Como cada 1° de junio, el mundo celebra el Día Internacional de las Infancias, según lo establece la Asamblea General de Naciones Unidas desde 1956. Una jornada mundial que invita a la reflexión sobre la situación actual de los derechos del niño y de la niña, en una era atravesada por el cambio radical que ha impuesto la pandemia de coronavirus.

No se trata aquí del Día del Niño que el calendario comercial impone en agosto, para el caso de Argentina. Esta fecha, de alcance internacional, invita a detenerse y pensar en la niñez, la edad acaso de mayor vulnerabilidad.

El ejemplo más reciente ha sido, y es, la retracción social a la que obliga la pandemia de covid 19: el segmento de población que más se vio privado de socialización e interacción pública fue, precisamente, la niñez.

Ante la pobreza, la guerra, la crisis económica o política, los primeros platos rotos los pagan niños y niñas en todo el mundo.

Basta repasar entonces los grupos esenciales de derechos que asisten a la niñez: a la salud a la educación, a la protección y crecimiento con sus necesidades básicas y de cuidado cubiertas. Cada país tiene una deuda pendiente en este sentido.

La jornada mundial invita a poner el acento y la prioridad en el bienestar de los niños y niñas, en advertir toda forma de vulneración de derechos. Incluso los de índole familiar, cuando los hijos quedan rehenes de conflictos del mundo adulto. Hijos e hijas reducidos a botín de guerra en disputas entre padres y madres, que los privan del contacto con el otro progenitor y los exponen a situaciones que exceden y duelen en ese niño o niña. 

Este Día Internacional de la Infancia es otra oportunidad de reflexionar sobre estas mezquindades del mundo adulto. Un mundo que ejerce diversas formas de violencia sobre sus personas más vulnerables y que, como paradoja, representan el futuro mismo. 

Ahí se apilan en los juzgados de Familia incontables y dolorosos ejemplos de esas violencias diversas que vulneran derechos de la niñez. Uno reciente y de amplia repercusión, como el de la hija de Marcos Guenchul, cuya ex pareja aguarda en prisión preventiva el juicio penal por encargar el homicidio del joven padre, como corolario de una larga historia de impedimentos de la mujer por alejarlo de la niña. "Conocer a sus padres biológicos y mantener un vínculo con ellos", reza uno de los derechos fundamentales de la Convención por los Derechos del Niño y de la Niña.