Después de cuatro días de duras negociaciones, los 27 miembros de la Unión Europea
(UE) acordaron poner en marcha un programa que ayudará a los países económicamente
más afectados por la pandemia.

El monto asciende a 750 mil millones de euros -equivalentes a 860 mil millones de
dólares- y sólo tiene como precedente al denominado Plan Marshall, aquel que los
Estados Unidos implementaron en Europa tras la Segunda Guerra Mundial para lograr
una reactivación económica que evitara que el Viejo Continente cayera en la tentación
comunista.

Este nuevo programa de ayuda consta de 390 mil millones de euros bajo la forma de
subsidios no reembolsables y 360 mil millones en materia de préstamos con bajo interés.
El paquete equivale al 4,6 por ciento del producto bruto del bloque comunitario en 2019 y
supone por primera vez en su historia el endeudamiento de la Comisión Europea.
Además, se complementa con el presupuesto de 1,74 billones de euros previstos para los
próximos siete años.

Como ya se habíamos señalado a fines de mayo, este programa de ayuda jamás se
habría aprobado sin el apoyo imprescindible de los dos países que motorizan al bloque
comunitario, Alemania y Francia. Más aún, hubiera sido imposible sin el impulso
convencido y convincente de la canciller alemana Angela Merkel . A sólo un año de
retirarse de la vida política, Merkel ha dejado a un lado su legendaria rigurosidad fiscal -al
menos por una vez- para asegurar dos objetivos relevantes para ella: sostener a la UE y
asegurar su ingreso a los libros de historia por la puerta grande.

¿Por qué este programa es tan importante?

Fundamentalmente por dos razones. La UE es considerado el modelo más destacado a
seguir en materia de integración y cooperación internacional. Sus contradicciones
subyacentes quedaron expuestas a raíz de la pandemia de coronavirus como nunca
antes. Si alguien ansiaba ver cierres de fronteras acordados o políticas sanitarias
coordinadas entre los miembros del bloque, se quedó con las ganas. Cada gobierno
reaccionó como quiso o como pudo, y lo que se dejó traslucir es que se trataba más bien
de un grupo de 27 individualidades antes que de un equipo. Este programa reencausa de
alguna manera la idea de un trabajo colectivo.

La segunda razón es que la UE es el actor comercial más importante del mundo. Con 446
millones de habitantes, es el tercer actor más grande del mundo en cuanto a población
tras China e India, pero con la característica de que su alto nivel de vida pone a sus
consumidores y usuarios de bienes y servicio por delante de aquellos países. Sólo el
comercio entre la UE y los Estados Unidos representa la mitad del Producto Bruto Interno
(PBI) global y un tercio de todo el comercio del mundo. En este sentido, la reactivación
económica europea es fundamental para el comercio global. Especialmente para aquellos
países que proveen al bloque comunitario de materias primas, lo que comprende a buena
parte de Asia, África y Latinoamérica.

Ayuda condicionada

Como era de esperarse, el programa llega con condiciones, con supervisión para
asegurar que los fondos sean utilizados en reformas que transformen la economía. La
presión persistente del gobierno de Holanda no consiguió establecer un derecho de veto, pero sí mecanismos de intervención. Los planes que cada país presentará para conseguir
estas ayudas serán aprobados por mayoría calificada, pero al procedimiento se le añade
un sistema de emergencia, con la posibilidad de elevar el caso a nivel político, a los jefes
de gobierno. Si excepcionalmente uno o más Estados miembro consideran que hay
desviaciones graves del cumplimiento satisfactorio de los plazos y los objetivos, podrá
requerirse al presidente del Consejo Europeo que el tema se trate en el próximo Consejo
Europeo. Mientras dure esa consulta, los fondos quedarán paralizados y para que esa
situación no se prolongue demasiado, se fijó un límite máximo de tres meses para todo el
proceso.

El paquete aprobado incluyo también una cláusula de condicionalidad respecto al estado
de derecho. Un país que viole las normas democráticas vería congelados los fondos que
recibe de la UE si así lo decide una mayoría calificada de los 27. El gran debate giró sin
duda e torno al plan de recuperación, pero también se arrastraba la división sobre la
oportunidad de establecer esta relación entre los presupuestos y el estado de derecho,
algo a lo que se oponían Hungría y Polonia cuyos sistemas políticos se han endurecido en
los últimos años.

Los países denominados los cuatro frugales -Austria, Dinamarca, Suecia y Holanda-
también obtuvieron sus beneficios. Además de recortar el total de las transferencias y de
fijar más condiciones para el uso de las ayudas, recibirán compensaciones a través de un
aumento de los retornos que recibirán de los presupuestos de la UE. El monto sumará
más de 50 mil millones de euros que se repartirán entre Alemania -país campeón de la
rigurosidad fiscal- seguida por los cuatro frugales, durante el período 2021-2027.

España, el vínculo con Latinoamérica

Como uno de los países más gravemente afectado por la crisis económica derivada de la
pandemia, España resultó ser uno de los grandes beneficiarios del programa de ayuda.
Recibirá 140 mil millones en los próximos seis años de estas ayudas europeas, de los
cuales 72 mil setecientos millones serán en concepto de subsidios.

Al tratarse del nexo histórico entre la UE y Latinoamérica, la noticia bien puede ser leída
como promisoria en estas latitudes. Especialmente en Argentina, país con nutridos e
históricos negocios con España.

Una Europa que logre despegar de la fenomenal crisis económica a la que el Covid-19 ha
sometido al mundo, debería estar ávida de materias primas latinoamericanas. Es así
como los países de la región más desigual del planeta, eventualmente podrían
beneficiarse de este fabuloso salvataje europeo.