Lucio V. López es una pequeñísima localidad santafesina sobre la ruta 34, que está apenas pasando el río Carcarañá, si se viaja desde Rosario. A media hora de la Chicago argentina, tiene una tranquilidad que parece de otra época. Y llegar al pueblo es casi como un viaje en el tiempo. El dato decía que allí vive el mejor restaurador de Torino del país, y como hoy (lunes) es el Día Nacional del Torino, había que comprobarlo.

En pleno mediodía, las dos personas que andan por la calle saben adónde queda el taller de Leonardo “Cucu” Roldán y parece que ubicarlo en el pueblo no cuesta demasiado. Al llegar, los portones abiertos y adentro hay un montón de Torino, en todos los estados. Uno sobre la entrada, más en pie. Trece más en plena reparación. Y el suyo, una cupé TS celeste del 73, que luce brillosa e impecable. “¿Querés que vamos a dar una vuelta y vamos charlando’”, propone. Y cuando se enciende, el motor de 4 litros suena atronador. La velocidad final es de 185 kilómetros por hora, “aunque siempre te dicen que los podés llevar a 220. Este es como venía de fábrica, sin ninguna preparación especial para correr”.

Mientras maneja por Lucio V. López, Roldán cuenta que la primera restauración que hizo de una cupé Torino fue hace 22 años. “Hasta ese momento yo también hacía Chevy y Ford. Pero un amigo me sugirió trabajar con estos, que habían sido de producción solamente nacional. Me pareció un buen consejo, porque yo tenía que buscar cada repuesto, hasta el más chiquito. Después se empezó a correr la bola y como además me fui especializando, ahora vienen de todos lados. Tengo una ahora, que si la ves parece que está para el desarmadero, que cuando la termine va a salir para España. Hago en promedio tres autos por año, me lleva más o menos cuatro meses cada restauración”.

En Facebook, se lo encuentra como Leonardo Roldán
En Facebook, se lo encuentra como Leonardo Roldán

Con la paciencia de un orfebre y la precisión de un artesano, Roldán prepara viejos Torino para dejarlos a nuevo, como cuando salían de la fábrica. Desde el motor, hasta el tapizado y el tablero, cada detalle debe quedar como el auto original. “Los fines de semana, siempre vienen los que ya tienen su Torino andando, a que les haga alguna reparación menor. Cuando vienen al taller nos gusta hacer asados y quedarnos charlando, esto es como una gran familia”. 

En las redes hay grupos de fanáticos de los Torino, que inevitablemente recurren al "Cucu" para alguna consulta. “A veces cuesta saber qué tipo de vidrio lleva o un farol, porque el Torino se fabricaba de manera casi artesanal. Había líneas de ensamblaje, que compartía con el Gordini, el Gladiador y la Estanciera, los modelos que se fabricaban en IKA. Ya después en el 73 cuando lo empieza a hacer Renault, se hace en tandas más largas. El último año que se fabricó fue en el año 81”, dice este apasionado de la mecánica, que vivió en el campo hasta los 10 años, en el norte cordobés. Su papá venía a la provincia de Santa Fe para las cosechas y en el ‘80 decidieron mudarse a la región, porque había más oportunidades laborales. “Vivimos primero en Serodino y después acá a Lucio V. López”, recuerda.

La delegación argentina en Nürbugring con uno de los Torino.
La delegación argentina en Nürbugring con uno de los Torino.

En mayo del ‘69, el Cordobazo había tenido a los obreros industriales de las automotrices como grandes protagonistas. Había mucha producción industrial en el país y en Santa Isabel, en esa provincia, estaba ubicada la planta de Industrias Kaiser Argentina (IKA). Ese mismo año, los Torino serían protagonistas de una gesta histórica. En agosto, una delegación argentina viajó con tres autos para correr en el afamado circuito de Nürbugring, Alemania, para competir contra Mazda, Lancia, BMW, Porsche, Fiat, Renault, Alfa Romeo, Mercedes Benz y Ford, entre otras marcas reconocidas mundialmente. El jefe de la misión era el mismísimo Juan Manuel Fangio, que por entonces integraba el directorio de IKA, junto al preparador Oreste Berta. Fue una maratón automovilística que duró 84 horas y que se transmitió por radio. Eran tres pilotos por cada vehículo, que se turnaban para dormir y seguir manejando. Todo el país siguió las alternativas de esa carrera. A falta de cuatro horas para terminar, un Torino era puntero. Pero dos equipos rivales presentaron una queja por escrito, con la denuncia del alcalde de un pueblo vecino por los ruidos que salían del caño de escape de nuestro representante. La reparación en boxes para silenciarlo, demoró 14 minutos y así el Torino terminó llegando cuarto, fuera del podio pero con sabor a hazaña.

Roldán habla sobre Nürbugring: “A la historia la conozco bien, aunque no escuché la carrera porque todavía no había nacido. Pero leo cada información que encuentro de los Torino, porque no puedo ponerle cualquier tornillo o pintarlo del color que sea. Tengo que buscar datos de la época, manuales, filmaciones, todo lo que pueda ayudar a la restauración original, con lo que venía de fábrica”.

A esta altura de la charla y el recorrido, la pasión de Roldán por restaurar con obsesión milimétrica cada Torino que llega a su taller, parece exceder a los propios fierros. “Yo empecé a manejar con uno de estos. A los 13 años me enseñó mi primo, acá en el pueblo. Pero va más allá de eso. Yo lo que pienso siempre es que cuando se empezaron a hacer estos autos, teníamos en el país menos de 15 millones de habitantes. Y podíamos hacer esta máquina que le competía de igual a igual a los grandes del mundo. Hoy, que somos tantos más, me parece mentira que no tengamos para fabricar ni una bicicleta. Cada vez que yo dejo un auto a nuevo, no es sólo arreglar unos fierros, es ayudar a mantener esa memoria y preguntarnos si hoy no podríamos tener de nuevo una industria fuerte”, dice el "Cucu", todavía al volante del Toro. 

En una última recorrida por el taller, tras el paseo, se observa el logo de Torino con la bandera argentina arriba. "No es por hacerme así como los americanos, que le ponen a todo la bandera. Pero acá tengo autos que se fabricaban todos en este país y me pareció que tenía que tener la de Argentina pintada", reflexiona mientras se despide. Un rato después, Lucio V. López vuelve a quedar a media hora de viaje.