En los últimos dos años el boom de la cervecería no sólo cambió la estructura gastronómica de Rosario sino también los hábitos culturales y de la nocturnidad. Lejos quedó pasar la noche entera en un boliche, bailando y cantando hitazos del momento hasta el amanecer. El esparcimiento ha mutado y se ha trasladado en el último tiempo a las hamburgueserías, cervecerías y bares, en sintonía con una ambientación pub y, en muchos casos, con las veredas del local como parte del ambiente.

En este marco, en el Concejo municipal continúa estirando una ordenanza sobre la regulación de comercios de la actividad nocturna. El desafío que tienen los concejales es adaptar la normativa a los cambios que han surgido en los últimos años para que no quede desactualizada ante el menor movimiento de la moda.

La nueva noche 

Empujado por las nuevas costumbres y generaciones, la movida nocturna ha ido transformándose. De la mano de aspiraciones más simples a la hora del ocio, de las relaciones atravesadas por la dinámica tecnológica, y del corrimiento del horario nocturno, actualmente es más selectivo el tipo de espacios para la diversión.

Muchos jóvenes ya no prefieren los grandes boliches de hace 10 y 20 años atrás, sino que viran a las cervecerías, hamburgueserías, a bares con menú americano y algunos con espectáculos musicales. Perdurán los lugares donde tocan bandas, las discos perdieron el el monopolio nocturno que supieron tener, y además emergió la moda de las fiestas electrónicas en grandes espacios.

Las cervecerías tomaron la posta y largaron. Ambientes más descontracturados, con música llevadera, sobre una barra o incluso de pie, papas fritas, pintas, y a charlar. Son diseños modernos, con toques vintage, urbanos o más cantineros, donde a la cerveza se le llega a dar un valor cercano al fetichismo.

 

“La explosión de las cervecerías le fue quitando espacio a la nocturnidad tradicional. Fijate que cerró Madame y no abrió otro así. Bajó esa oferta pero mutó. Están abiertas hasta las 3 y luego ya termina la noche”, explicó Carlos Mellano de la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica (Aeghar).

Se refiere a las cerca de cien cervecerías y expendio de la bebida que hay actualmente en Rosario, la mayoría inaugurada en los últimos dos años. Se trata de uno de los pocos rubros que por ahora la llevan en este contexto de recesión, pero sin ser un indicador de crecimiento económico.

Boliches a cielo abierto 

Pichincha es el ejemplo de la nueva moda gastronómica y de esparcimiento nocturno. La variada oferta fue simplificándose hasta generar una pinta al paso, picar algo acá y tomar una última cerveza en el bar de enfrente. 

La prohibición de fumar en lugares cerrados establecida a mediados de los 2000 generó un efecto colateral. Los fumadores priorizan estar en lugares abiertos para poder despuntar el vicio y de a poco quienes no fuman se fueron sumando a la compañía. Los locales leyeron esto y fueron las veredas los lugares elegidos para extender la ambientación: vienen a completar los beer gardens que se iniciaron con patios y terrazas.

Hoy en día se puede recorrer Pichincha y quedar en medio de un boliche a cielo abierto: la música, la vestimenta y los tragos generan ese ambiente. Incluso con continuidad por la cercanía entre unos locales y otros.

Los años dirán si ha sido un boom, una tendencia para un público puntual o pura espuma, pero lo cierto es que la normativa debería legislar en función de los nuevos hábitos.     

Normativa

El Concejo sabe que aún perdura la deuda de adaptar la normativa a la nocturnidad rosarina. Luego de años de avances nulos y de trabas de algunos bloques políticos, este año tomó más fuerza su tratamiento. Una de las que impulsa una nueva regulación es la concejala María Eugenia Schmuck, que actualmente presidente de la comisión de Gobierno.

"Son nuevas costumbres que no hay que dejar de lado. Se requiere una ordenanza más simple en términos de rubros y horarios para que sea más efectiva la inspección, y también en la insonorización”, resumió a Rosarioplus.com.

Al abrir las veredas al público, la ecuación cambió respecto a los ruidos. “El problema que existe hoy es que los vecinos reclaman por los ruidos molestos de la gente que está afuera, más que por el sonido de adentro del lugar”, reveló Schmuck.

Mirar a la juventud

Por su parte, Luis María Corradín fundador de Berlín y Jekyll & Hyde Pub, celebra los nuevos hábitos de extender los espacios al aire libre pero critica que se legisle a partir de "la conformidad de los vecinos". "El Estado delega en un vecino la posibilidad de abrir o no un comercio", dijo.

En cuanto al trabajo en el Concejo, se mostró incrédulo de una normativa moderna y sólida, porque "no se discute en tiempos reales" y “nunca hubo una discusión donde se preocupen por la juventud". 

"Están debatiendo una normativa que ya no va a alcanzar. De nuevo llegan tarde con la lectura. Los hábitos y discusiones de la gente pasa por un lado, con una velocidad y nivel de actualidad intenso, y el cuerpo legislativo lo corre de atrás”, dijo, aunque cree que el texto que están armando entre Ciudad Futura, Schmuck y Norma López, es un paso hacia adelante.