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Cuatro balazos a quemarropa astillaron la madrugada del viernes en pleno centro de Casilda, y acabaron con la vida de un hombre conocido en esas calles. Luego del crimen, el conserje del club Huracán se entregó a la policía y se hizo cargo. En esta ciudad, a 60 kilómetros al oeste de Rosario, los comentarios apuntan al hartazgo del hombre contra quien acabó muerto. Hartazgo fundado en la conducta pendenciera de la víctima. Ahora, murmuran los casildenses, puede venir lo peor.

Ocurrió a las 4 de la madrugada. Antes había ocurrido una discusión en el bar de la sede del viejo Huracán, con el concesionario del mismo y uno de los habitués, Leandro Brizzola, de 40 años. No era la primera vez que sucedía esa misma escena, en el club y fuera de él. "El Leo lo tenía cansado", comentó alguien que conocía a ambos.

Brizzola se marchó junto con dos hombres y al llegar a la estación de servicios situada en la esquina del bulevar Ovidio Lagos y Tucumán, apareció alguien desde un Renault Scenic con vidrios polarizados y abrió fuego por sorpresa. Dos balazos en el pecho y dos en los brazos bastaron para voltearlo. Brizzola murió poco después en el hospital San Carlos. 

"Mi señora escuchó ruido, pero pensó que eran las motos de escape liberado", dijo uno de los vecinos en Radio Casilda. Otra señora agregó que oyó los disparos y cuando se asomó a su ventana observó movimientos extraños en la zona donde vive.

Hasta media mañana la policía investigó el lugar de los hechos. Los efectivos fotografiaron la escena del crimen y registraron los elementos probatorios, para luego dirigirse a la casa y detener a quien efectuó los disparos, quien se entregó sin ofrecer resistencia.