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Es la nueva tendencia en identidad u orientación sexual: la ecosexualidad o sexo ecológico, que consiste en mantener relaciones sexuales (no necesariamente genitales) con los cinco sentidos en plena naturaleza e incluso con ella.

Sí, con ella, haciendo que la tierra pase a ser amante en lugar de madre. El movimiento ecosexual está relacionado con el arte y el activismo. Se centra en las relaciones sexuales humanas y la interacción ecológica, en sus diversas formas y contextos.

Esta tendencia lleva más de una década practicándose. Las líderes del movimiento, las artistas Annie Sprinkle y Elizabeth Stephens trabajaron años sobre ella en su Love Art Laboratory, declarándose ecosexuales.

Estas no solo se casaron con la tierra en una de sus bodas artísticas, sino que realizan bodas a lo largo del planeta, uniendo personas a cielo, mar, luna, sol o nieve. Cada vez son más los seguidores ecosexuales que realizan sus votos de amor con la naturaleza.

Su propuesta define diversas formas de conexión sensorial e interacción sexual con la naturaleza, desde una conexión puramente mental o espiritual, hasta relaciones físicas, siempre legítimas.

Pero vayamos al grano: ¿cómo se practica realmente esta tendencia? Para vivir el campo de maneras totalmente distintas a las imaginadas por casi cualquiera, se dan algunos consejos.

Por ejemplo, y citamos literalmente: “Acariciar el pasto sintiendo cómo le acaricia a su vez, oliendo su fresca fragancia o incluso, saboreando alguna brizna mientras juguetea su lengua con ella”.

Abrazar árboles, aunque suene a broma, es otra de las prácticas habituales de esta nueva opción sexual. Incluso comer florecillas, eso que muchos de pequeños probaron mientras jugaban a las cocinitas, es una práctica para despertar el placer sexual en la naturaleza.

Y la idílica y cinematográfica imagen de correr o pasear por un maizal, bajo el sol, acariciando sus hojas, tallos y granos de maíz con cuidado, puede llegar a ser una experiencia orgásmica para los aficionados a la ecosexualidad, así como bañarse desnudo en el mar o en el río, o comer y jugar con frutas específicamente seleccionadas.

Es decir, casi un todo vale con productos, seres y espacios naturales. Toda una tendencia asentada que ha calado hondo. De hecho, desde Greenpeace, ofrecen una guía para aquellos que aún estén un poco perdidos con la práctica, con una serie de indicaciones para que las relaciones sexuales, ya sea personales o con elementos de la naturaleza, sean lo menos dañinas posible para el medio ambiente.