Por Sergio Arboleya

León Gieco, figura protagónica de la música popular argentina que este sábado cumplirá 70 años y será celebrado con conciertos gratuitos, estrenó este viernes "La amistad", tercera canción del álbum que publicará en 2022 y primera que refiere a ese vínculo pero que inscribe en una tradición propia basada en componer a partir de "tiempo vivido y compartido".

"Creo que todas las canciones están hechas de tiempo vivido y compartido. Es más, lo compartido está dentro de lo vivido pero nunca había abordado el tema de la amistad en las canciones hasta componer este tema", repasa Gieco durante una entrevista.

La canción que comparte con su amigo Gustavo Santaolalla y que incluye un coro familiar, es el tercer adelanto (después de "Todo se quema" y "Alimentación.com") de una nueva placa que publicará entre fines de abril y principios de mayo próximo, y con la que interrumpirá un silencio discográfico de una década.

El lanzamiento se suma a los dos grandes conciertos gratuitos en el Centro Cultural Kirchner (CCK) y en Tecnópolis con dirección musical de Lito Vitale, que respectivamente sábado y el domingo, reunirán a artistas cantando la esencial obra del artista nacido el 20 de noviembre de 1951 en Cañada Rosquín, provincia de Santa Fe.

Canciones fundamentales brotadas de su puño como "El ángel de la bicicleta", "Los salieris de Charly", "Hombres de hierro", "Ojo con los Orozco", "Sólo le pido a Dios", "En el país de la libertad", "La colina de la vida", "Cinco siglos igual", "La memoria" o "Carito", por citar azarosamente apenas algunas, son parte de un camino popular, laureado, reconocido y coherente que León visita en charla con esta agencia sin perder de vista su movilizante actualidad.

—¿Con "La amistad" y al sumar, además, a descendencias en los coros, encontraste una manera de hacer balance de tu propio andar? ¿Qué ves ahí?

—El sumar hijes y nietes en esta canción tiene que ver con que estuvo realizada e inspirada en eventos más familiares y más íntimos, y son les hijes quienes te enseñan a ser padre y madre, y la amistad como el amor se fortalece con ellos, en el trabajo de todos los días, en ese camino que aún falta recorrer, seguir aprendiendo, seguir preguntando, investigando, porque aún no ha llegado a destino y nunca llegará. Porque cuando se termine mi camino, elles seguirán caminando el resultado del amor y el respeto que hubo, y así se pasará esa posta eterna. Algo así como "ahora seguí vos, yo ya no puedo", y saber que un día seremos ausencias pero, si hay amor y respeto, van a ser más que primaveras y siempre ofrecerán flores eternas porque el amor es el lenguaje de la vida. Las ausencias aparecen de la nada como un refugio de los sueños victoriosos y perpetuos, siempre como presentes, como el aire al respirar y por eso en algunas canciones hacemos coros familiares.

—En "La amistad" hacés referencia a un sentimiento capaz de sortear las distancias, las ideas y los caminos elegidos ¿en qué cosas sentís entonces que se fundan esos lazos fraternales?

—Los lazos fraternales de la amistad son un sentimiento que sortea distancias, decisiones personales y un montón de cosas más pero no las ideas. Con respecto a las ideas se necesita una mirada del mundo, en lo social, en lo político, en lo global. Yo no podría ser amigo de un nazi, por ejemplo. Para mí la amistad se funda en la mirada que tengas del mundo.

—¿Qué significa Gustavo Santaolalla en tu vida artística y personal?

—Antes de que me propusiera hacer mi primer disco, nos habíamos conocido en unas circunstancias especiales. Yo trabajaba en Entel como telexista internacional y lo escuché en una entrevista en "Modart en la noche". Tras ese reportaje, me anoté para estudiar y aprender con él escuchando música y me mostró los sonidos de Joan Baez, Bob Dylan, Crosby, Stills & Nash, pero también de Jaime Torres. Por entonces, Alain Debray (seudónimo de Horacio Malvicino) me ofreció grabar canciones de los Bee Gees en castellano para la RCA y Gustavo me dijo: "Hacé eso pero aquí no vengas más. Te estoy proponiendo grabar tus propias canciones". Lo pensé, me descompuse varias veces y pasaron tres meses y le propuse "hagamos el disco" y "El país de la libertad" fue la punta de lanza de una carrera que sigue hasta hoy gracias a él. Cuando en el '80 no tenía idea de cómo empezar a grabar "Pensar en Nada", él me propuso los primeros pasos en Los Ángeles, donde vivía desde hacía cuatro años, y me marcó a los músicos con los que grabé en Buenos Aires y terminó siendo uno de mis discos más vendidos también gracias a él. En 1984 vino a producir "De Ushuaia a La Quiaca" y se lo puso al hombro como nadie. Es algo que no podría haberlo hecho sin él e, incluso, se plantó y dijo: "No salgo a grabar si no tengo cámaras para filmar" y ahora es un proyecto único de recopilación de músicas folclóricas argentinas. Diría que Santaolalla es mi salvador. Y, desde el año 90, cada vez que grabo lo invito a cantar una canción, lo hacemos por cábala, él sabe que me trae suerte, Y en este caso fue acertado invitarlo a cantar este tema que habla de la amistad.

—¿Cuánto extrañás a Mercedes Sosa, a Sixto Palavecino y a Elpidio Herrera, otros tres grandes artistas que nombrás en la canción?

—Son tres personajes que los menciono porque los extraño mucho. A veces pienso que Dios debería ser más perfecto y cederle un plus de años de regalo a algunas personas como ellos.

—"La amistad" es también el tercer adelanto de un nuevo disco que publicarás en 2022 ¿Qué te motivó a volver a estudios después de nueve años?

—Creo que la pregunta correcta sería "¿por qué tardé tantos años en motivarme?". La respuesta es que, después de componer más de 300 canciones, se produce un desgaste intelectual que, creo yo, tiene que ver con el paso del tiempo. Creo que uno trata de salvar los días que se están yendo, ningún día nuevo ya mira atrás y la rueda que gira no da tregua.

—Las tres canciones del nuevo material que se conocen hasta ahora ratifican tu sonido, y tu manera vigorosa y consecuente de entender la música, ¿cómo te ves vos como artista?

—Creo que como artista me veo limitado. Me gustaría tener mejor cuerpo, bailar mejor, ser mejor guitarrista, cantante y armoniquista. Me arrepiento de nunca haber estudiado música, de nunca haber hecho vocalización y de no haber estudiado inglés. También de no tener elementos para improvisar con amigos que sí son buenos músicos y de no saber tocar todas las canciones de Los Beatles, los Rolling o Dylan, así como hacen Charly o Lito o Malosetti o Fito. En todo esto me siento limitado como artista. En lo demás, que no sé qué es lo demás, no me va tan mal.

(Télam)