Pese a sus divisiones históricas, varios partidos políticos brasileños se unieron para acordar un gran frente opositor al gobierno de Jair Bolsonaro. El frente Derechos ya, Forum por la democracia plantea una plataforma común frente al gobierno de ultraderecha, mientras aumentan las internas en el gabinete y la imagen presidencial declina. La denominación Derechos Ya evoca evidentemente a Directas Ya, una corriente multipartidaria que en la primera mitad de los años ´80 reclamaba al gobierno militar la convocatoria a elecciones libres. Entre los partidos que lo integran, se encuentra el Partidos de los Trabajadores (PT) del expresidente Luis Inazio Lula da Silva, el Partido de la Socialdemocracia Brasileña, del expresidente Fernando Henrique Cardoso, y la Red de Sustentabilidad, de la tres veces candidata presidencial Marina Silva.

No los une el amor sino el espanto

No fueron las medidas aisladas adoptadas por el gobierno lo que los unió, sino más bien, la combinación de ellas, en un contexto caracterizado por la reseción económica y el autoritarismo creciente del clan Bolsonaro.

El proyecto de ley para reformar el sistema previsional no logró por sí constituirse en un factor de de reunión y consenso de los partidos opositores. Tampoco el primer decreto que facilitó la venta, tenencia y portación de armas firmado sólo 15 después de asumir la presidencia. Fueron el recorte al presupuesto de la educación pública y un decreto que ampliaba la venta, tenencia y portación de armas a fusiles automáticos lo que finalmente despertó la alarma entre distintas fuerzas políticas por disímiles que fueran.

Es que por poderosas que pudieran ser las diferencias, la lectura de la ecuación de las tres medidas en conjunto es tan lineal y sencilla que asusta. Precarización social + destrucción de la educación pública + proliferación de armas = suicidio colectivo. Es muy probable que el clan Bolsonaro y los sectores que lo apoyan persigan justamente eso, la eliminación física de aquellos sectores sociales que consideran lisa y llanamente indeseables, y el sometimiento del resto.

Dicho en otro contexto, esto podría parecer una locura, pero teniendo en cuenta la caída en el apoyo popular hacia el gobierno y la atomización en el Congreso que impide avanzar en la sanción de cualquier iniciativa legislativa, la lógica indicaba que el gobierno tendería a radicalizarse y tornarse cada vez más autoritario. Lo que podría ser sólo una conjetura quedó fuera de dudas cuando el propio Bolsonaro inició una convocatoria informal a través de las redes sociales para que una manifestación popular pautada para el 26 de mayo reclamara una autogolpe y la clausura del Congreso y del Supremo Tribunal Federal (STF).

Bolsonaro se radicaliza

El presidente intenta intimidar a los legisladores para obtener el respaldo legislativo que no aparece debido a la atomización que caracteriza la conformación del actual Congreso. Para ello apela a movilizar a sus seguidores en las redes sociales para que salgan a tomar la calle y presionen directamente sobre la opinión pública y los legisladores. La amenaza es concreta: cierre del Congreso y el STF y, como consecuencia, autogolpe.

El discurso que sustenta a esta iniciativa es que el presidente es un rehén del Poder Legislativo y de la vieja política. Para saber si esto funcionará, habrá que esperar a ver el impacto de las manifestaciones de apoyo al gobierno que los fieles al presidente planean en al menos 50 ciudades.

Hasta el momento, la calle parece cada vez más adversa al gobierno, como quedó demostrado luego de que el pasado miércoles miles de personas protestaron contra el congelamiento del 30 por ciento en los recursos destinados a la educación. Lo mismo sucede con la opinión pública. El gobierno ostenta el récord de la mayor caída de popularidad en menor tiempo desde que en 1985 retornó la democracia. Pero nada de esto desalienta al entorno inmediato del primer mandatario.

El clan

El núcleo duro del clan Bolsonaro está constituido por los hijos del presidente. Carlos, concejal de Río de Janeiro y quien controla las redes sociales del presidente. Eduardo, que es diputado federal y Flávio, que es senador. 

Lo que sucedió con el exsecretario general de la presidencia, Gustavo Bebianno, quien creía que formaba parte del núcleo duro del clan hasta enfrentarse con el segundo hijo, el que tiene más influencia sobre su padre, debería haber alertado a los bolsonaristas. Aunque los lazos de sangre no ofrezcan una garantía total en este tipo de organización, son mucho más difíciles de romper en un clan que cualquier otro vínculo. Bebianno lo entendió demasiado tarde y posiblemente otros también seguirán el mismo camino.

En este contexto, no resulta una coincidencia que Bolsonaro aliente la idea de un autogolpe desde el momento en que su hijo mayor está siendo investigado por malversación de fondos públicos, blanqueo de dinero y organización criminal, teniendo en cuenta que la investigación puede afectar a otros familiares y también al jefe del clan.

Los Bolsonaro ya han demostrado públicamente que apoyan a las milicias clandestinas antes que a las fuerzas de seguridad. En la lógica del clan, hacerse policía es solo el rito de iniciación para conquistar poder y territorio. Vale la pena recordar que en 2005, el entonces diputado Jair Bolsonaro defendió de manera enfática a Adriano Magalhães da Nóbrega, excapitán de la Policía Militar, sospechoso de comandar la milicia del barrio Río das Pedras y también la Oficina del Crimen, el mayor grupo de sicarios de Río de Janeiro. Bolsonaro también defendió a Adriano, hoy sospechoso de estar involucrado en el asesinato de la concejala Marielle Franco.

En definitiva, la idea del autogolpe se puso en marcha no porque el proyecto de Bolsonaro para el país esté amenazado, sino porque el proyecto de Bolsonaro para su propio clan está amenazado. Primero por las investigaciones que, si no se obstaculizan, posiblemente llegarán a otros miembros del clan. La mejor manera de impedir que sigan las investigaciones sería mediante un golpe, poniendo a los fanáticos bolsonaristas en la calle para que repliquen su reclamo en las redes sociales de cerrar el Congreso y el STF.

Pero aunque las instituciones funcionen en muchos casos mal, aún funcionan lo suficiente como para investigar si el primogénito del presidente cometió los crímenes que se le imputan y para averiguar quién más está implicado.

El clan Bolsonaro se está jugando su capital político para reunir a sus fieles en una demostración de fuerza con el objetivo de impedir una investigación cuyo fondo parece ser hondo y oscuro. Tan hondo y oscuro como para que se convoque un autogolpe con apenas cinco meses de gobierno. Sólo un dictador puede gobernar sin leyes e impedir una investigación contra sí mismo y contra su clan.

Ante esta situación, el encuentro multipartidario podría convertirse en un límite a las ambiciones de impunidad y poder ilimitado del clan Bolsonaro.