El confinamiento realineó la relación con determinados colores, en especial aquellos que decoran las paredes de las casas. De los grises y rojos apagados, se pasó a colores más orgánicos, algo que quedó en evidencia para proveedores de pinturas de todo el mundo. 

Según un artículo de Art News dos fenómenos paralelos se manifestaron desde principios de marzo: un aumento paulatino de las ventas, fruto del interés de muchas personas de repintar sus casa durante el confinamiento; y una sutil evolución en los gustos de las personas.

Tiendas británicas como Farrow & Ball han registrado hasta un repunte del 20% en las ventas; otras, como Sherwin & Williams, veían crecimientos más modestos a finales de abril (2%). La clave aquí es la tendencia: colores rojizos y azules de tonalidad oscura, como el elegido por la multinacional Pantone a principios del año, han caído un 90%; mientras que verdes y azules más naturales, además de amarillos y morados apagados, han crecido hasta un 59%. Tonos más orgánicos, más naturales.

El motivo se explica solo si se tiene en cuenta que el confinamiento obligó a millones de personas a replantearse la distribución y el aspecto de sus casas, inadaptadas al trabajo en remoto. Esto tuvo un impacto directo primero en algunos muebles (las sillas de oficina y los escritorios volaron, por ejemplo) y después en los colores. Se acabaron los grises tan característicos de la pasada década, o los rosas asalmonados. Menos artificio y más contacto con lo ausente, el aire libre.

Gamas tan brillantes y vívidas como el rosa coral, elegido "color del año" por Pantone en 2019, han pasado a mejor vida. Ni sobrestimulación, ni depresión. Un entorno sobrio, con la suficiente luz y contacto natural como sea posible.