¿Donald Trump pensó seriamente en atacar a Irán? De acuerdo a la información que hizo
trascender el diario New York Times, pensó en hacerlo con misiles y también
cibernéticamente, con las instalaciones nucleares de la ciudad de Natanz como objetivo.
Allí, los inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA)
reportaron reservas de uranio enriquecido -que puede ser utilizado tanto para fines civiles
como militares- por 2449 kilos, cifra que excede significativamente el límite máximo de
300 kilos establecido en el pacto nuclear suscripto en 2015. En ese entonces, Irán y los
cinco países con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
-los Estados Unidos, Rusia, China, el Reino Unido y Francia- a los que se sumó Alemania,
rubricaron un documento para limitar el programa nuclear iraní. El régimen teocrático se
comprometió a desarrollar energía nuclear solamente con fines pacíficos y, a cambio, las
sanciones más duras que la comunidad internacional le había impuesto, serían retiradas.
El problema fue que, en uno de tantos otros actos de ruptura con el gobierno de Barack
Obama, su sucesor decidió apartar a los Estados Unidos del acuerdo primero y retomar
las sanciones económicas contra Irán después. Lo paradójico de todo esto es que Trump
amenazó con atacar a Irán por incumplir con un acuerdo al que los Estados Unidos
renunciaron primero.

Intriga en la Casa Blanca

Persistente en su actitud de negación del triunfo de Joe Biden en las elecciones del 3 de
noviembre pasado, Trump mantuvo una reunión en el despacho oval en la cual
participaron el vicepresidente, Mike Pence; el secretario de Estado, Mike Pompeo; el
nuevo secretario de Defensa, Christopher Miller, y el jefe del Estado Mayor, el general
Mark Milley.

Entre todos disuadieron al mandatario de lanzar un ataque militar contra las instalaciones
iraníes al considerar lógicamente que esa agresión podría escalar fácilmente a un
conflicto más amplio en un momento de incertidumbre política en los Estados Unidos. Al
concluir la reunión, el ataque quedó descartado. Al menos por el momento.

Es cierto que Irán comenzó a producir uranio de mayor pureza el año pasado en violación
al acuerdo nuclear de 2015. Pero se trata de una respuesta a la salida de los Estados
Unidos del pacto en 2018 y, especialmente, se trata de un modo de presionar a los
suscriptores europeos del acuerdo con la intención de forzar un levantamiento de las
sanciones económicas impuestas por la administración Trump y que tanto daño causan a
la economía del país. En los hechos, el gobierno iraní no manifiesta ninguna intensión de
retirarse del pacto nuclear.

Problemas en el Pentágono

El posible ataque a Irán podría estar vinculado a la estrategia de Donald Trump de
oponerse a dejar el poder. Hace pocos días, Chris Krebs fue despedido como director de
la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad al mejor estilo Trump: a
través de Twitter. Horas antes de su despido, Krebs utilizó esa misma red social para
descartar las teorías sobre un supuesto fraude en las elecciones presidenciales,
argumentando que esas afirmaciones no cuentan con fundamento o son técnicamente
incoherentes.

Krebs es el último pero no el único funcionario en ser echado por el presidente después
de las elecciones. La semana pasada, Trump utilizó también Twitter para despedir al
secretario de Defensa Mark Esper, cuyo cese trajo consigo varias dimisiones presentadas
por altos funcionarios del Pentágono. Algunos medios estadounidenses, citando a
funcionarios del gobierno adelantaron que tras la destitución de Esper, el presidente
habría puesto la mira en los máximos responsables del FBI y de la CIA, Christopher Wray
y Gina Haspel, respectivamente.

Cabe interpretar entonces que la amenaza de un eventual ataque contra Irán podría
tratarse de un intento del presidente por abroquelar al Pentágono en torno a su figura y
evitar de ese modo que se siga deshilachando su estrategia de sembrar dudas respecto
del funcionamiento del sistema electoral -y hasta del sistema político- para poder así
conservar la presidencia.

También podría haber otras motivaciones detrás de la actitud amenazante de Donald
Trump hacia Irán. Una de ellas sería hacer un guiño al complejo industrial-militar, una
promesa de futuras guerras y negocios en el caso de que se le permitiera permanecer en
el poder. Otra posibilidad sería entender estas acciones como un acto de cumplimiento
con los aliados israelíes, siempre preocupados por un eventual acceso iraní a las armas
nucleares. Un ataque preventivo podría postergar esa posibilidad, pero al mismo tiempo
podría funcionar como un remedio peor que la enfermedad al conducir a Oriente Medio a
una conflagración de proporciones apocalípticas.

La sensación que subyace es que Donald Trump intenta recalentar y desgastar un
sistema político que no resulta funcional a sus propios intereses y, si bien su política
exterior se caracterizó por los exabruptos, la miprevisibilidad y el incremento de las
tensiones, es cierto también que a excepción de algunos bombardeos en Siria, su
gobierno no fue -al menos hasta ahora- particularmente beligerante.

Habrá que esperar hasta mediados de diciembre la declaración definitiva de Joe Biden
como vencedor en las elecciones presidenciales y luego cruzar los dedos para que el
proceso de transición que culminará el 20 de marzo no se vea empañado con ninguna
acción o amenaza militar.