Paris Saint Germain, con Lionel Messi como figura estelar, recibirá al Real Madrid en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, con el objetivo de sacar alguna diferencia como local con miras a la revancha y de, personalmente, levantar el nivel y relanzar su estadía en París.

Por el momento, Lio está lejos de la versión que le subió al Olimpo del fútbol, y los aficionados del París Saint-Germain comienzan a preguntarse si, a sus 34 años, no ha llegado demasiado tarde a la función parisina.

Messi ha llevado al club a una nueva dimensión en lo institucional, ha multiplicado sus seguidores en las redes sociales y mejorado las ventas de sus productos en todo el mundo. No hay un rincón del planeta donde el tirón del exbarcelonista no haya hecho famoso el escudo del PSG.

Pero en el campo su influencia es todavía limitada, en consonancia con el juego del equipo, que ha provocado la cólera de los hinchas, decepcionados por no ver reflejado en el césped la ilusión que generaba la plantilla. Messi, por ser el uno, se sitúa en la proa de esa decepción, aunque todo el mundo mantiene la esperanza de un despertar. Quizás frente al Real sea ese momento.