Un itinerario, un conjunto de jóvenes que inventaron un estilo en el cruce de los géneros, en la vereda de la libertad, por la calle de una ciudad, con el Paraná vibrando, así aparecen ellos en la historia. Son parte de la generación que cambió la música e inventó ese artefacto único e irrepetible llamado Rock Nacional, aunque para algunos suene contradictorio.

Esta última reunión los llevó por escenarios varios como Cosquín, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y San Juan, para recalar -como debe ser- en su pago chico. Este viernes y sábado a las 21.30, y el domingo a las 20.30, subirán al Teatro El Círculo. Pero el cierre será en el teatro Gran Rex de Buenos Aires el 14 de diciembre.

Los llamaron “La Trova”. Andaban reunidos, inventando las canciones más hermosas, los arreglos más innovadores y un aire nuevo increíble que olía a río, a urbe, a grupo, a juventud.

El país los recibió sorprendido porque allí estaba el rock, la balada, el folklore, y lo decían como nadie antes. Les brotaban metáforas de búsqueda y los atravesaba un amor agrio y abierto.

Algunas canciones fueron el paradigma de la década como Se fuerza la máquina, Era en abril, Basura en colores, Cuándo, Canción del Pinar, Sueñero, El témpano, o Sueño de Valeriana. Dejaban atrás la dictadura y sus armonías, llevaban dentro el vértigo de crecer, de abrirse como propaladoras en estadios y pequeños locales.

Son de colección y siguen creciendo, son tan jóvenes como entonces porque su música la llevan en los pies y en el alma de generaciones de argentinos.

Con esta gira de 2019 desde su presentación en Cosquín han venido a afirmar que la Democracia es posible, que el amor es posible y que no todo se termina con la lluvia.

Hace 35 años el país decía adiós al horror y estos jóvenes sabían que había que ponerle música a la transición y seguir la historia como quien busca el amor de su vida, su raíz, su sombra, la Patria de la infancia.