El astro argentino Lionel Messi cerró este sábado su ciclo de dos años en el París Saint-Germain con el desprecio de un sector de la hinchada y una derrota 3-2 frente a Clermont, que exhibió el frágil temperamento del campeón del fútbol francés.

El último compromiso de la temporada parecía un trámite por los goles del español Sergio Ramos (16m.) y Kylian Mbappé (21m.), de penal, pero devino en un traspié ruborizante frente a la levantada de la visita con tantos de Johan Gastien (24m.), Mehdi Zeffane (46m.) y Grejohn Kyei (63m.).

La última pelota del argentino como jugador parisino fue un tiro libre cercano al área que pudo significar el 3-3 pero que el arquero Mory Diaw se lo negó con una tapada sobre el ángulo superior izquierdo.

Su esposa Antonela Roccuzzo, sentada en el palco del Parque de los Príncipes junto a sus hijos, lamentó la acción que hubiera significado un final digno de serie para el capitán del campeón mundial en Qatar 2022.

La salida de Messi del campo de juego se produjo con naturalidad, entre saludos a compañeros y rivales, y con absoluta indiferencia de las tribunas, que más temprano, volvieron a destinarle leves silbidos cuando la voz del estadio anunció las alineaciones.

Un rato antes del partido, en una decisión por lo menos extraña, el club confirmó oficialmente con un comunicado la marcha de Messi al final de su contrato, el 30 de junio.

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Messi deja PSG a dos años de su llegada, con una balance de tres títulos (dos Ligue 1 y una Supercopa de Francia) y un registro de 32 goles y 34 asistencias en 75 partidos.

En la actual campaña, el argentino fue el segundo mayor anotador del equipo (16 tantos) detrás de Kylian Mbappé (29) y el máximo asistidor de la toda la Ligue 1 con 16 pases-gol.

La consagración del equipo en la Ligue 1 2022/23 se produjo el sábado pasado gracias a un gol suyo en el empate con Racing Estrasburgo (1-1), de visitante.

Sin embargo, Messi recibió un continuo hostigamiento de un sector de la parcialidad del PSG desde la eliminación del equipo en la Liga de Campeones de Europa, un trofeo ausente en las vitrinas del club, que se convirtió en una obsesión desde la llegada de los dueños qataríes.