El padre del tenista estadounidense Andre Agassi falleció esta semana en las Vegas a los 90 años. Era un ex boxeador iraní autoritario que uso métodos poco ortodoxos, que abundaban en maltratos y exigencias extremas, para que su hijo llegase a la cima del mundo y sea uno de los mejores jugadores de la historia.

Mike fue un ex boxeador olímpico que aprendió a pelear de chico debido a que su madre, una mujer desagradable, lo obligaba a llevar ropa de niña al colegio cada vez que se portaba mal. Con los años, cansado de tanto maltrato y miseria falsificó un pasaporte y se escapó a los Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Allí de día era ascensorista en un hotel y de noche se subía al ring.

Su amor por el tenis había nacido en su país natal. Cuando terminó la guerra, los soldados americanos le enseñaban a hablar en inglés mientras él los acompañaba a un parque donde había dos canchas de tenis y hacía las veces de recogepelotas. Pero como en Teherán nadie practicaba ese deporte, se dedicó al box. Rápido de manos, ligero de pies y resentido contra el mundo, con su rabia tenía una ventaja en el cuadrilátero.

La conflictiva relación entre padre e hijo salió a la luz en Open: Memorias, la autobiografía que Andre publicó en 2015: “Odio el tenis. Según mi mamá, mi padre había decidido desde mucho antes de que yo naciera que sería tenista profesional”. Desde niño las horas de entrenamiento a las Mike sometía a su hijo eran extenuantes. En una cancha de cemento construida especialmente en el patio trasero de su casa y con una maquina lanza pelotas, también diseñada para la ocasión, el kit de las Vegas tenía que devolver 2500 pelotas por día, unas 17.500 a la semana y alrededor un millón al año. Intolerante por naturaleza, no admitía errores. “Pégale  antes. Con más efecto. Dale más fuerte. ¡A la red, no! Maldita sea”.

“Nadie me preguntó nunca si yo quería jugar al tenis y mucho menos si quería hacer del tenis mi vida. De hecho mi madre creía que yo había nacido para ser predicador”. En la categoría de menores de 10 años, Andre, ganó sus primeros siete torneos, pero su padre se mantuvo inconmovible mientras que el odio del niño por este deporte se acentuaba y su pasión por las disciplinas grupales se acrecentaba. Su alegría terminó el día que su Mike los sacó de una cancha de fútbol en plena competencia y le gritó: “Tú eres jugador de tenis. Vas a ser el número uno del mundo y  ganar mucho dinero. Ese es el plan y no hay nada más que hablar”.

Andre Agassi finalmente terminó siendo uno de los máximos exponentes de la historia del deporte de la raqueta. Con una vida perturbada, llena de altibajos y conflictos internos, llegó a ser número uno del mundo. Pese a sus fantasmas y miedos logró a batir gran cantidad de records que lo convirtieron en una de las grandes leyendas del tenis, con la muerte de su progenitor concluye otra de las etapas de su vida.