En sus poco más de 180 páginas, la nueva novela de la escritora rosarina Virginia Ducler Sólo soy uno que llora es un entramado de metarrelato: la autoficción de un diario personal con historias de la guerra en Italia, los recuerdos de una adolescente en una familia de clase media y el dolor de un abandono amoroso, se entrecruzan con una búsqueda detectivesca de un valuado cuadro. Y todo el cócktail se presenta al calor de una jornada de fin de año en una quinta de verano donde toda la familia reunida implosiona entre múltiples meteoritos encontrados.

Esta novela corta tiene los rasgos de parodia familiar que pululan entre imágenes similares a los clásicos films argentinos “Esperando la carroza” desde el humor, y “La ciénaga” desde la parsimonia al calor del verano, y fue publicada de la mano de UNR Editora. El viernes 23 de abril a las 17 será su flamante presentación en el patio de la Facultad de Humanidades, Entre Ríos 758.

Aunque ahora ve la luz, es una historia escrita lejos y hace tiempo por la autora, la cual devino luego en Cuaderno de V, novela publicada en 2019 por Mansalva, donde valientemente relata las memorias de una niña abusada y violentada en su primera infancia. Como si la apertura de la caja de Pandora, ese espacio oscuro al que llamamos 'memoria familiar' hubiera llevado a una cajita más oculta, aquella ubicada en el recóndito subconsciente donde nadie se anima a entrar para ver los monstruos personales.

En Sólo soy.. Ducler lo nombra como “un barro huidizo de recuerdos oscuros que se actualizan toda la vida”, y el objetivo saludable es desnaturalizar la violencia, que parecía inmanente a la vida en su niñez.

En esta nueva publicación, que se puede pensar como una precuela, se amplía la historia de la protagonista, con la de su abuelo en la Italia de la Primera Guerra, la de primos y tíos en una quinta en la que todo el tiempo se huele venir la “tormenta” que pareciera nunca llegar. En diálogo con Rosarioplus.com, Ducler desarma algunas de las ideas que rondan el espíritu de esta obra literaria que traerá ecos de resonancia por doquier, ya que cabe preguntarse ¿Qué familia no tiene una parodia o una tragedia en su racconto histórico?

Rosarioplus.com: -En la trama siempre se percibe algo terrible que está por ocurrir ¿Hasta dónde no es una profecía autocumplida?

Virginia Ducler: - La protagonista ya sabe lo que va a pasar. Aunque en realidad lo más horrible ya pasó, de modo que 'lo que va a pasar' termina siendo consecuencia (las traiciones, el robo del diario, etc.). Lo que Noelia provoca es sólo un hecho que dispara otros que están contenidos en la trama, y que trascienden su voluntad.

RP: - En tus libros hay un anclaje en la historia personal, y ahora se complejiza la historia al traer un entramado familiar donde reaparecen imágenes de la violencia de tu infancia pero en menor medida, y donde se desenmascaran miserias y conflictos de cada vínculo. Cuando te entrevisté por Cuaderno de V me contabas que estabas reescribiendo esta novela que estaba macerando hace más de 10 años. ¿Cómo surgió tu necesidad de pulir esta historia?

VD: - En realidad no reescribí esta novela, sino que la corregí para su edición. La escritura me llevó varios años (cuatro o cinco). Escribirla fue, por un lado, una experiencia literaria, ya que puse en práctica muchos recursos narrativos de los que me fui apropiando en la construcción de la trama, en un aprendizaje como narradora. Pero también fue una experiencia vital ya que con esta novela empecé a bucear en mi memoria infantil y familiar.

Este proceso no se detuvo, y en mi novela Cuaderno de V se profundiza. Al corregirla para su edición, me di cuenta de que podía pensarse como la base, esto que llaman precuela, de Cuaderno de V.

RP: - Esta novela tiene rasgos de tu historia familiar pero ¿Qué la hizo despegarse de la vida real para finalmente ser una pieza literaria autónoma de lo personal?

VD: - El paso de la realidad a la ficción no se dio en un momento determinado, ya que desde un principio supe que iba a construir un texto de ficción. A mis 18 años nació la idea de escribir una novela familiar, motivada por el hecho de que mi abuelo materno, ya muy viejo, solo se asomaba a la realidad para hablar de esa batalla en la que participó en su adolescencia. Es una novela escrita por capas. Primero me puse a estudiar la historia de la primera Guerra mundial.

Por otro lado empecé a bucear en mi infancia. Tenía el recuerdo de la mujer que me "cuidaba" y me pegaba entre los tres y cuatro años, y supe que tenía una gran necesidad de contarlo.

En otro archivo empecé a construir la ficción. Y después empezó el montaje, que consistió en entrelazar esas capas. Y llega un punto en que la novela toma autonomía, se separa de mí, y ya no importa qué es realidad y qué es ficción. Es decir, en el momento en que cobra autonomía, deviene objeto separado de mí, y se torna real, más real que lo real.

RP: - El cuadro del Nono es un objeto que todos los personajes codician y que  ayuda a que uno de los relatos entramados se vuelva una investigación detectivesca ¿es este cuadro una caja de resonancia? ¿una semilla de todo lo que después acontece, como en una unión con ese pasado de la guerra que busca respuestas para el futuro?¿O cómo pensaste a este objeto central de la trama?

VD: -Cuando escribía esta novela yo estaba muy interesada en los pintores expresionistas alemanes, y quería hacerlos tomar parte en la trama de algún modo. Algunos de ellos combatieron en la guerra, así que todo cerraba... La figura del cuadro tiene muchas aristas. Una de las funciones (la más evidente) es la de generar tensión narrativa y funcionar a modo de hilo que enlaza los diferentes registros, las múltiples voces.

RP: - Durante la cadencia de la historia también encontré algo del delirio de familia de clase media argentina de hijos y nietos de inmigrantes que se observa en Esperando la carroza, con los vínculos sin filtro, la parodia. ¿Consideras que la identificación que ha generado hasta ahora (en las devoluciones que hayas tenido) tu novela tiene que ver con esa idiosincrasia de familia argentina?

VD: - Aunque no hubo ninguna intención a priori de reflejar la idiosincrasia de la familia argentina, sin duda hay una fuerte impronta generacional que identifica a la típica familia extensa burguesa, con abuelos inmigrantes, etc. La referencia a Esperando la carroza es muy atinada.