cargo cientos de otras causas.

Los jueces fueron varios en esta causa que “quema”, mientras Graciela Argüelles continuó siendo la investigadora de las negligencias, ahora junto a Iribarren, Piazza Iglesias y Moreno. “Los vecinos de calle Salta se enojaban desde el dolor, pero el cambio de jueces es algo usual en los procesos penales”, aseguró la fiscal.

Es que junto a la fiscal, desde el minuto uno tras la explosión, fue designado el juez Juan Carlos Curto. Trabajó las primeras dos semanas en medidas importantes, como cautelar toda la prueba y tomar rápido testimoniales y declaraciones, pero luego declaró su incompetencia en el tema.

Lo reemplazó el juez Javier Beltramone, quien continuó avanzando durante un mes y medio. Pero luego los representantes legales de Litoral Gas y de la administración del edificio lo recusaron por supuesta imprudencia en hacer declaraciones públicas, y la Sala IV de la Cámara Penal de Rosario les hizo lugar. Y así fue hasta que se designó al tribunal que decidirá la justicia: los doctores Marcela Canavesio, Rodolfo Zvala y Carlos Leiva.

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Durante la semana posterior a la explosión, cuando la fiscal llegaba a su casa, su familia le consultaba las novedades.

-¿Se sabe si hay víctimas?

- Ya son como cinco o seis.

Pero en los medios sólo se nombraba a dos porque antes de declarar oficialmente sobre cada fallecido, se esperaba el previo reconocimiento de sus allegados. A la familia Funes Argüelles (como a muchas familias rosarinas) la explosión le tocaba de cerca porque conocían a una joven odontóloga llamada Luisina Contribunale, que vivía en el edificio de la explosión. La hija de la fiscal era amiga de su hermana, y ambas familias se conocían del club rosarino Plaza Jewell.

La joven Contribunale fue parte de una hipótesis de la fiscal, a partir de las primeras declaraciones del portero del edificio, Pedro Flores. Él estaba ese martes temprano a la mañana junto al gasista García, cerrando una por una las llaves de paso del gas de cada departamento para cambiar el regulador, porque el gasista no tenía permiso para cerrar la llave del servicio general del edificio (que se encuentra en la entrada y es jurisdicción de Litoral Gas).

Cuando fueron al departamento de Contribunale, observaron que por más que la llave de paso estaba cerrada, extrañamente la llama seguía prendida. El gasista le pidió al portero y a Luisina que siguieran vigilando la llama, para ver por qué seguía prendido el calefón, mientras él bajaba a mirar la válvula. Cuando el gasista bajó, el portero empezó a escuchar un zumbido y un olor a gas insoportable, y bajó corriendo por las escaleras.

“El gasista comenzó a mover el regulador para cambiarlo, ahí se le cae toda la estantería, y comienza la fuga del gas hacia la calle con una presión terrible”, relata la funcionaria. Contribunale fue a buscar a su vecino de al lado, Santiago Laguía, luego llamó a su marido y le contó de la fuga de gas, y luego ambos –Laguía y Contribunale- tomaron el ascensor. Fueron los últimos vecinos en ser encontrados sin vida.

Todos los rosarinos conocían a alguien o escucharon historias de los vecinos de calle Salta. Es una causa única en la ciudad por la proximidad, por su dimensión funesta, y por sus múltiples implicancias. Entre mayo y junio la ciudad mirará atenta lo que suceda en el Centro de Justicia Penal de Rosario.

La sala 7 del Centro de Justicia Penal donde se realizan las audiencias del juicio.
La sala 7 del Centro de Justicia Penal donde se realizan las audiencias del juicio.