Del, posiblemente, mejor momento de su carrera, a una de las temporadas más difíciles en cuanto a clubes que le podamos recordar. La salida de Barcelona, ​​el llanto, el cambio de ciudad, la llegada repentina a París, las lesiones, el covid, la eliminación en Copa de Francia, el penal errado, las críticas, y el bochorno de este miércoles contra Real Madrid, su presa favorita. Un suceso de hechos y un precio muy alto que, sin dudas, hubiera estado dispuesto a pagar por la copa del 10 de julio.

Pero si tenemos que retroceder para llegar al eje de la situación, nos vamos a 2017. La salida de Neymar y de Luis Enrique de Barcelona comenzó una etapa que lo puso a Leo cuesta arriba para lo que quedaría de su estadía en el club de sus amores Una mala organización, con un presidente con quien no tenía la mejor relación, los fracasos con la Roma y después con el Liverpool, la despedida de Luis Suárez, su mejor amigo, y de la manera en la que se fue, fueron cosas que dejaron a Messi descuidado en un lugar en el que siempre se había sentido cómodo. Algo totalmente diferente a lo que sucedió en nuestro país.

Si de algo nos quejábamos, y también nos recriminábamos los argentinos, era la notable diferencia entre cómo nuestro capitán disfrutaba más en Barcelona que en su propia tierra, donde era - increíblemente - cuestionado.

Las vueltas de la vida

El fracaso del Mundial 2018 marcó un antes y un después en la historia del 10 en el seleccionado argentino. La llegada de Scaloni, y la aparición de una nueva camada que aprendió a acompañarlo, tanto como adentro afuera de la cancha, nos mostró una cara de Messi, que, en este lado del mundo, no conocíamos. Pero mientras más cómodo parecía estar con la celeste y blanca, más se complicaron las cosas en Europa.

Con el burofax de por medio, Leo se queda en Barcelona y apuesta (obligado) por continuar. Pero llega la Copa en Brasil, y todo cambia. Torneo excelente, con goles, asistencias, gritos, llantos y un final soñado en el escenario perfecto.

La vuelta a Barcelona se encamina, con un contrato prácticamente hecho, reduciendo la mitad del sueldo, pero con una mochila de cien kilos que ya no cargaba. Sin esa presión, decide quedarse y seguir intentando en su club de toda la vida.

Las vueltas de la vida

Horas antes del anuncio, la negociación se cae, la renovación se complica, y con solo días para el cierre del mercado, el campeón de América y mejor jugador del mundo está sin club. El momento perfecto para que el sueño del jeque árabe se cumpla. PSG llama al instante y en horas ya era el compañero de Neymar, Paredes y Di María.

La presentación del proyecto y el gran grupo que lo esperaba no quitó la angustia de irse de su ciudad. Ciudad que lo amaba, y que lo vio crecer desde que llegó con 13 años. El cambio de idioma, de clima, la escuela de sus hijos, el largo viaje hacia el entrenamiento, y tantos otros obstáculos que se fueron presentando en su a París.

Las vueltas de la vida

Después de unos últimos años muy complicados en Barcelona, ​​la primera etapa en Francia no iba a ser nada fácil. Lesiones propias, la lesión de Neymar, el culebrón de Mbappé, la desaparición de Sergio Ramos, y tantas otras situaciones que mostraron a un equipo muy incómodo, tanto en el vestuario como en el césped.

Pero todo parecía calmarse cuando venía a su país. Tres goles y show en el Monumental ante Bolivia para el festejo de la ansiada copa con su gente.

Una vez más, la vuelta a Europa seguía complicando las cosas. Las críticas por un "mal rendimiento", algo que no reflejaban sus números, volvieron a poner a Leo en un lugar incómodo.

Mientras la novela de Mbappé se extendía, el mismo francés sostenía una base de goles a un equipo al que el DT, Mauricio Pochettino, nunca le encontró la vuelta. Las facilidades de Messi para jugar con la nueva camada en la selección, no la vio en París desde su llegada, y se notó en el funcionamiento del equipo.

Seis meses es una prueba apresurada. Es muy difícil que todo funcione en un tiempo tan corto, pero la noche fatídica en el Bernabéu marca un antes y un después. El corto camino que queda hacia el Mundial de Qatar obliga a Messi a descansar, pero también a competir, que es lo que más le gusta, y lo que lo mantiene vivo.

Esta temporada no será de las que recuerden con mayor alegría, pero tendrán ese 10 de julio tatuado para siempre. Ahora queda mirar a noviembre, esperando ponerse la mayor cantidad de veces posibles la celeste y blanca. Y como son las vueltas de la vida, que hoy nos toca ser el lugar donde disfruta y no donde padece.