“Nos preguntamos cómo encajar en algo que parezca real, tan real como un mapa, esta madeja de comunicaciones distantes e incertidumbres cotidianas, atracciones y desarraigos, que se nombra como globalización.”

Hace una década y media Néstor García Canclini comenzaba así la introducción del libro “Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad” (García Canclini: 2004).

A días de empezar el invierno en el hemisferio sur, agradecidos de todas formas con el clima inusitadamente benévolo con el que se sobrelleva hasta ahora el aislamiento social preventivo y obligatorio, los “parches” y los “vamos viendo” del accidentado inicio del año escolar empiezan a crujir.

Muchos docentes que hace unos meses con entusiasmo y esfuerzo volcaron su creatividad a los espacios virtuales empiezan a asemejarse a astrónomos que envían señales al espacio con la esperanza de alguna respuesta y comienzan a preguntarse si estarán del otro lado sus estudiantes y cuánto de lo que se “envía” ayuda a construir aprendizajes.

En otro tiempo y espacio, en el encuentro del aula, la profesión docente implica las múltiples maneras de chequear en la mirada y en la respuesta de los estudiantes si algo de lo que se transmite los va inquietando o transformando para dar lugar a un aprendizaje. Ese chequeo se vuelve en extremo complejo en tiempos de esta forma educativa virtualizada, improvisada y obligada.

La pregunta sobre las condiciones del trabajo docente en tiempos de pandemia y educación cobijan a su lado las preguntas por las condiciones de “trabajo” estudiantil; para preguntarse no sólo si algo se entiende, si algo se aprende, sino incluso fundamentalmente si están ahí, si siguen ahí, si seguirán ahí.

La pregunta que apenas se alcanza a formular y cuya respuesta incomoda a propios y extraños es: parafraseando el título de aquel hermoso libro de Carlos Skliar: ¿y si ellos no estuvieran ahí? Ahí es en todas partes que haya un estudiante procesando algo de lo que le ha sido dado en clave de transmisión por sus docentes.

Uno de los grandes “ahí” que interroga las políticas educativas argentinas de la última década y media es la educación secundaria.

En cualquier caso, sobreviene una preocupación mayor que asemeja un distópico futuro inmediato. Se trata de la preocupación por una escena pospandemia de aulas raleadas o vacías. Aulas diezmadas de estudiantes que no lograrán volver. La preocupación principal se concentra sobre la educación secundaria, que pese a ser obligatoria desde hace casi 15 años, nunca alcanzó a incorporar a todos los niños y niñas en sus aulas. Resulta necesario anticipar este escenario posible.

Documentos por favor

Lo incierto del escenario actual no impide repasar algunos de los variados esfuerzos que desde 2006 se vienen desarrollando para garantizar el derecho a la educación secundaria en Argentina. Muchos y variados documentos pueden ilustrar el desafío; entre los más recientes se puede visitar “Políticas provinciales para transformar la escuela secundaria en la Argentina. Avances de una agenda clave para los adolescentes en el siglo XXI” de UNICEF y FLACSO, que se puede consultar aquí.

En él se detalla que “Más de 8 de cada 10 adolescentes asisten al nivel secundario en el sistema educativo. Sin embargo, todavía cerca de medio millón de chicos y chicas están fuera de la escuela, y entre quienes asisten se advierten dificultades en sus trayectorias, en el acceso a los aprendizajes mínimos y fundamentalmente en lograr completar sus estudios”.

Este último estudio analiza políticas públicas destinadas a garantizar el derecho a la educación secundaria en las provincias de Córdoba, Río Negro, Santa Fe y Tucumán y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Esfuerzos anteriores como la colección “Educar en ciudades” dirigida por Flavia Terigi también publicada por Unicef Argentina pueden aportar elementos críticos para dimensionar el enorme desafío que enfrentaba la educación secundaria argentina para incluir a todos los adolescentes.

El tiempo no para

En este contexto de complejidad irrumpe la suspensión de clases presenciales en todo el país. En este contexto de trayectorias interrumpidas, precarias, intermitentes, se pide a los docentes sostener algún vínculo, alguna enseñanza sin promesas de feed back ni de éxito. A este contexto, se agrega la profundización de la crisis económica que golpea más a los sectores más vulnerables al encarecer el “costo de oportunidad” para que miles de adolescentes puedan seguir estudiando. A este contexto se agrega la desconexión -en los múltiples sentidos que puede sentirse- entre las escuelas y los estudiantes. En este contexto ¿es posible esperar al día del retorno a las clases presenciales para observar con mayor o menor sorpresa quiénes pudieron volver y quiénes no?

Tal vez no sea necesario esperar meses para comprobar lo que muchos docentes de secundaria ya saben y dicen a quien quiera oír. Tal vez sea posible anticipar que si muchos adolescentes tienen dificultades no atendidas hoy, con el tiempo esas dificultades crecerán.

Tal vez resulte necesario instrumentar ya políticas públicas para incluir y sostener a los estudiantes que más lo necesitan; políticas públicas que puedan articular en una propuesta superadora los aprendizajes logrados a partir de los estudios realizados sobre las anteriores y que puedan también lidiar con la complejidad del tiempo presente.

Los próximos meses serán de esfuerzos por "salvar" a la escuela, a su institucionalidad, a la pedagogía, incluso a los docentes; pero aunque se tuviera algún éxito en ello, nada tendrá sentido si en el camino dejamos de lado a los estudiantes. El día o la noche en que por fin lleguemos, el día o la noche en que podamos volver a abrir las escuelas, el esfuerzo habrá valido la pena si los docentes y los estudiantes están allí. Tal vez así podamos hacer encajar en el proyecto emancipador que encarna aún la escuela algo que parezca real en esta madeja de comunicaciones distantes e incertidumbres cotidianas, atracciones y desarraigos.

 

(*) Profesor y licenciado en Ciencias de la Educación.
Miembro del Centro de Estudios en Políticas Sociales y Educativas.

 

Referencias:

  • García Canclini, N.. Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad. Barcelona. Gedisa. 2004.
  • Steinberg, C., Tiramonti, G. y Ziegler, S. (2019): Políticas provinciales para transformar la escuela secundaria en la Argentina. Avances de una agenda clave para los adolescentes en el siglo xxi. Buenos Aires: UNICEF-FLACSO.
  • Skliar, C. ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia. Buenos Aires. Miño y Dávila. 2011.
  • UNICEF (2012a), (2012b), (2013) y (2014): colección Educar en Ciudades. Buenos Aires.