Durante el bipolarismo entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, ese último país le otorgó a Brasil un rol de aliado preferencial en Sudamérica, como forma de mantenerlo dentro de su órbita política y económica, y realzando su protagonismo entre los países de la región. Eso le permitió a Brasil crecer en muchos aspectos. Tras los atentados de 2001 en los Estados Unidos y el advenimiento de los gobiernos progresistas de Luiz Inacio Lula Da Silva primero y Dilma Rousseff, después, Brasil cobró autonomía y dejó de ser aliado preferencial estadounidense para convertirse en país líder de la región.

Actualmente, Donald Trump, con plena conciencia de que otros actores globales le disputan poder a los Estados Unidos en distintos frentes, -Rusia en lo político y militar, China y la Unión Europea en lo económico y comercial-, intenta atraer a otros actores a su área de influencia. En este sentido, Brasil es un país con relevancia estratégica porque es una de las principales economías emergentes del mundo, integrante de los BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- y un determinante referente latinoamericano.

Para seducir al presidente brasileño, Trump avanzó en dos estrategias: armas y dinero o, dicho de otro modo, la alianza militar con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y un acuerdo comercial bilateral entre los dos países. Sin embargo, ambas medidas podrían ser perjudiciales para Brasil.

Armas

El 31 de julio, Donal Trump emitió un memorando que expresa Por la presente designo a la República Federativa de Brasil como aliado importante no-OTAN de EEUU a los efectos de la Ley y la Ley de Control de Exportación de Armas. De ese modo Brasil se convirtió oficialmente en un aliado militar estratégico para los Estados Unidos.

Trump expresó que la designación es un reconocimiento al compromiso del gobierno de Jair Bolsonaro en profundizar la cooperación bilateral en materia de defensa, algo que responde al interés nacional de los Estados Unidos.

El nuevo estatus concede a Brasil oportunidades más amplias para comprar equipos y tecnologías militares a los Estados Unidos, así como participar en las licitaciones organizadas por el Pentágono. La medida también allana el camino para la celebración de ejercicios militares conjuntos. De ese modo, Bolsonaro logra mantener cohesionado en torno a su figura a los grupos de poder militares, fuerzas de seguridad y también a los paramilitares.

Hasta la fecha, más de una quincena de países recibieron la designación de aliado importante no-OTAN de Estados Unidos. Se trata de Australia, Egipto, Israel, Japón, Corea del Sur, Jordania, Nueva Zelanda, Argentina, Bahréin, Filipinas, Taiwán (de facto), Tailandia, Kuwait, Marruecos, Pakistán, Afganistán, Túnez y ahora también Brasil. La Argentina era hasta ahora el único país latinoamericano con este status, fruto de la política diplomática de relaciones carnales de los gobiernos de Carlos Menem y George Bush. El caso de Colombia es diferente, por tratarse del único país latinoamericano aceptado directamente como socio de la OTAN.

Trump reconoció públicamente que Bolsonaro tiene una política de realineamiento con Washington, que facilita que los Estados Unidos recuperen influencia en la región. Mediante el otorgamiento de facilidades en materia de armamento, Trump logra sustraer a Brasil de eventuales negocios en la materia con Rusia y China principalmente, aunque también le permite anticiparse a que el acuerdo Mercosur-UE pudiera avanzar en negocios de índole militar.

Para Brasil en particular y para Sudamérica en general, las alianzas con la OTAN suponen el peligro de quedar involucrados en conflictos ajenos, que poco tienen que ver con la realidad regional. Recuérdese que, pese a todos sus problemas, Sudamérica es una de las regiones más pacíficas del planeta. Por otra parte, el acuerdo es también un síntoma de las dificultades que encuentran los países de la región para llegar a configurar esquemas o pautas de seguridad conjunta.

Dinero

Jair Bolsonaro necesita con premura demostrar que es capaz de satisfacer las expectativas puestas en su gobierno en materia de crecimiento económico.

