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Recién salido de imprenta, el libro Un mundo lleno de futuro recopila diez historias que revelan las enormes carencias en rincones de América Latina por la ausencia del Estado, pero también el trabajo certero de docentes, científicos e ingenieros que con creatividad buscan soluciones.

Las historias fueron minuciosamente investigadas y escritas por una serie de cronistas latinoamericanos de la talla de la santafesina Sol Lauría, y el autor de crónicas negras Javier Sinay. Todos convocados y editados por Leila Guerriero.

En diálogo con Rosarioplus.com, la cronista recordó cómo comenzó: “Me llamó el director de Planeta Colombia, Sergio Vilela, con una propuesta del Banco Interamericano de Desarrollo que sugirió contar las historias de innovaciones en diferentes rincones, y al poner mis términos, acepté y convoqué a cada cronista”.

Para la autora de Los suicidas del fin del mundo, este libro “salda una deuda de la crónica latinoamericana con la educación, la ciencia y la tecnología, ya que hasta ahora las historias siempre se enfocaron en los conflictos políticos y la violencia”. 

Claro que estas temáticas, por amables que suenen, no carecen de conflicto, ya que se trata en su mayoría de sucesos “desgarradores, carencias, ya que todas las historias tienen un costado frágil al enfocarse en los desprotegidos, como es la historia en Paraguay de la búsqueda de un medicamento para menguar el padecimiento del mal de chagas, que no es siquiera una cura, y es una búsqueda que la industria farmacéutica no invierte”.

De esta forma, en poco más de 400 páginas se condensan las vivencias en un polo tecnológico fuerte en medio de un pueblo de Mina Gerais (Brasil), una producción de medicamentos no invasivos para el chagas y la leishmaniasis en Paraguay, la creación de un pozo de agua y un sistema de energía en medio de los cerros en Colombia, un algoritmo para detectar en minutos la tuberculosis en Perú, una vacuna creada para la sobrevida al cáncer de pulmón en Argentina, una escuela para niños sordos en Ecuador, un detector de personas para los containers en los puertos millonarios de Panamá, entre otras.

Al momento de editar estas diez crónicas, Guerriero explicó que buscó “respetar la pluma de cada autor, porque es lo que da frescura”, en vez de un lenguaje neutral latinoamericano, ya que la premisa es pensar en un lector inteligente, brindarle datos de contexto en cada historia, pero con la riqueza de diversidad de modismos de cada sitio y cada autor”.

Aclaró que con estas historias no se busca “la epifanía de la bondad, la superación de vida, ni los héroes anónimos”, sino dar a conocer las historias de gente que vio una carencia en medio del ruido e hizo algo, tuvo una idea para mejorar esa realidad en conflicto, sea en la salud, la educación, los servicios básicos”.

Algunos bosquejos sobre el periodismo narrativo

Consultada por su mirada hacia la producción periodística puntualmente en Argentina, Guerriero precisó que “hay un espectro muy amplio, conozco bien el mapa latinoamericano, los argentinos hay muchos buenos, y también hay muy buenos en otros países, no creo que lo nacional sea condicionante”.

Claro que un buen cronista va más allá de la nacionalidad, y en su recorrido, Guerriero explicó que “la búsqueda es de una voz propia, su propio método de trabajo con entrega y disciplina, y para ser buen periodista es indispensable leer mucho para tener cultura general”. 

Aclaró que el pacto con el lector es fundamental, ya que “la diferencia entre periodismo y ficción es el invento, no tengo problemas con la exageración, pero eso si se trata de género cuento o novela”.

Una buena historia, según Leila Guerriero, tiene varias características ineludibles: “Hay que fijarse en la pertinencia periodística, buscar la singularidad de la historia”. En este sentido, según explica, “una buena historia donde hay una pregunta que no haya sido respondida, aún cuando se trata de un entrevistado conocido o famoso, aunque las cosas que convocan son personales de cada periodista, y van cambiando con el tiempo”.

Consultada por su despertar de la vocación periodística, recordó con claridad: “Fue para un texto sobre el tránsito porteño llamado Los agentes del caos, recuerdo que estaba excitada con la idea de salir a interrogar a los taxistas en pleno microcentro porteño, y aprendí en un mes los gajes del oficio, sacar el grabador, meterlo en la ventanilla para escuchar”.

Leila Guerriero colabora en la revista Rolling Stone Argentina, es editora y cronista en Gatopardo, escribe en El País de España, El Mercurio de Chile, la revista de la Universidad Autónoma de México, y dicta talleres en Flacso, Fundación Tomás Eloy Martínez y particulares. También da clases en el Máster de Periodismo de La Nación en la Universidad Di Tella y dirige la colección mirada crónica en la editorial Tousquets.