El sueño de Eva Perón entre otras cosas se fundamentó en que los trabajadores argentinos tuviesen acceso a una vivienda de alta calidad, o por lo menos una en la que la clase laburante se sienta tan digna como otras. Este deseo se hizo realidad a finales de 1949 con el Plan Eva Perón. Rosario, ciudad obrera por excelencia, fue uno de los centros urbanos que recibió gran número de unidades edilicias de este programa. Chalecitos al mejor estilo californiano se levantaron como hormigueros por todos los barrios. Viviendas humanas construidas con lo mejor de la época que hoy dan testimonio de su calidad constructiva.

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Una de estas reliquias arquitectónicas está ubicada en un terreno de 300 metros cuadrados, en el corazón del proletario barrio Alvear, en el sur rosarino. Rodeada de una frondosa arboleda se distingue de las demás. Tras un portón verde de reja se denota la dedicación que su dueño, Walter Alvez (66), le puso a este espacio. En el hall hay un aljibe, viejos recipientes que se usaban para el tambo y una moto marca Puma, símbolo indiscutido de la pujanza peronista. Tras cruzar un cerramiento hecho con hierro y vidrio se bifurca un pasillo que conduce al living comedor, la cocina y, en el fondo, las habitaciones.

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Puertas adentro, todo parece sacado de fines de la década del 40: los muebles, el equipamiento de cocina, que incluye un calefón de ese período,  el baño con su grifería de época con azulejos blancos de guardas negras y una biblioteca llena de incunables con más de 3 mil ejemplares que incluyen una veintena de ediciones del Martín Fierro.

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En el fondo de la propiedad, luego de atravesar una galería con cocina económica incluida, se luce un hermoso parque con enormes cactus, donde se vislumbra el quincho vidriado, protegido por una estructura metálica. Espacio de los más codiciados por quienes tienen el privilegio de visitar la casa y en el que todos desean pasar un buen rato y comer en su mesa: un banco de herrero rescatado de una demolición.

Walter es de filiación peronista y durante gran parte de su vida estuvo vinculado al sector gremial. Fue casi como un sueño cumplido encontrarse con esta casa doce años atrás. La compró casi destruida y la convirtió en fetiche de todos los decoradores y diseñadores de interiores, quienes admiran cada uno de los espacios de su modesta residencia. 

Hoy la propiedad es tendencia en la red social Instagram, con más de 20 mil seguidores de todas partes del mundo. Este jubilado del Poder Judicial y ex miembro del Sindicato de Judiciales convirtió esta reliquia en un hogar cálido donde depositó todo su amor en cada objeto celosamente seleccionado y la llamó Casa con Historia.

Todo comenzó como un hobby que ganó rápidamente espacio en las redes sociales, situación que su dueño no esperaba. “Fue espontáneo, nada pensado, con un celular y muchas ganas. A tres años de esta aventura, hoy mis videos despiertan la curiosidad de miles de personas. Hay gente de todo el mundo que quiere venir a conocer la casa. Hace poco vino una señora de España y también llegaron desde Brasil, la verdad es que se genera algo increíble”, narra Walter a Rosarioplus.com sobre el acto de fisgonear qué sucede puertas adentro, de vivir la experiencia propia de lo que se ve tras la pantalla. 

“Lejos está de ser una casa de revistas de decoraciones, fue creada para familias obreras, es una casa de barrio con sus imperfecciones, sin embargo la gente se enamora de ella”.

Walter expresa que su espacio no es una casa de militancia, pero sí de reivindicación a ese período y especialmente a la bonhomía de los planes de vivienda del peronismo. Con sus seguidores prefiere no hablar de política porque la llegada a ellos es más bien por la decoración y el amor que estos sienten cada vez que él exhibe en sus redes fotos y videos de la casa.  

Pero no puede dejar de decir que para muchas familias este tipo de propiedad fue un paso a la dignidad: familias que alquilaban o vivían en muy malas condiciones. “Fueron de los mejores planes de vivienda que hubo en la historia. Después vivieron otras formas de construcción menos dignas, más cerca en el tiempo los FONAVI y los planes de los militares, que apiñaban a la gente en torres y consorcios como pajareras que hoy es tierra de nadie”, manifiesta.

El comienzo de la historia y el impacto de las redes

“Después de divorciarme tuve que buscar un lugar donde vivir y llegué a esta casa, que era lo que podía comprar en ese momento. Al principio no le dediqué mucho tiempo, pero cuando me jubilé le puse toda mi energía, aunque todo se hace muy lento porque el tema económico paraliza los proyectos. Costó mucho armar esto, pero las cosas se dan”, aduce Walter.

Luego narra cómo es el vínculo que mantiene con sus seguidores que espían su intimidad hogareña desde lugares tan recónditos como Rusia, Italia, España, Japón y Estados Unidos, que le escriben con asiduidad. “Lo que comenzó como un homenaje a este tipo de viviendas terminó siendo algo muy grande que yo mismo me pregunto hasta dónde llegará. No es que se me fue de las manos, porque lo que tengo es algo acotado. Es sacar casi todos los días una foto o hacer un video de la casa sin cansar a los seguidores. No es fácil hacer fotos distintas de un mismo lugar durante tres años, que es la vigencia que tiene la cuenta”, explica.

Su hija es vestuarista y tuvo mucho que ver con esta historia: es quien lo incentivó a mostrar parte de su casa y sus objetos. Le dio todo su apoyo en las primeras publicaciones y todo fluyó, no hubo un hecho que marcara el comienzo de esta historia. 

En el medio hubieron muchas cuentas reconocidas de decoración que compartieron sus historias y eso fue generando una comunidad, incluso la influencer Marou Rivero –hermana de la actriz Calu Rivero– pasó a conocer su casa. Esto, sin poner nada de dinero, todo de forma orgánica y por buena voluntad de otros. “Hago reels que se complementan con música con buenas imágenes y eso gusta”, detalla Walter.    

Previo a reencontrase con sí mismo con la casa como eje motivacional, sus compromisos laborales en Tribunales lo mantenían demasiado ocupado: cuenta que trabajaba más de 16 horas diarias, situación que le perjudicó la salud y la vida familiar. La casa fue un cable a tierra, la posibilidad de dar rienda suelta a su amor por los objetos coleccionables y los libros viejos, una pasión que mantuvo toda su vida, pero que en estos años de jubilación se fue afinando cada vez más. Hoy Walter vive pleno con sus dos perros bóxer, no tiene televisión porque asegura que no le sobra el tiempo con todos los libros que le faltan leer. De a ratos escucha música y prepara las ideas para sus videos con los cuales muchos espiarán su casa, un espacio de la ciudad de Rosario, sencillo pero como pocos, pero codiciado por muchos.