Hace 18 meses, la obra del Fideicomiso Paseo Mendoza, en el centro de Rosario, comenzó a trabajar en una obra y la familia Sánchez descubrió que le destruyó los cimientos de su casa de pasillo. 

Desesperados, tuvieron que mudarse a lo de sus padres, que son población de riesgo por su edad. La causa judicial no avanzó más que en peritajes, y la constructora no brindó un alquiler provisorio a Sebastián, su pareja y sus dos hijos en todo este tiempo.

El terreno en cuestión se encuentra en calle Mendoza entre Mitre y Entre Ríos, donde otrora supo funcionar el Hotel Mendoza. Con la demolición en 2018 comenzó el calvario para la familia: temblores, ruidos y polvillo fueron el preludio. Luego los cimientos se dañaron y aparecieron las grietas.

En diálogo con Rosarioplus.com, Sebastián Sánchez explicó que “Obras Particulares tiene un decreto que indica que al demoler, es necesario hormigonear las paredes lindantes”, pero aseguró que esto no lo hicieron nunca, “y cada lluvia ablandó los cimientos y llevó a la casa a inclinarse”. Cada vez que regresa para buscar algo, la puerta es más difícil de abrir por la inclinación, y la sensación “como si la casa que compramos con esfuerzo y donde nació mi hijo, hoy es Chernobyl”.

Las piezas quedaron intactas, con las mismas sábanas que dejaron para proteger los colchones del polvo y de la humedad que ahora se filtra. Todo en su lugar como congelado en marzo de 2019, y es un misterio saber si funcionan los electrodomésticos que quedaron intactos.

La pared lindante al ex hotel que hoy es una obra en construcción tiene 30 metros de profundidad por el pasillo de entrada hasta el ingreso de la vivienda, y se suman otros 20 metros aproximados una vez dentro. “Esa pared comenzó a agrietarse, se puede ver la obra del otro lado, y eso que es de un grosor más ancho que las construcciones actuales porque es una casa antigua”, destacó.

Ellos, con sólo un par de valijas en mano y una tele, se fueron a compartir habitación todos juntos, y a dormir en dos camas de una plaza unidas, las de Sebastián y de su hermano en su casa de la infancia. “No es fácil para nadie, mis padres acostumbrados a vivir solos y ahora compartiendo la crianza, los chicos sin sus juguetes y nosotros sin nuestra pieza. Todos hacemos esfuerzo para no echarnos culpas y convivir. Y el riesgo que siento de exponer a mis padres en edad de riesgo porque yo debo seguir saliendo a trabajar”.

Aquella primera grieta

Lo primero en aparecer fueron algunas grietas en la pared que linda con la obra, y el vidrio de la puerta de entrada se rompió. “Entonces vino el arquitecto y dijo que la iban a arreglar, pero le dije que pase a ver las grietas, que en ese momento eran pequeñas y le dije ‘esta casa se cae’, a lo cual me respondió ‘no lo creo’. Entonces decidí accionar con una denuncia judicial y en la Municipalidad”.

El primero en llegar fue alguien de la Guardia Urbana, pero no quiso entrar, según relató Sebastián, y llamó a Obras Particulares. “Cuando vino el director y vio las grietas, decretó que la casa tiene peligro de derrumbe, y nos pidió que desalojáramos en lo inmediato”, aseguró.

Ante la necesidad de irse, la familia Sánchez pidió soluciones, “y uno de los socios del Fideicomiso ofreció un departamento de su propiedad, pero luego se desdijo. Lo que suele suceder es que la constructora brinde un alquiler provisorio a los vecinos, pero no nos dieron nada, y la necesidad de estar bien con mi familia llevó a que nos mudáramos de mis padres que viven cerca y hay espacio en su casa”.

Ahora con el diario del lunes, tras 18 meses sin novedades, Sebastián pensó: “Si me quedaba con los chicos viviendo allá quizás hubieran actuado, o si nos íbamos a vivir todos debajo de un puente, capaz teníamos todos los medios del país, pero no quise exponer a la familia”.

Consultado sobre los daños sobre las viviendas de los vecinos, relató: “En el pasillo somos los únicos, pero los que viven adelante en un piso de arriba tienen algunas grietas, y otra señora de al lado tiene roto el piso de su escalera. La vidriería de al lado tiene un desnivel también producto del derrumbe, y no sabemos cómo está el edificio que linda con el otro lado, pero de todos los daños, el nuestro es el peor”.

Para él es lejano ahora saber cuánto dinero le costarán los arreglos del daño estructural de su casa, ya que continúa su deterioro mientras siga la construcción. “Le pedimos a tres constructoras que nos tasen los arreglos, y no quisieron porque es imposible saber qué va a pasar después si se arregla ahora”, aseguró.

El abogado de la familia Sánchez viene reclamando al Fideicomiso un alquiler provisorio, y consultado su defendido aseguró: “No hay arreglo porque ellos sólo quieren alquilarnos algo si los dejamos arreglar la casa y cerrar el reclamo. Nosotros necesitamos un lugar para vivir, y cuando terminen la obra veremos cómo se resuelve el arreglo de la casa”.

Mientras esperan que la causa judicial avance o que los constructores den una solución habitacional, Sebastián sigue pagando impuestos, calculando incontables pérdidas materiales, y bregando por la unidad de su familia.