El peso específico de los clásicos en la ciudad es indiscutible. Son títulos que se ponen en juego en ese solo partido y que se deben revalidar en el siguiente encuentro. Y te marcan siempre. Si ganás, sos el dueño de la ciudad hasta el próximo cruce. En cambio, perderlo es un golpe duro. Ni hablar si suceden cuatro derrotas al hilo. Eso se convierte en una pesadilla. Newell’s está padeciendo por estas horas el efecto derrota postclásico, un duelo que lleva algunas semanas asimilar. Y en el medio, muchos se preguntan que pasó en este tiempo y por qué la lepra volvió a perder este partido.

Para ello, bien vale retrotraerse al 2012. Newell’s pasaba por una aguda crisis futbolística con el equipo peleando por salvarse del descenso. Gerardo Martino, quien por entonces negociaba su llegada a la selección de Colombia, decidió desestimar esa propuesta y asumir como técnico rojinegro. Su regreso al Parque Independencia fue el puntapié para una revolución futbolística y abrió las puertas para que Gabriel Heinze, Maxi Rodríguez e Ignacio Scocco también pegaran la vuelta. Se alinearon los planetas, en síntesis. El equipo pegó un salto cualitativo en su forma de jugar, adoptó una filosofía y dejó una huella clara en la historia del club. Peleó los dos torneos del 2012 y, casi como consecuencia lógica, se quedó con el Torneo Final 2013. Estuvo cerca de llegar a la final de la Copa Libertadores y luego cayó en la Superfinal con Vélez en Mendoza. Pero, claramente, Newell’s había asumido una identidad protagónica.

Eso generó tranquilidad. Quizás demasiada. Todo parecía encaminado. De eso a la comodidad o relajación hay apenas un paso. Y la sensación es que todo Newell’s lo dio. Encima, esa revolución futbolística fue tan grande que muchos entendieron, sobre todo los jugadores, que esa era la única forma de jugar e intentar ganar. Una concepción fundamentalista del juego. Que también hizo creer que la Lepra iba a poder con todo. Una mirada un tanto distorsionada de un fútbol argentino donde reina la paridad.

La vara quedó muy alta, como suelen decir en el Parque Independencia. Y el equipo jamás volvió a ser el mismo. Hubo malas decisiones dirigenciales y una suerte de anarquía en lo futbolístico, en la que cada técnico que llegó trajo jugadores que no estaban a la altura y que “taparon” a los chicos de inferiores que tanto tiempo llevó formar. Los entrenadores que estuvieron tampoco supieron encontrarle la vuelta a la situación. Ni Alfredo Berti y Gustavo Raggio, quienes pregonaban un estilo parecido al anterior. Y tampoco Américo Gallego, con una idea contraria. Entonces, todo el peso y la culpabilidad de este momento recayeron sobre los futbolistas.

Las sucesivas frustraciones deportivas en estos dos años alimentaron la sensación de que todo Newell’s se había relajado después del título en 2013. Cuatro clásicos perdidos en forma consecutiva (una marca histórica desde el profesionalismo), un bicampeonato que Newell’s estuvo cerca de conseguir en el primer torneo de Alfredo Berti, la temprana eliminación de la Copa Libertadores como local a principios de 2014, dos eliminaciones de Copa Argentina ante equipos de categorías inferiores como Talleres y Chacarita, la chance trunca de ingresar ala Copa Sudamericana. Suena a muy poco cuando pensás que vas ganarlo todo. O que tenés todo ganado de antemano.

Y por eso la bronca que manifiesta el hincha en este momento. Lógicamente, no todo es válido a la hora de protestar. Y se cruzaron algunos límites como pintar el frente del estudio del presidente Jorge Ricobelli o enviarle mensajes a Guillermo Lorente, quien se recupera de un grave problema de salud. Newell’s tiene ámbitos en los cuales los socios pueden participar y manifestarse desde la asunción de esta dirigencia y la recuperación de la vida democrática. Y también debe primar el sentido común.