Académicos de distintas universidades confirman que los árboles se comunican a través de una red subterránea de hongos para cooperar y compartir recursos entre ellos. La investigación se inició en el año 2015 y confirma que los árboles no solo compiten por la supervivencia, sino que también se ayudan.

"Un bosque tiene una capacidad increíble para comunicarse y comportarse como un organismo único, un ecosistema", aseguró Suzanne Simard, ecologista de la Universidad de Columbia Británica. Para llegar a esta conclusión, Simard estudió cómo, durante el verano, los abetos sombreados reciben carbono de abedules al sol, mientras que en otoño sucede lo contrario: los abedules reciben carbono de los abetos cuando empiezan a perder sus hojas. Este intercambio tiene lugar a través de una "red de micorrizas" subterránea, una asociación simbiótica entre un hongo y las raíces de su planta huésped.

Los hongos y los árboles se encuentran en una relación mutuamente beneficiosa: los hongos no pueden hacer la fotosíntesis, ya que no tienen acceso a la luz ni a la clorofila. Entonces obtienen un tipo de azúcar producido en la fotosíntesis de los árboles.

A cambio del azúcar y el carbono, los hongos liberan nutrientes como el fósforo y el nitrógeno, así como el agua, a los árboles. Además, los hongos conectarán un árbol a otro a través de su red, lo que les permite defenderse más efectivamente.

Pero lo más interesante llegó al descubrir que los árboles que son atacados por insectos, por ejemplo, liberan señales químicas en los hongos que son recogidas por los árboles vecinos que aumentan su propia resistencia a la amenaza.

El descubrimiento podría ayudar a desarrollar insecticidas menos dañinos para el ambiente, al modo de vacunas para los cultivos que los hagan más fuertes a ciertos ataques.