La fuerte crecida del Paraná desde fines de diciembre del año pasado, sumado a la presencia de numerosos camalotes y el temor a que, con ellos, lleguen alimañas, redujo considerablemente el ritmo de las playas públicas de la Rambla Catalunya. Y, como una de las principales consecuencias, impactó de lleno en la economía de los comerciantes de la zona, quienes reconocen sufrir una notable baja en los niveles de ventas.

RosarioPlus.com recorrió la Rambla y, a primera vista, pudo percibir la sensible merma de rosarinos recorriendo la zona o disfrutando de las playas. De hecho, muy pocos son los metros de costa que están habilitados para bañarse en el río. Algunas de las playas públicas se encuentran clausuradas, atestadas de camalotes que, empujados por la correntada, se aquerenciaron en las márgenes del Paraná.

Para los vendedores ambulantes, la situación es compleja. “No se vende nada”, reconoció David, un vendedor de helados con varias suelas gastadas en el ir y venir por la rambla. Julio, vendedor de chipá, asintió, aunque tiene esperanzas: “Esperemos que en febrero mejore y venga la gente al río”, dijo. Lo peor de la crecida es lo temprano que llegó. Generalmente, recordaron los comerciantes, las crecidas se daban al final de la temporada, nunca en el inicio. Y eso se siente en los bolsillos.

Los carritos que venden panchos y hamburguesas consideran a la crecida como un segundo golpe, tras la forzada mudanza a la vereda de enfrente de la Rambla. El río envalentonado y los camalotes invasores pegaron de lleno en las ventas. “Al mediodía no se vende nada, estamos abriendo a la tardecita porque antes acá no hay nadie”, contaron. La noche supone el alivio, ya que el movimiento de jóvenes que circulan por bares y boliches, robustece los golpeados números de los comerciantes.

En los bares que se erigen junto al Paraná, la escena no es muy diferente. Unos 150 trabajadores forman parte del sector. Mantener todas las fuentes de trabajo fue la premisa, aunque algunos horarios fueron recortados. “Estas cosas son parte de trabajar en el río”, aceptó Mariana, encargada de Natural Mystic, uno de los locales a los que el río acorraló.

Para los comerciantes, el cicateo de algunos medios de comunicación sobre las condiciones de las playas infundió “temor” en la gente, y ayudó poco a mejorar la temporada. “Hubo mucha de que la Rambla no está en condiciones, de que hay alimañas, entonces la gente no se anima a venir”, opinó un vendedor ambulante. En la misma sintonía, Mariana defendió a la Rambla: “Es la única playa pública de la ciudad, está cuidada, tiene guardavidas, se limpia todos los días y tiene todas las condiciones para que la gente venga”, exclamó.