Especialmente tras siete meses de gobierno erráticos que solamente lograron reducir la popularidad del presidente a menos de la mitad de la que que tenía cuando asumió el cargo. Simultáneamente Bolsonaro confía en su afinidad personal con Trump, al tiempo que se encuentra descontento con los cuestionamientos europeos respecto de su falta de interés en el medio ambiente. Esos son algunos de los motivos por los cuales se inclina por avanzar hacia una tratado de libre comercio con los Estados Unidos en vez de priorizar la materialización del acuerdo ya alcanzado entre el Mercosur y la UE.

El mismo 31 de julio, mientras se anunciaba el acuerdo de aliado preferencial extra- OTAN, los gobiernos de las dos mayores economías del continente anunciaban el comienzo oficial de las negociaciones para alcanzar un pacto comercial.

Pero respecto de un acuerdo comercial bilateral existe un escollo: el Mercosur. Los estadounidenses están preocupados por dos cuestiones. La primera es que en el acuerdo Mercosur-UE no aparezca ninguna cláusula o medida que resulte contradictoria con un eventual acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos. La segunda, está relacionada con el marco legal del Mercosur, dado que cualquier acuerdo de libre comercio de uno de sus miembros con otro país debe ser autorizado por los demas socios. Lograr eso llevará tiempo, pero mientras tanto el gobierno de Brasil pretende avanzar en otros aspectos de la relación bilateral con los Estados Unidos tales como inversiones, servicios, compras gubernamentales, seguridad y defensa.

El contrapunto que el gobierno de Brasil mantiene con la UE y más concretamente con el gobierno de Francia, gira en torno al tema ambiental. El gobierno francés siempre manifestó las resistencias de su sector agrícola y criticó la falta en Brasil de una política firme de preservación del medio ambiente y de protección de la Amazonia. En tal sentido, la administración de Emmanuel Macron informó que hará una evaluación completa e independiente del acuerdo Mercosur-UE.

A diferencia del gobierno francés, la administración de Trump no tiene la cuestión ambiental como una de sus prioridades. Por el contrario y, al igual que Bolsonaro, el mandatario estadounidense es un escéptico del rol que las actividades económicas juegan en el cambio climático y en el calentamiento global.

Posibles consecuencias

Actualmente, la UE es el segundo socio comercial de Brasil, solo detrás de China. Los Estados Unidos ocupan el tercer puesto y Argentina el cuarto. Queda claro entonces el interés de Trump en ganar protagonismo en un mercado de 210 millones de personas. Por su parte, Bolsonaro está ávido por mostrar logros económicos concretos lo más rápidamente posible.

Sin embargo, las consecuencias de un eventual acuerdo comercial bilateral entre los dos países podría tener consecuencias negativas para Brasil y para la región. Los Estados Unidos cuentan con una industria manufacturera muy desarrollada y competitiva frente a la cual la brasileña esta en clara desventaja. Al mismo tiempo, Brasil elabora muchos de los mismos productos agropecuarios que los estadounidenses protegen con amplios subsidios, tales como azúcar, etanol, maíz, jugo de naranja y carnes, entre otros.

Bolsonaro apunta a aprovechar la actual coyuntura, signada por el alineamiento que él mismo mantiene con Trump y con Mauricio Macri en Argentina, para llevar adelante una negociación de aranceles con los Estados Unidos. Recuérdese que desde la cumbre de mandatarios del Mercosur en la ciudad de Santa Fe y, hasta fin de año, Brasil ocupa la presidencia rotativa del bloque e intentará aprovechar su titularidad para marcar la agenda.

Por si el alineamiento de Bolsonaro con Trump no quedó suficientemente claro, el presidente brasileño apunta a que uno de sus tres hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro, titular de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara baja, sea el nuevo embajador de Brasil en los Estados Unidos.

En este contexto, Argentina tiene importantes mercados en Brasil que podría perder frente a una eventual competencia con los Estados Unidos, como por ejemplo, el del trigo. Los alineamientos políticos y económicos no siempre son promisorios. Especialmente cuando el desequilibrio entre las partes muestra de un lado la estrategia y del otro la necesidad.