La línea 110 es la única que conecta al barrio Toba con el resto de la ciudad. Desde el centro hacia el barrio, los coches van por Rouillón hasta donde termina la avenida, y doblan hacia la derecha por Aborígenes Argentinos. Unos metros más allá, está el playón en el que guardan los colectivos y también está la avenida Circunvalación. Es uno de los márgenes de Rosario, en todo sentido. Aquí se está lejos de la peatonal Córdoba, los cines, o los shopping. También los estadios de Newells o Central quedan a muchas cuadras. No hay centro comercial y los pocos negocios que hay son kioscos o despensas, que funcionan de modo informal en las casas de los vecinos. Y acá, en el 4.400 de Rouillón, funciona la escuela “Carlos Fuentealba”. La misma que esta semana fue noticia porque su comunidad decidió realizar un abrazo simbólico a la institución, pidiendo a las autoridades la creación de aulas y cargos docentes. Aunque aquí, lo que falta es mucho más que un salón para dar clases.

El abrazo de la comunidad educativa a la escuela.
El abrazo de la comunidad educativa a la escuela.

Frente a la escuela, funciona cada fin de semana una feria, improvisada con tablones viejos y caballetes. “Estar en el puesto nos sale 100 pesos por día. A veces vendemos un poco y los recuperamos, otros días no se vende nada y perdemos la plata ”, dice uno de los puesteros. Acá se vende ropa usada, fundas de celular, detergente suelto, esponjas, repasadores, desodorantes. También hay termos, que son de varios colores pero siempre Lumilagro, nada de andar pidiendo un Stanley.

“No se está vendiendo nada, pero la gente igual pasa. Antes la feria estaba solamente los fines de semana, pero ahora también los miércoles. Yo vendo ropa usada y a veces alguna planta. Mis hijos son albañiles y tienen muy poco trabajo. Y si ellos por ahí no llegan, mamá ayuda”, cuenta Manuela, en otro de los puestos.

Manuela, que vende ropa usada en la feria frente a la escuela.
Manuela, que vende ropa usada en la feria frente a la escuela.

A su lado, Mabel está cocinando unas tortas fritas con su marido y preparándose para arrancar con las otras opciones que promueve el menú en el pizarrón: milanesas y salchipapa. Esta es la salida a comer afuera, para los que pueden hacer un manguito extra en el barrio. También hay un puesto que tiene colgadas dos bogas, en la otra esquina. Y enfrente, al lado de la escuela, hay una iglesia evangelista.

Al volver a cruzar para el abrazo en la Fuentealba, imposible no detener la mirada en un viejo volquete verde, que vaya uno a saber desde cuándo está ahí, sobre la tierra, encima de una vereda inexistente. A su lado, montones de basura acumulada. Por Aborígenes Argentinos, en la esquina, hay algo de olor por el agua servida que probablemente venga de los baños de la escuela.

El entorno de la escuela.
El entorno de la escuela.

La que habla ahora es Mariana Esquivel, docente de 3er año: “Hoy estamos reclamando porque nos faltan aulas y entonces desde que volvieron las clases, las estamos improvisando en el patio. Tenemos cursos de 56 chicos, así que con el diseño de burbujas por la pandemia, la presencialidad a los alumnos les toca una vez cada dos meses. O sea que también faltan cargos, no sólo paredes”.

Ingresando a la escuela, en el patio, se puede verificar lo que contó la docente. La falta de lugar para todos los cursos en burbuja, obligó a trabajar en el patio en el que se cruzó un alambre de una punta a la otra, con sábanas blancas colgadas que hacen las veces de pared para separar un curso del otro. “Es la única manera de dar clases presenciales, pero queremos defenderlas, porque en este barrio decirles que se vayan a su casa y que hagamos educación virtual, es perder el contacto. En sus casas los chicos no tienen tecnología para la conectividad, el año pasado fue muy difícil sostener el vínculo pedagógico. De hecho, la escuela en todo 2020 permaneció abierta y lo que hacíamos era repartir bolsones de comida y algunos cuadernillos, pero se perdió mucho”, agrega Mariana.

Los arquitectos del Ministerio de Educación estuvieron en la escuela del Toba, hace dos meses. “Vinieron a tomar medidas, pero todavía nada. Nosotros lo que queremos es que si viene alguien de vuelta, sea para construir y no para nuevas promesas, porque el frío ya se nos viene y habrá que seguir trabajando en burbujas. Acá vienen unos 400 alumnos y para este barrio la educación es una oportunidad de integración, que se necesita más que nunca ”, finalizó Esquivel, en diálogo con el móvil de la Sí98.9.