Facundo Calabró asombró en las redes en 2016 cuando lanzó en Twitter la cuenta “Catador de alfajores”, a la que le sumó después un sitio web y un libro. Convertido ya en influencer del tema, ahora recorre el país degustando manjares. Se inventó a sí mismo, en definitiva, un oficio que todos le envidiamos. Porque ya había enólogos, expertos en repostería, degustadores de asado o de comidas de todo tipo. Pero faltaba alguien que anduviese por ahí, probando algo tan típicamente argentino como los alfajores. Todo un ícono de la cultura freaky, este martes feriado le regaló a la Sí98.9 un rato de charla, en el programa “Sopa China”.

“Lo del Twitter fue un invento un poco raro. Empezó como una joda y en parte lo sigue siendo, pero descubrí en este tiempo cosas maravillosas. Acá en el conurbano bonaerense, en Quilmes, hay fanáticos recalcitrantes de uno que se llama ‘Capitán del Espacio’, casi con devoción futbolera. Y ver lo que pasaba con este alfajor, me llevó a meterme en el tema”, dijo el influencer de alfajores en nota con Painé Nocetti y Agustín Scholer.

“Hay un interés antropológico. Porque el alfajor refleja lo que pasa con la historia. El otro día cuando murió Menem que todos hablaban de los ‘90, también se habló de los alfajores de esa época, por ejemplo”, añadió Calabró. En su especialización “alfajoreril” llegó a la conclusión de que en el siglo XVI aparece por primera vez el vocablo, que era un producto de origen árabe, utilizado en recetarios de los conventos. “Con la conquista de América fue cobrando distintas apariencias. Desde México y Chile, hasta el norte de Argentina. Pero en cada región era distinto el bocado. El original, que hoy se lo encuentro en Andalucía, era un relleno de miel, pan rallado y frutos secos, que venía emparedado de formas variadas. Podía venir como un choricito o como una rosca, o en medio de dos ostias, que era lo más parecido a lo que conocemos hoy. Probablemente el primer alfajor que llegó a Latinoamérica tenía el tamaño de una torta, como el Rogel. Y se fue achicando”, explicó.

En Sopa China le dijeron que el Capitán del Espacio no era tan bueno. Y Calabró no se asustó con el comentario: “Es que en realidad, más que el gusto de ese alfajor, lo que queda es el mito, un anclaje barrial. El Cachafaz es muy bueno, pero no tiene la misma hinchada. El Guaymallén también es muy popular. Y esto va cambiando en el tiempo, porque el alfajor es un producto que va mutando, su esencia es así. Cuando alguno va dejando discípulos, es porque está dejando una huella”, añadió. 

En la cuenta de Twitter, se van descubriendo alfajores de todas las regiones y sabores. Su creador participa además de un encuentro nacional de cata, que el último año debió suspenderse por la pandemia. “En esa fiesta llegamos a probar 70 distintos en una tarde. Somos cinco en el jurado y la verdad, suelo terminar reventado”, le dijo a Sopa China. 

Consultado si existían los alfajores salados, respondió: "En 2019 hubo un caso, con mucho marketing, de una gente que había creado un alfajor de pollo. También decían de uno que habían hecho de mariscos. Pero la verdad, la palabra para esos productos ya existe y es el sandwich. El alfajor no puede ser salado".