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Empezó como una broma que le tiró a su novia, pero terminó convertido en su nuevo oficio. Aire fresco, ejercicio y alguien con quien hablar es lo que ofrece a cambio de 30 dólares la hora Chuck McCarthy. La propuesta se volvió tentadora para muchos que buscan evadirse un rato de la vida ocupada y a veces solitaria de Los Ángeles (Estados Unidos).

McCarthy pensó en primera instancia en hacerse paseador de perros, un trabajo que está muy extendido en las grandes ciudades, en las que las largas jornadas laborales de sus habitantes obligan a los dueños de mascotas a contratar este tipo de servicios.

"También vi muchos anuncios de entrenador personal de gimnasia", comenta a medios locales durante una caminata por las colinas de Hollywood. En ese momento, bromeó con su novia sobre pasear personas en lugar de perros.

Pero luego lo pensó seriamente y se dio cuenta de que había una necesidad de socialización en la gigantesca metrópoli californiana de diez millones de habitantes. El hombre comenzó a trabajar como The People Walker (el paseador de gente) hace dos años, pero la demanda fue tal que ahora cuenta con un equipo de 35 paseadores.

"The People Walker es sobre movimiento y conexión. Empezamos con esto porque pensamos que podría haber personas como nosotros, que necesitan motivación para salir de la casa, hacer ejercicio y hablar con otro cara a cara. Gente que a veces solo quiere la seguridad de un compañero, porque no quiere hacerlo sola, pero que no siempre pueden coordinar con amigos o familiares", explica el sitio web en el que los usuarios pueden elegir recorridos y compañeros y hasta regalar un paseo a otra persona.

McCarthy dice que muchos de sus clientes están casados, tienen hijos, amigos, pero sus horarios no coinciden con los de sus seres queridos, por lo que les resulta práctico acudir a The People Walker.

Para otros, las pantallas y las redes sociales ofrecen una especie de copia de peor calidad de las relaciones humanas reales y, en lugar de "gritar en el vacío de Twitter o Facebook", los clientes de McCarthy optan por volver a ese tipo de vínculos cara a cara.

"Es muy similar a ir a un confesionario, a un bar, a ver a un terapeuta o ir a la peluquería", ejemplifica McCarthy. "Es más una conversación que una confesión", sostiene. "No diría que escucho los secretos más oscuros de nadie ni que las personas se ponen a llorar durante nuestras caminatas", bromea.

Aspirante a actor, su floreciente negocio lo mantiene alejado de los castings: está a punto de lanzar una aplicación para teléfonos inteligentes y tiene planes para extender sus servicios a toda California y al mundo.