El clásico de la ciudad terminó en una batalla campal luego de que Newell's le gane a Central y le quite la posibilidad de ser campeón en su cancha y a falta de una fecha para el final del torneo. Si de por sí esos hechos ya son lamentables, peor aún fue la situación que vivieron los futbolistas del rojinegro después de los festejos.

La guerra de trompadas que se vio cuando el árbitro dio el pitazo final fue solo el comienzo de los incidentes por los que pasarían los juveniles leprosos en la tarde de domingo.

Apenas culminó el partido, el número 7 de Central golpeó al 17 de Newell's, y allí comenzó todo: una batalla campal que no solo quedaría entre los jugadores, sino que la hinchada del local también tiró botellas y bombas dentro de la cancha. Los policías y coordinadores de los equipos intentaron separar pero el tumulto era insostenible.

Cuando las aguas se calmaron, los jugadores leprosos fueron acompañados y cubiertos por la seguridad a la puerta visitante, pero debían esperar a que primero se retire Central, porque el predio solo tiene una salida.

La policía pidió que se retiren los padres de los jugadores leprosos. Pero como afuera del estadio quedarían a la deriva, el plantel de Newell's discutió con la seguridad intentando evitar la salida de su gente. La discusión llevó a mayores y la policía chicaneó y golpeó tanto a jugadores como al cuerpo técnico y familiares leprosos. Mientras tanto, desde adentro de la cancha, hinchas rivales les tiraron bombas a los jugadores, que terminaron golpeados y heridos.

También hubo incidentes camino al vestuario, cuando los juveniles debían buscar sus pertenencias y se encontraron con simpatizantes canayas. La policía procedió a tirar balas de goma. Una dio en la pierna de uno de los coordinadores de Newell's. En medio del incidente, parte de la hinchada de Central volvió a cargar con los futbolistas lanzándoles piedras, lastimando a varios de los chicos.