La salida de Leandro Somoza causó revuelo en Rosario Central y en los medios tanto rosarinos como nacionales, aunque la explicación de esa sorpresa no es el motivo de su salida, sino el momento y la manera.

Somoza llegó a fines de marzo, luego de que el ciclo de Kily González llegara a su fin al perder como local ante Newell’s. Si hay un punto a favor para el ex jugador canalla, es que durante su etapa en el club, muchos juveniles debutaron en primera, y no solo jugaron, sino que fueron importantes tanto en lo futbolístico como en lo institucional.

La confianza que el Kily le dio a jugadores como Emmanuel Ojeda, Lautaro Blanco, o Luca Martínez Dupuy, fue clave para buenos resultados durante alguna parte del torneo, para llegar a cuartos de final en Copa Sudamericana, y también para darle al club un prestigio en sus inferiores, que había perdido.

Pero más allá de los juveniles que González afianzó, Central no contaba ni cuenta con jugadores de jerarquía para mantener la regularidad que el hincha y la dirigencia esperan, por eso un ídolo del club terminó yéndose por la puerta de atrás, con resultados sumamente desfavorables.

Pero si hay un gran error, en el entendimiento de este proceso, es la llegada de Leandro Somoza, un técnico sin experiencia alguna (fue ayudante pero jamás había dirigido) y sin nada que lo represente en Rosario Central. Apenas llegó, el primer pensamiento fue: “es el Mono Burgos de Newell’s”. Dicho y hecho.

Pero más allá del error a la hora de elegir al DT o por lo menos, al estilo de DT, el segundo problema viene en el respaldo, uno que nunca se cumplió. Si alguien llega y hace una lista de jugadores a no tener en cuenta, es la dirigencia quien debe decir: “estamos preparados para reemplazarlos” o “es lo que tenemos”.

La promesa de refuerzos que nunca llegan, así como en el ciclo anterior, es uno de los motivos principales para explicar los malos resultados (de once partidos dirigidos perdió tres, empató cinco y ganó tres), sumado a una falta de experiencia que se notó en un equipo que a pesar de no contar con la jerarquía suficiente, jamás mejoró en estos meses de trabajo.

Un técnico se quedó y peleó hasta el final por amor al club, el otro decidió irse cuando no le cumplieron. No es una crítica, es la realidad, y lo normal si la elección del técnico no cierra por ningún lado.

Central está a poco meses de las elecciones, y quizás sea el punto de quiebre que necesite para salir a flote. Por el momento, nadie se hace cargo, y el reloj no para.