Lunes, 7:30 de la mañana, bien al sudoeste de Rosario: la gomería sobre Boulevard Avellaneda al fondo, justo donde topa con Avenida Circunvalación, es el punto de encuentro con Javier Barreto, uno de los dirigentes de las varias organizaciones comunitarias que tiene La Cariñosa. Hace tiempo, el barrio enfrenta un litigio judicial con un empresario que compró las tierras con su gente adentro

Son tres cuadras de ancho, por varias más de largo, en las que viven cientas de familias, a las que les llegó la semana pasada una orden de desalojo por parte de la Justicia provincial. Así fue que, al calor de lo que pasaba en la localidad bonarense de Guernica, hubo sectores que imaginaron que rápidamente podría darse en este humilde rincón rosarino una situación parecida. Pero los vecinos de La Cariñosa ya han resistido el avance de las topadoras en otros años. Y ahora, se organizan para garantizar su derecho a la vivienda.

Son casi las ocho y la recorrida empieza por la callecita Doctor Medina, que es de mejorado con una zanja y atraviesa el barrio de una punta a la otra. Ya están abriendo las despensas, algún perro se revuelca un poco al lado barro y Carmen está barriendo la vereda. “Estoy hace treinta años acá y ya  tengo 65. Acá está puesta toda mi vida, levantamos esto, ladrillo por ladrillo. La de todos los días es levantarme para ir a laburar y ganar una moneda. ¿Y que vengan estos a decirnos que nos vamos a la calle?¿Adónde vamos a ir?¿Quieren que construyamos una nueva casa? Encima con la pandemia, no hay un peso. Estamos desesperados”, narra.

Sin agua, La Cariñosa resiste al Covid y a los intentos de desalojo

Ahí vienen Maxi y el Cuni, dos pibes que cargan un carrito con cartones y una bolsa llena de latas de cerveza vacías, lo que consiguieron cirujeando. “Nos levantamos a las 5 de la mañana y estamos volviendo. Esto es lo que juntamos para vender. Es nuestro trabajo”, dicen. Y enseguida le cuentan a RosarioPlus: “Cuando nos ven por el centro, muchas veces se nos cruzan de vereda. Ya así con la gorra o el cartón, se piensan que somos peligrosos”.

Enseguida viene Mónica, que hace cinco años vive en el barrio. Su casa queda casi sobre Avenida Uriburu, que es en la parte donde más falta el agua. Ahí mismo, la semana pasada murió por coronavirus Elsa Leguizamón, una de las primeras que levantó su casa en La Cariñosa. “Nos piden que nos lavemos las manos y no tenemos cómo hacerlo”, dicen en La Cariñosa.

Así lo cuenta Mónica a Rosarioplus.com: “Tenemos que ir hasta la vía y chupar el agua con una manguera. Y no alcanza para nada. Ahora está viniendo la cuba, pero una sola vez por semana. Nosotros nos reunimos con Fein y con Javkin por este tema, lo conocen. Van a poner tres canillas comunitarias nos dijeron”.

Caminamos unos metros más, con rumbo a “la placita”. Y Javier explica, con el pecho inflado de orgullo por el logro para el barrio, luego de haberse organizado. “Esto que ves acá, era todo un basural, que se le prendía fuego cada tanto. La vecina que vivía ahí al lado, su hijito casi se muere ahogado por el humo que le iba de esos incendios.

Acá con el grupo de La Poderosa y otras organizaciones, se encargaron de ayudar a limpiar y hacer una pequeña plaza”. El piso sigue siendo de tierra, pero hay unos bancos y mesitas, un pequeño trepador infantil de caño y un cartel que dice: “Cuidemos de nuestro barrio”.

Barreto le dice a la cámara de este medio: “Somos más de 500 familias y es una ironía que con la pandemia al mismo tiempo que nos quieren echar, nos dicen ‘Quedate en casa’. Ojalá esto sirva para visibilizar lo que nos pasa, quiénes somos. Los vecinos necesitan escriturar y que el Estado se haga cargo de nuestra situación. A un barrio que tiene más de 30 años, no podés decirle ‘Chicos, se van’ y listo”. 

Sin agua, La Cariñosa resiste al Covid y a los intentos de desalojo

La recorrida por el barrio va terminando, cuando son las 8 y media. La que habla ahora para el móvil Sí 98.9 es Karina Fernández, que integra La Poderosa, organización no partidaria con visibilidad en barrios populares de Buenos Aires, también presente acá. “Elsa Leguizamón no murió de Covid. La tenía a la enfermedad, sí. Pero ella falleció por abandono. Porque eso es lo que sentimos.

Acá no estamos hace una o dos semanas, hay casas de material, se han abierto calles con trabajo comunitario. Funciona todo lo que vos ves, con gente que tiene oficios, cartonea, que tienen sus trabajos, hay un comedor que durante la pandemia le dio raciones cada vez más pibes, hay asistencia escolar, hay instituciones. También está la organización civil MTE. Estamos todos muy unidos y lo que pedimos es una vivienda digna. Es un derecho”.

Un rato más tarde, las familias de La Cariñosa cocinaban un guiso frente a los Tribunales provinciales, mientras se realizaba la audiencia con la parte demandante, con el abogado del empresario que pidió el desalojo. Apoyados por la Concejalía Popular, por el diputado provincial Carlos del Frade y varias organizaciones sociales, los vecinos consiguieron que se firme un acuerdo para pasar a un cuarto intermedio por 180 días.

De la reunión también participaron representantes de municipio, provincia y Nación. En estos seis meses, los distintos niveles del Estado se comprometieron a ayudar a la búsqueda de una solución de fondo, que permita regularizar las viviendas y avanzar con los servicios esenciales para la subsistencia. Ojalá así sea, el presente de estas familias y la memoria de Elsa Leguizamón, lo estarán demandando.