El Cáucaso es una región situada entre Europa del Este y Asia occidental, entre el mar
Negro y el mar Caspio, que incluye a la cordillera de la cual adopta el nombre y las tierras
bajas circundantes. Con una rica y variada historia, es una región estratégica en cuanto a
sus recursos energéticos por la que han pasado múltiples pueblos y civilizaciones, lo cual
condujo a su actual y compleja composición étnica, religiosa, lingüística y cultural.

Durante la mayor parte del siglo XX el Cáucaso estuvo políticamente agrupado en tan
sólo tres Estados: Turquía, el Imperio Ruso (sucedido por la Unión Soviética) y Persia
(actualmente Irán). Sin embargo, desde 1991, con la disolución de la Unión Soviética,
tuvo lugar un proceso de independencia de antiguas naciones que dio lugar a la aparición
de nuevos países, situación que alteró profundamente el mapa político de la región y dio
lugar a enfrentamientos entre muchos de los grupos étnicos de la región. Entre esos
países se encuentran Armenia y Azerbaiyán.

Viejas disputas

Los recientes combates entre armenios y azeríes sacaron nuevamente a la luz una
disputa étnica y religiosa surgida hace décadas. La región de Nagorno Karabaj es un
enclave de mayoría étnica armenia y de mayoría religiosa cristiana ortodoxa situado
administrativamente por la Unión Soviética en la década de 1920 en el territorio de
Azerbaiyán, un país de confesión musulmana chiita y de mayoría étnica turca.

Nagorno Karabaj se encuentra en centro de un importante conflicto geopolítico,
estratégico, étnico, histórico y religioso entre Armenia y Azerbaiyán, que permaneció
latente durante décadas con picos de violencia como la guerra que tuvo lugar entre 1988
y 1994, mediante la cual Armenia tomó ventaja gracias al apoyo ruso y logró aislar
militarmente a Nagorno Karabaj de Azerbaiyán. Desde entonces, la mayoría étnica
armenia y cristiana ortodoxa de la región ha intentado obtener la independencia formal de
Azerbaiyán y proclamarse como República de Artsaj, aunque no obtuvo el reconocimiento
de la comunidad internacional. Ese enfrentamiento es clave para entender lo que ahora
ocurre puesto que dejó 30 mil muertos -25 mil del lado azerí- y un recelo que persiste.
Desde el 27 de septiembre último la región volvió al centro de la atención global. Los
combates de los separatistas de Nagorno Karabaj y las tropas armenias contra las azeríes
se intensificaron hasta el punto que diversos actores internacionales solicitaron el cese de
las hostilidades y otros, como Turquía, aparecen alineados con la posición de Azerbaiyán.

Un odio que no amaina

Aunque en 2016 se registraron enfrentamientos armados, en lo que se conoció como La
Guerra de los Cuatro Días, la actual escalada parece ser aún más seria. Los nuevos
enfrentamientos responderían a intereses de la política interior de los dos países
enfrentados.

Tanto el presidente azerí, Ilham Aliyev, como el armenio, Armén Sarkissian, enfrentan
crisis económicas con la consecuencia de una caída de la popularidad. Ambos países son
de por sí autoritarios y con una arraigada concepción nacionalista. A eso debe agregarse
que, en los últimos años, ambos Estados se han rearmado, principalmente provistos por
Rusia. En este contexto, cabe pensar que los dos mandatarios intentan unificar tras de sí
a sus respectivos países con un discurso de exaltación nacionalista focalizado en el odio y el temor al oponente, pero que tiene por objetivo real eliminar cualquier signo de oposición
ante la crisis económica.

El problema más grave, es que arrastran al conflicto a otras potencias con un poder
significativo, que redimensiona la crisis y le otorga proporciones globales.

La estrategia del gobierno de Azerbaiyán se apoya en el respaldo militar de Turquía. Al
igual que sus pares azerí y armenio, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan lleva
meses interviniendo en conflictos extranjeros para alentar el nacionalismo local y acallar
las críticas internas. El tema de Nagorno Karabaj le viene como anillo al dedo, puesto que
tiene la excusa de que apoya a un país étnica y religiosamente afín, contra un antiguo
enemigo como Armenia. Recuérdese que el Estado Turco sometió al pueblo armenio a un
genocidio a comienzos del siglo XX que jamás reconoció y sobre el cual nunca enfrentó
consecuencias.

Además, el gobierno azerí sabe que Armenia perdió el favor de Rusia como aliado
incondicional desde la llegada al poder de Sarkissian en 2018. También sabe que el
gobierno de los Estados Unidos no va a involucrarse en un conflicto a un mes de las
elecciones presidenciales. El gobierno armenio enfrenta esta crisis en soledad y es difícil
pensar en una intervención rusa, especialmente cuando hay una alineación de intereses
entre Vladimir Putin y Erdogan.

Por el momento, las fuerzas azeríes están atacando el cordón militar armenio en torno a
Nagorno Karabaj, zonas que les pertenecen pero que están ocupadas por fuerzas
armenias, motivo por el cual es difícil pensar en una ayuda internacional en favor de
Armenia.

Pero una agudización del conflicto no sería gratuita para Azerbaiyán. Si sus fuerzas
armadas transgredieran ciertos límites y decidieran bombardear la capital de Nagorno
Karabaj o ciudades armenias, es probable que Rusia se viera en la obligación de
intervenir porque, pese a las desavenencias entre sus gobiernos, Armenia es un lugar
estratégico para los intereses rusos. En ese hipotético caso, existe el riesgo de que
conflicto escale con la intervención de Turquía de un lado y Rusia del otro, ambas
potencias nucleares.

El riesgo está en que Turquía y Rusia, formalmente socios, se involucren en otro conflicto
indirecto como el que mantienen en Siria, donde cada uno se mantiene firme en la
defensa de sus respectivos aliados, aunque pidan la paz en público.

En las próximas semanas podrá saberse si estos enfrentamientos, que ya dejaron más de
un centenar de muertos, finalizarán abruptamente como ha sucedido en el pasado o si
desembocan en un conflicto a gran escala con varios actores de peso involucrados.
Aquello que con seguridad permanecerá es rencor entre Armenia y Azerbaiyán, que
aporta inestabilidad en una región siempre peligrosa y eje de intereses cruzados, fuente
de recursos energéticos y por donde pasan numerosos oleoductos y gasoductos que
proveen de energía a buena parte del mundo.