Cantar es otra cosa

Se los digo en serio. Cantar no es competir. Cantar no es un concurso en tele. Cantar no es una actividad que nos deberían “juzgar”. Cantar no tiene que ser “evaluado” por un jurado malo que te maltrate o uno dulce que te diga que te sigas esforzando para “triunfar” (¿en que?, me pregunto, ¿en los medios? ¿en la vida? ¿en que?)

¿En programas con jurados con botones, con sillas que se dan vuelta, ahora en el de Tinelli con 100 jurados?

En la vida real me cuesta mucho hacer cantar a los adultos. Llegan muertos de miedo. De prejuicios. De imposiciones sociales. De menosprecio hacia si mismos.

“Yo no nací para la música”

“Yo soy un perro”

“Me echaron del coro en la primaria”

Y llegan idolatrando este tipo de ideas de los concursos. También, burlándose de los que desafinan y se animan a ir a la tele. Y esperando que yo, como docente, aprete un botón y los juzgue más.

Da mucha vergüenza cantar. Es una exposición muy grande para, encima, ponerse siempre en el lugar de ser una porquería y endiosar a los demás.

Cuando les digo que cantan bien, no me creen. Pero entonces, ¿que es cantar? Cantar es jugar. Es amor y es el otro. Cantar es colectivo.

Cantar no es competir. Es ayudarnos. Es escucharnos. Es mimarnos. Por eso los coros, los talleres de canto colectivo, las murgas y tantos proyectos similares son vitales. Ahí es donde está la esencia. Ahí es donde estamos todos y todas y nos necesitamos (cantemos una sola notita o muchas).

Aprovecho estás líneas para decir que es una lástima que el Estado haya dejado de lado planes como el Plan Coral y los Coros del Bicentenario.

Con poquito dinero se hace mucho. Y se canta de verdad. Con la esencia del amor.

Lo que vemos en televisión es entretenimiento.

Miralo si querés. Pero sabelo: cantar es otra cosa