Si bien es un recurso que existió desde siempre, desprenderse de "las joyas de la abuela" resurge con fuerza en épocas de crisis económica, tanto para hacer frente a deudas que se acumulan como para evitarlas en un futuro inmediato. Pese al valor sentimental que suelen cargar este tipo de objetos - que en muchos casos, constituyen una herencia familiar que trasciende generaciones- son cada vez más los rosarinos de clase media que, urgidos por la necesidad, optan por venderlos para pagar pagar el alquiler y/o tratamientos médicos costosos, entre distintos motivos. En tanto, la situación de inseguridad también aparece como un motivo para llevar adelante la transacción. En este contexto, joyeros de la ciudad coinciden en que aumentó notablemente la práctica en los últimos meses.

En tan solo 10 minutos ingresaron a la joyería El Orfebre dos parejas y una mujer interesados en tasar algún objeto de oro, en tanto que nadie se acercó con la intención de comprar. "A nosotros nos interesa vender. Compramos oro porque necesitamos la materia prima para fabricar los productos que vamos a vender pero tiene que haber un equilibrio. En épocas normales se vende más de lo que se compra", explicó a RosarioPlus Alejandro, tasador del local ubicado en Maipú al 1000, en una de las tres pausas que debió realizar durante la entrevista para atender a potenciales clientes. "Ahora vienen a vender oro personas que antes no lo hacían o se desprenden de sus joyas por situaciones por las que antes no lo hubieran hecho", sostuvo y subrayó como particularidad un incremento de la clase media y media alta interesada en dicha transacción.

Fundada en 1937, Fasano es la joyería más antigua de la ciudad y entrar allí es como viajar en el tiempo, sin escalas. La histórica fábrica de alianzas ubicada en Maipú al 900 se sostiene en tres generaciones de joyeros. Tal es así que los nietos del fundador son quienes atienden el local. Sebastián, uno de ellos, dialogó con este portal y coincidió en que en estos tiempos pos pandémicos son muchos más los interesados en vender oro que en comprar, situación que hace más difícil llevar adelante un negocio como este. Asimismo, sostuvo que son personas "muy humildes" y "ancianos" los que se acercan a la joyería para vender, en su mayoría, sus alianzas. "También traen cosas de plata que no valen nada como monedas viejas, cadenas, pulseras, aros y hasta abridores", detalló el joven joyero. En la misma línea, Alejandro sostuvo: "La gente encuentra un tornillo dorado y viene a preguntar por las dudas. Se aferra a la esperanza de que sea oro".

A la hora del intercambio, el tasador de El Orfebre asume que su trabajo es ser receptor de la angustia de aquellos que van a desprenderse de un objeto entrañable y tienen la imperiosa necesidad de contar la historia familiar que subyace, además de exponer los motivos que los llevan a desprenderse de él.

Hay un top 3: pagar el alquiler, tratamientos médicos costosos que no cubren las prepagas y/obras sociales y arreglar el auto. Sorprendido, este joyero contó el caso de una persona que vendió oro para hacer frente a las cuotas del colegio privado de sus hijos. "Hay dos fotos: la pareja que viene a comprar alianzas, se besa en la puerta y se va feliz, y el que viene y se larga a llorar porque no le queda otra que vender algo que tiene valor sentimental para pagar deudas", comparó Alejandro.

Del otro lado del mostrador se superponen un montón de historias. Una de ellas es la de Elsa que, aunque jubilada trabaja como empleada doméstica, y su hija Laura, vendedora de productos por catálogo y ama de casa. "Fui a vender las alianzas y un cintillo de mi hija porque andar con eso por la calle es un peligro, y tenerlo en casa también", contó la mujer que se acercó a la zona de calle Maipú con un solo lugar en mente: el negocio donde compró sus propias alianzas cuando se casó. "Yo no entiendo nada de oro así que fui a ese lugar porque me da confianza", agregó Elsa. Por las alianzas y el cintillo le ofrecieron 35 mil pesos que ella los tomó sin la necesidad de consultar en otro lugar. Fueron destinados a comprar ropa para sus nietos de 5 y 13 años "porque crecen y lo necesitan".

La necesidad de finalizar remodelaciones en casa es otro de los motivos que actualmente empuja la venta. Es el caso de Juan Martín que, junto con su pareja decidieron desprenderse de un anillo de bodas para terminar de construir el baño de su casa. En diálogo con RosarioPlus, este hombre –actor de oficio– contó su experiencia y subrayó la disparidad de ofertas que encontró en relación a un mismo objeto en joyerías con tan solo algunos metros de distancia: "Llegue a la zona de Maipú sin ninguna referencia puntual. En un primer local me ofrecieron 12 mil pesos, a 40 metros unos 15 mil pesos y a una cuadra 7.500 pesos", contó. 

La lista de situaciones y anécdotas sigue al infinito y bulle en esas cuadras del microcentro rosarino donde se apiñan las casas del ramo, y donde abreva una clientela que en su trajinar denota el deterioro sin pausa que experimenta hoy el poder adquisitivo, un karma que ya no es privativo solo de los pobres y que avanza hacia arriba en la escala social.