Artistas de pluma internacional como Onetti, Graham Greene, Raymond Carver, como Borges, Bioy Casares, Arlt, Storni y Paco Urondo se entremezclan con los rosarinos para conjugar inspiraciones que esta ciudad les brindó desde sus imágenes, fachadas y personajes recónditos, devolviendo un nuevo valor a la ciudad.

Si se piensa en la ciudad como una real que cada día el ciudadano habita y patea calles, y en paralelo aquella otra imaginada por estas grandes plumas que en su momento se dejaron inspirar, cabe seguir el juego como lectores a esta invitación tan grata de percibir las representaciones para resignificar con un nuevo valor a las esquinas que el lector transita, cortadas, bifurcaciones y balcones al río que otorgan una mirada imaginaria.

“Yo también bajé a tierra para desentumecer las piernas. Di unas cuantas vueltas por Rosario y en cuanto llegué a la primera calle absorbí, ávidamente, la atmósfera provinciana que flota sobre la ciudad”, describe el porteño Roberto Arlt tras su llegada en barco, en un fragmento tomado para la recopilación de textos en el libro Rosario Imaginada de 2006, reeditada en 2013 por la Editorial Municipal.

De esta forma, Arlt se dejó inspirar y devolvió su mirada, como lo hizo Graham Greene en una novela donde un joven llega al puerto, Carver observa el río desde las terrazas del Jockey Club, Juan Carlos Onetti desgrana un barrio de la zona norte, César Aira en un recorrido por calle Entre Ríos, el Palacio Fuentes y la Facultad de Humanidades de la UNR, Gorodischer en un cuento sobre un extraño suceso en la Bola de Nieve, Facundo Marull en poemas sobre calle Wheelwright y del tan místico barrio Pichincha, así como la novela de Rosa Wenicke sobre el barrio La Basurita en su emblemática novela “Las colinas del hambre”, y Daniel García Helder en “La vivienda del trabajador”, en la zona de Avenida Alberdi.

En una ciudad bélica, Pablo Crash Solomonoff despliega: “Los siete rosarinos corren agazapados por las ruinas de la avenida Belgrano para reforzar la defensa antiaérea en el área de la Aduana (…) El enemigo se aproxima desde el río (…) Cielo abierto. La fuente medio torcida mana agua sucia hacia un costado de la bajada Sargento Cabral”.

O en su descripción de barrio Las Flores, Óscar Taborda describe: “Por un lado unas cuantas manzanas de techos bajos, de donde sobresalen como tótems esmirriados tanques de agua, y por el otro, avanzando desde el descampado, con su formato excéntrico, lenguas de pocilgas cuyo color general podría definirse como rojo de siena tostada”.

En su camino a una noche de lujuria en el conocido burdel Madame Safó, el uruguayo Onetti destaca las peripecias de sus protagonistas alcoholizados y en carretas, mientras un poema de D’Anna describe la llegada del mesías rodeado de tobas por Avenida Godoy. Osvaldo Bazán se reencuentra con viejos amores en un bar a orillas del río en el Parque España. Hugo Diz describe el clima caldeado del Rosariazo, donde ciudadanos tomaron la calle tras el asesinato de un estudiante.

Borges y Bioy Casares narraron un encuentro sospechoso en la Estación Rosario Norte. Allá por 1870 Mateo Booz se inmiscuye en la plaza 25 de Mayo en una ciudad de “pocas calles empedradas y algunas casas altas de miradores envidriados” y Gambartes recuerda a un equilibrista por el Bulevar Oroño.

Otros espacios que se despliegan entre las hojas de la Rosario imaginada son la Terminal, los clubes de barrio, las plazas, la costanera, los barrios y villas, el puerto, el Mercado Central, las facultades, bares clásicos y edificios emblemáticos.

Destila Aldana, meditabundo: “El centro de mi ciudad / no tiene nada de centro. / Nace cuando muere el sol / dominado por letreros. / Mientras la gente trabaja toda la ciudad es centro”.

De éstos e infinitos recortes estarán dialogando durante dos días unos cuantos jóvenes poetas, investigadores de literatura argentina, profesores y alumnos de la carrera de Letras en las Jornadas “La ciudad que yo inventé”, bautizadas a partir de una entrevista realizada desde El Ciudadano a Juan José Saer, en que el periodista le pidió su apreciación

sobre la primera gran ciudad que habitó cuando vino desde su Serodino natal.

“Quizas fue un gesto de gentileza, ya que se conoce que la obra de Saer describe un territorio más similar a la ciudad de Santa Fe, y sin embargo tomamos esta frase suya sobre la propuesta que deja a mano sobre esto de que la trama urbanística rosarina es objeto de sus creaciones. Por eso decidimos saquear la frase a Saer y aplicarla a todas las grandes plumas que la narraron”, explicó a Rosarioplus.com el profesor Martín Prieto, director del Centro de Estudios de Literatura Argentina de la Universidad Nacional de Rosario.

Las jornadas fueron organizadas por dicho centro, y son con entrada libre y gratuita este jueves 28 desde las 10 de la mañana, y el viernes 29 de junio (ver horarios en la Fan Page del evento), en la Biblioteca Popular Alfonsina Storni -Ovidio Lagos 367-, donde habitan los libros del poeta local Armando Santillán.

La propuesta es abrir el panorama para que “cada lector tenga una mirada hacia las calles rosarinas desde la mirada simbólico, para devolver ese valor simbólico que tantos autores han hecho”, analizó Prieto.

En las jornadas, divididas en varios núcleos temáticos, se debatirán algunas de las obras, autores, revistas, editoriales y movimientos, históricos o contemporáneos que hacen de Rosario una de las ciudades literarias más importantes del país.

El cierre del jueves se realizará una entrevista pública al poeta e historiador de la literatura, Eduardo D’Anna, quien narró a la ciudad en sus textos, así como también fue gestor con editoriales, revistas e investigaciones sobre la literatura local.