La advertencia del gobernador Omar Perotti sobre la posibilidad de volver a fase 1 en Santa Fe en caso de aumento de la circulación comunitaria hizo crecer un doble dilema para el intendente de Rosario, Pablo Javkin. Uno político y uno civil.

Llegado el caso en que la firma de Perotti se estampe en el decreto con la marcha atrás total, el rechazo por parte de Javkin se interpretaría como una desautorización hacia la administración central. Es simple la razón: Rosario es la ciudad más grande de la provincia y la de más casos positivos de covid-19 por el momento, por lo que sin ella, no tendría sentido.  

Claro que una vez establecido el decreto el municipio deberá acatar la situación. No quedará otra. Pero es previamente cuando deberá tallar la política del intendente, con resistencias y lobby para frenar dicha medida -si es que así lo entiende correcto- que, de movida, parece extrema. La decisión de volver a Fase 1 será conversada sin lugar a dudas con el intendente, es decir, poder de negociación tendrá.   

Es ahí cuando crece la encrucijada de Javkin. El romance entre ambas administraciones se cuestionaría en momentos en que está en su máximo punto, luego de que la Provincia refinanciara deudas por anticipos y le otorgara asistencia financiera de emergencia. Hay cierta prenda, financiera y de lealtad, que está sobre la mesa del intendente. 

Lo civil no es menor, al contrario, es central. Adherir a la fase 1 sin chistar, tendría su costo político con la ciudadanía. La chance de volver a fases anteriores no sería fácil de asimilar por el ciudadano acostumbrado a atravesar gran parte de la cuarentena sin restricciones estrictas. A diferencia de la Ciudad de Buenos Aires que pasó la gran parte de la cuarentena en aislamiento estricto, Rosario se ha mantenido con medidas de aislamiento leves, ascendiendo de fases de manera sostenida y mayormente en etapa de distanciamiento. 

La decisión de restringir los encuentros afectivos y familiares fue aceptada a regañadientes. Algo dice también el aumento de casos a partir de la circulación: la gente ya no está con intenciones de encerrarse al máximo. Sobre todo aquellos que han respetado a rajatabla las medidas y ya han salido perjudicados al prohibir los encuentros familiares, principalmente por aquellos que no respetaron las disposiciones y terminaron impulsando la circulación comunitaria. Finalmente se cae en el viejo y poco feliz axioma de que por unos pocos el bien común se pone en juego. El tema es hasta dónde las autoridades le dan carretel a eso.  

Ir en contra de lo que podría llamarse la reconquista de derechos civiles -reuniones, circulación, esparcimiento y hasta predicar el culto en templos- que lograron los rosarinos en cuarentena, no es para nada sencillo. Otro argumento importante lo tendrá la actividad económica. El sector gastronómico ya se mostró preocupado por la advertencia, un rubro al que ya no le alcanza con sostenerse por delivery. La reapertura de mediados de junio significa, aún hoy, apenas un bálsamo para no cerrar los locales.