Franco Berardi, más conocido como "Bifo", estuvo en Rosario para abrir lo que fue el segundo seminario internacional del programa Fundéu Argentina titulado “El periodismo y los medios iberoamericanos ante los signos de este tiempo”. Con un auditorio repleto, la disertación de apertura del filósofo italiano, sin titubeos, se llamó “Tempesta di merda” y de este modo alertó sobre la sintomática que se presenta en una sociedad hiperinformada e hipercompetitiva en la que “nadie ha ganado nada”, sentenció el autor. Pero también brindó una posible salida con una única regla: la empatía.

Tempestad de mierda, para decirlo en claro castellano, hace referencia a la cantidad de información con la que el cuerpo social es bombardeado continuamente. Esto produjo, según el autor de La Sublevación, una aceleración en la que se vive en un estado de electrocución permanente sin capacidad para poder elaborar críticamente toda la información con la que se entra en contacto.

“Cuando decimos información no decimos sólo signos. No. Estamos hablando también de estimulaciones nerviosas que tiene un efecto del tipo psíquico. Además de la infoesfera, el lugar en donde circulan estos signos abstractos que liberan por sí sentidos y significados, está también la psicoesfera: la dimensión en donde esta información resuena a modo de estimulación nerviosa. Entonces, la primera manifestación de la red, además de es una enorme expansión de la esfera informacional, es una enorme aceleración de la estimulación psicoesférica”, desarrolló el italiano.

En este sentido, citando desarrollos del filósofo coreano Byung-Chul Han, aseguró que lo que produce esto es un efecto de enjambre en lo que son las formas de agregación social. “¿Qué es un enjambre? Es un cuerpo social que se mueve a través de la coordinación de un cerebro colectivo. Un comportamiento en el cual el cerebro individual pierde su centralidad y se hace terminal de una central, que es un cerebro instintual, inscripto al interior de las formas naturales de vida del enjambre, del colectivo animal. La red ha producido este efecto, un efecto de enjambre”, añadió.

Continuando con su exposición afirmó que “si se analiza lo que pasó en estos últimos 30 años a partir de la revolución más grande que se ha producido en la historia, que es la revolución de la red y de la conexión global, lo primero que hay que decir es que uno de los efectos fue la disolución de la capacidad de la crítica, y su sustitución por un nuevo tipo de mitología”.

 

Sin embargo, está disolución por sí misma no sería el problema. Si se extiende la metáfora se podría decir que las abejas, en su enjambre y guiadas por un cerebro instintual viven muy bien, ninguna muere de hambre y no votan al insecticida. La particularidad que vive la humanidad es que este enjambre se presenta enmarcado en un sistema capitalista de competencia generalizada. “No olvidamos la competencia, es ella la que determina un efecto de tipo patógeno al interior de la aceleración. La aceleración en sí misma no tiene un carácter necesariamente patológico. Porque se podría decir ‘Sí, bueno hay muchas informaciones, ma’ que me importa. A mí me interesa esta información, no todo lo que se pase en el mundo’. Pero, si tu colega de trabajo tiene más informaciones que tú, puedes perder tu empleo”, volvió a ilustrar el filósofo.

Exceso de información que los individuos no pueden procesar, actuando más bien como enjambre, pero que a la vez están llamados a procesar por una competencia generalizada, lo que desemboca en una sintomatología de pánico por no saber, por no llegar, por no poder. De ahí a la depresión, solo hay un paso. “La dupla aceleración y pánico, socialmente hablando, es una estimulación nerviosa que no logra producir un efecto de más conocimiento. Sino una especie de electrocución permanente que evoluciona en depresión, en ruptura, renuncia al deseo. Cuando el deseo, la comunicación deseante, produce un efecto de pánico, el paso sucesivo es cortar su relación con el mundo. Cortar su relación desde antes con el mundo. En este momento cuando la relación deseante cae, el mundo deviene una pesadilla. El mundo se hace algo totalmente gris, totalmente intolerable. Pánico y depresión, esta es la condición en la cual vive la mayoría de la población en la época de la aceleración semio-capitalista”, sentenció.

Es justamente en esta sintomático que inscribió la victoria de Donald Trump y, más reciente y crecana, la de Jair Bolsonaro en Brasil. Es que según entiende “en la situación pánico y depresión la respuesta más simple es aguantar una identidad. ‘Soy blanco, soy negro, soy americano’. Ese es el problema: La obsesión identitaria que podemos llamar racismo, que no es una vieja redición del viejo racismo de los ganadores blancos imperialistas y colonialistas que iban en África o llegaban aquí, a lo que entendían como el nuevo continente descubierto por Colón, para dominar a los pobres nativos. No, lo que hoy se ve no es un racismo de los ganadores. Es un racismo de los perdedores, es un racismo de los humillados, es un racismo de los deprimidos y de los panicados. Eso es el fascismo que está re emergiendo en el mundo”.

Ya cerrando su disertación sentenció: “Esa es la realidad nueva que estamos viviendo en una situación en la cual el pensamiento crítico desapareció, la capacidad de reconocer al otro como solidario desapareció, y todo lo que nos queda es una competencia que nunca se vuelve en victoria, nunca se vuelve en ganar, porque nadie ha ganado nada. Todos hemos perdido”. Con excepción puede ser del uno por ciento de la población global.

Sin embargo, antes de cerrar aseguró que eso no significa se haya perdido todo, incluso sin crítica la humanidad ha vivido y ha vivido muy bien en algunos momentos, sin escritura, utilizando la mitología como manera para marcar, para vivir, para experimentar la vida cotidiana y la relación social. La salida pueda ser entonces una nueva mitología capaz de cohesionar socialmente, de seducir, y ahí el rol de los medios de comunicación. “Sólo a partir de la empatía podemos descubrir una forma nueva. Necesitamos de alianzas, entre ingenieros y poetas, alianzas de los que producen formas y de los que exceden con su lenguaje, con su creación, las formas existentes. Eso es todo lo que yo sé. Es muy poco”, cerró el poeta filosófico y encendió un farol en el túnel que quizás pase por barajar y dar de nuevo.