“Para el autor el lector es una construcción necesaria, una conjetura creada a la manera de un contrincante de ajedrez. De tanto en tanto, los autores tenemos la enorme fortuna de encontrarnos con los lectores de carne y hueso”. Andahazi se confiesa entusiasmado con su viaje a Rosario, ciudad a la que vendrá este jueves a presentar su más reciente libro, Los amantes del Danubio. “No veo la hora de encontrarme con los lectores rosarinos, con quienes mantengo una larga relación de afecto desde mi primera presentación, allá por 1997, con El anatomista. Es un placer enorme asistir a la metamorfosis del lector ideal al lector real. Disfruto mucho de las charlas con el público. Borges solía jactarse de sus lecturas. Yo, además, me jacto de mis lectores”, sostiene en diálogo con Rosarioplus.com.

Con aquel libro que hace casi veinte años lo hizo famoso mantiene hoy una buena relación. “Sería muy ingrato de mi parte renegar de El anatomista. Gracias a mi primera novela pude dejar de ser un autor inédito, pude conocer casi todo el mundo presentando mi obra, incluso Venecia, Florencia y Roma, escenarios de la novela que no conocí hasta entonces”, asegura. Admite que la obra le permite además seguir vigente porque es un libro que se reedita todo el tiempo y las nuevas generaciones lo conocen gracias a ese texto. Aunque no todos son buenos recuerdos. “Lo que sí me provoca algún fastidio es recordar el escándalo que se generó con Amalia Lacroze de Fortabat cuando quiso censurar el libro que su propia fundación había premiado. Eso sí para mí es el pasado”, remarca.

Lejos de aquel pasado polémico, Andahazi llega a la ciudad por un tema muy actual: Los amantes del Danubio. Su novela más nueva es, además, la historia “más propia e íntima” que alguna vez contó.

“Estoy acostumbrado a situar mis historias en un pasado más o menos remoto y trabajar en la investigación histórica. Pero es mucho más difícil indagar en el propio pasado y reconstruir una historia familiar. Este libro ha tenido para mí un costo emocional enorme”, confiesa.

La escritura de este libro “se inicia cuando yo era muy chico, a los cinco o seis años. Mis padres se separaron poco tiempo después de mi nacimiento. No conocía a mi padre. Yo estaría en primero o segundo grado cuando descubrí en la biblioteca de mi casa un pequeño libro de poesía llamado Edades y temporadas, cuyo autor era un tal Béla Andahazi. Deduje que era de mi padre. En la solapa había una pequeña foto del autor en blanco y negro, muy borrosa”, recuerda.

Si la vida de Andahazi fuera una película, habría un salto a otra escena, varios años después. “Siendo yo un adolescente de 18 años, caminaba por avenida Corrientes y en la esquina del legendario bar La Paz, veo un tipo parado fumando una pipa. Me dije "Yo a ese hombre lo conozco". Hurgué en la memoria y pensé: "Es el tipo de la foto del librito de poesía; es mi padre". Me acerqué tímidamente y le pregunté ¿"Usted es Béla"? "Sí", me contestó. Entonces le dije: "Yo soy Federico". El tipo me miró de arriba abajo y me preguntó: "¿Qué Federico?". Es muy difícil explicarle a alguien quien es uno y mucho más difícil cuando se trata de tu padre. Entonces nos fundimos en un abrazo y a partir de entonces iniciamos una relación que no definiría como paterno-filial pero sí de una profunda amistad”, cuenta.

“Cuando llegué a mi casa, conmovido, confundido, fui a buscar ese pequeño libro de mi padre para reconstruir los fragmentos de esa historia y entonces, como si no hubiese sido suficiente sorpresa, cuando abro la solapa para volver a ver la foto, se desliza desde adentro un recorte de un viejo diario en el que destacan que mi abuelo, el padre de mi padre, había sido distinguido junto a Emilie Schindler por la Amia por haber salvado judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de entonces me propuse construir una relación con mi viejo y reconstruir toda la historia familiar a partir de este hecho: ¿Quiénes habían sido las personas que salvó mi abuelo? Y después de mucho investigar pude averiguar un hecho increíble que ameritaba una novela: durante la ocupación nazi, mi abuelo había escondido en el sótano de su casa en Budapest a un matrimonio compuesto por su primera esposa y su marido de entonces: el hombre con quien ella lo había engañado”.

Esa es la historia que se cuenta en Los amantes del Danubio, un libro que para Andahazi puede resumirse en una palabra: “Dignidad”. Abunda: “La dignidad del matrimonio que se oculta abajo, en el sótano y la dignidad del matrimonio que está arriba, en la casa. Hay una escena que para mí condensa bien el espíritu de la novela. Durante el sitio de Budapest, cuando ya nadie tenía qué comer, mi abuelo escucha una discusión en la cocina; el personal doméstico se estaba disputando una rata para comer. Mi abuelo se indigna. Los llama al orden y les explica que comer rata no tiene nada de malo, no es mejor ni peor que el conejo, la rana o cualquier otro animal. De hecho, él ya había tenido que comer rata en la Primera Guerra. "Comer rata no significa convertirse en ratas", les dice. Entonces los invita a que se sienten en la mesa y él les prepara un manjar de rata cocinada con las especias que quedaban. En la bodega quedaba vino. Les explica con qué vino se acompaña la rata. Pone la mesa con los mejores cubiertos y entonces comen el plato más delicioso que hayan probado”. Y resume: “Es el sabor de la dignidad”.

Si bien hay componentes de novela histórica y de thriller, el autor se siente más cómodo calificando la obra como “una novela de amor”. Puntualiza que el libro “no sólo habla del amor que se profesan cada uno de los personajes, los de arriba y los de abajo, sino del amor más difícil: el amor a la especie cuando la especie se vuelve despreciable, irreconocible. Cuando el prójimo se convierte en enemigo: la guerra, el Holocausto, la persecución, el odio irracional”. Analizó que se trata de “una novela romántica, en el sentido del romanticismo literario. Bora, Marga, Hanna y Andris, los protagonistas, son héroes clásicos”.

El libro "Los amantes bajo el Danubio", de Federico Andahazi, editado por Planeta, se presenta este jueves 2 de julio, a las 19, en librería Técnica (Córdoba 981). Entrada libre y gratuita.