En tiempo de pandemia y con la ayuda de la ciencia, las bacterias están liberando la suciedad acumulada en los grupos escultóricos de la Capilla de los Médici en Florencia (Italia) que habían sido creados en el siglo XVI por Miguel Ángel, según lo acaba de demostrar un grupo de científicos, restauradores e historiadores que realizó un experimento para contrarrestar los efectos del deterioro en los mármoles de la cripta de los Médici.

La experiencia fue realizada en secreto por los investigadores y se concentró en las esculturas que revistan la cripta de las familias de mecenas y antiguos gobernantes de Florencia que hoy es parte del complejo turístico e histórico de esa ciudad y conocido como museo de las Capillas Mediceas.

Las estatuas esculpidas por Miguel Ángel Buonarroti (1475- 1564), el célebre escultor del Renacimiento italiano autor de los frescos de la Capilla Sixtina, la monumental escultura de Moisés emplazada en Roma o La piedad en el Vaticano, durante los siglos fueron acumulando capas de suciedad difícil de quitar de las obras.

El encargo a Miguel Ángel fue realizado por Giovanni di Lorenzo de Medici siendo ya el Papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, en 1513, mientras que el problema comenzó a principios de 1595 con la aparición de manchas y decoloración en uno de los sarcófagos. Con el tiempo los yesos utilizados para copiar las esculturas que embellecen el conjunto también dejaron su huella, relata el New York Times.

Unas bacterias son las responsables de la restauración de esculturas de Miguel Ángel

El sarcófago en cuestión es el de Alejandro de Médici, asesinado por su primo también llamado Lorenzo en 1537, y cuyo cuerpo fue envuelto en una alfombra y no fue eviscerado, por lo cual la descomposición terminó esparciéndose por las esculturas de mármol de carrara. Alejandro está enterrado junto a su padre Lorenzo II de Médici y el grupo se destaca por las alegorías de Aurora y Crepúsculo a los pies de la estatua del gobernante.

La novedad del experimento fue cuando utilizaron la bacteria Serratia ficaria SH7, que se alimenta de pegamento, aceite y fosfatos, "como arma biológica contra siglos de manchas", indica el medio. Fue así que previo a la pandemia y durante la segunda ola en Italia, utilizaron las bacterias para que se "comieran" las manchas, aunque la primera prueba la realizaron en la tumba de Giuliano di Lorenzo, duque de Nemours, cuyo grupo también fue esculpido por Miguel Ángel.

Ya en 1988 se había realizado una restauración del conjunto, que demandó casi una década. Se habían eliminado la mayoría de las manchas (paredes estropeadas por siglos de humedad y huellas de manos, daños en los yesos y marcas de cepillos de metal usados para eliminar el aceite y la cera), pero la suciedad de la tumba y otras manchas persistentes requirieron otro tipo de atención, algo observado en 2013 por la que fuera directora del museo, Mónica Bietti.

La idea de utilizar bacterias fue a raíz de una conferencia de 2016 organizada por Anna Rosa Sprocati y su equipo, llamada "Una introducción al mundo de los microorganismos", que fue presenciada por la restauradora Marina Vincenti.

Las bacterias -cepas aisladas de aguas de drenaje de las minas de Cerdeña- habían limpiado residuos de resina en los frescos de obras maestras del Barroco en la Galería Carracci del Palacio Farnese de Roma.

Estudios previos de espectroscopia infrarroja realizados por el Consejo Nacional de Investigación de Italia en 2019 reveló restos de calcita, silicato y otros en las esculturas y las dos tumbas que están una frente a la otra, en la Sacristía Nueva.

A partir de ello, la bióloga Sprocati de la Agencia Nacional Italiana de Nuevas Tecnologías, eligió la cepa adecuada, entre las que se usan para descomponer el petróleo en los derrames o reducir la toxicidad de los metales pesados.

El equipo compuesto por Donata Magrini, Sprocati, Daniela Manna, Paola D'Agostino, Bietti y Vincenti, realizaron pruebas acotadas con 8 cepas (no peligrosas y sin esporas) y tras seleccionarla la apropiada, extendieron geles con la bacteria SH7 sobre el sarcófago de Lorenzo di Piero, duque de Urbino, sepultado junto a su hijo asesinado.

Ahora los turistas que vuelven a recorrer el sitio pueden admirar las esculturas de Miguel Ángel y la tumba de Lorenzo II sin la suciedad provocada por el enterratorio a las apuradas del asesinado Alejandro, concluye el extenso informe del New York Times.