Este 29 de julio se celebra un nuevo Día de la Cultura Nacional en Argentina y es una buena oportunidad para reflexionar sobre el papel fundamental que desempeña en esta coyuntura que atravesamos.

Nos encontramos frente a un punto de inflexión para la humanidad, una pandemia que nos impuso, como hecho novedoso, el primer estado de cuarentena global. Como nunca antes, quedó en evidencia el poderoso fenómeno de la globalización en el que estamos insertos y conectados. Esto no quiere decir que se trate de un mundo integrado. Muy por el contrario, las desigualdades sociales y económicas se siguen profundizando: 2.000 multimillonarios poseen más riqueza que 4.600 millones de personas (el 60% de la población mundial).

Estamos ante problemas comunes que ningún Estado puede resolver por sí mismo. Esta interdependencia planetaria nos obliga a promover una globalización de la esperanza y de la solidaridad, como alternativa a la actual globalización de la indiferencia y de la exclusión. La mayor parte de la energía de los estados nacionales está puesta en la decidida intervención para dar soluciones inmediatas a la emergencia sanitaria y se han volcado una enorme cantidad de recursos para la asistencia de la crisis y para el desarrollo de la vacunación.

Desde el Ministerio de Cultura podemos dar cuenta de cómo las medidas sanitarias para enfrentar el Covid-19 modificaron nuestras agendas y planes para este año y medio. Nos vimos obligados a cerrar museos y teatros, a suspender conciertos, espectáculos públicos, rodajes y demás actividades. El sector de las industrias culturales y sus trabajadores y trabajadoras fue y sigue siendo uno de los más afectados al ver mermar su trabajo y producción. Según un informe reciente de UNESCO, a nivel mundial, en 2020 se perdieron 750.000 millones de dólares respecto de 2019, y más de 10 millones de puestos de trabajo se vieron afectados en el sector de las industrias culturales. Nuestro país no es la excepción.

Es por eso que nuestra preocupación principal fue acompañar y apoyar a artistas, trabajadoras y trabajadores de la cultura, a centros culturales, salas de teatro, empresas y organizaciones comunitarias y a los distintos sectores de las industrias culturales. De esta manera, se realizó una inversión de más de 17.500 millones de pesos por parte del gobierno nacional durante la emergencia sanitaria para acompañar a más de 140 mil artistas, trabajadores y trabajadoras de la cultura, con programas como Sostener Cultura I y II; Músicas esenciales; Cultura Argentina en Casa; Fomento Solidario; Activar Patrimonio; Fortalecer Cultura, Cultura Solidaria; Manta; Fomento Productivo y ATPs; a más de 6.200 empresas culturales con las líneas ATPs; TASA 24%; Línea BNA MiPyME CULTURA; a más de 6.500 espacios, elencos y organizaciones culturales a través de los programas Fondo Desarrollar, Plan PODESTA, subsidios CONABIP, Puntos de Cultura; y a 138 Festivales de distintas localidades del país.

En este contexto, podemos destacar el apoyo extraordinario Cultura Solidaria, que fue diseñado especialmente en el marco de la pandemia, y representa la inversión más importante en la historia del organismo, en términos de transferencia directa a trabajadores y trabajadoras. Además, a través de esta política pública, se generó un círculo virtuoso de solidaridad y compromiso con los mismos trabajadores y trabajadoras que desarrollan acciones solidarias voluntarias. De esto se trata también nuestra cultura nacional: ponerse al servicio de los otros. Así como lo hacen también nuestros músicos y músicas en los centros de vacunación que, con sus intervenciones artísticas, se reencuentran con su público, al tiempo que ponen en marcha su trabajo y producción.

Es que estamos ahora en una nueva etapa, la de la reconstrucción, con la apertura de distintas actividades culturales, y esto nos impone la tarea de fortalecerlas y desarrollarlas con la mirada puesta en un porvenir más luminoso. Es necesario tener presente que las industrias culturales, con adecuadas políticas de fomento, cumplen un papel fundamental en la creación de trabajo, en la reactivación económica de los países, y en la generación de sentidos.

A su vez, la pandemia también puso en evidencia que muchas de las actividades humanas han migrado a la virtualidad en forma definitiva. El acceso a internet es un derecho humano y resulta vital garantizar que los pueblos, con sus propias palabras y sus diversas identidades, tengan acceso a las nuevas herramientas tecnológicas, como parte de la democratización cultural. Es hora de preocuparnos y ocuparnos en reducir la brecha digital.

La pandemia nos transformó a todos y todas, pero la cultura nacional, que está fundada en una enorme diversidad, sigue siendo el motor que nos acerca y nos une. Es nuestro patrimonio material e inmaterial y las artesanías, las músicas y sus artistas, las comidas regionales, los escenarios con sus actores y actrices, las películas y obras de teatro, nuestros relatos orales y escritos, todo aquello que construimos todos los días de nuestra vida. La cultura nacional es lo que nos define como argentinos y argentinas, lo que nos permite reconstruirnos y ponernos de pie las veces que sean necesarias.