El comedor Piecitos Descalzos de Villa Gobernador Gálvez entrega todos los días 300 raciones de comida por orden de llegada. En los últimos meses, muchos vecinos hacen colas de dos o tres horas para asegurarse la vianda. La postal refleja las dificultades de todo un barrio para cubrir necesidades básicas que antes estaban satisfechas.  "Esto antes no pasada, la situación se puso muy fulera", explicó María Laura Miranda, encargada del lugar. 

Las dificultades de este comedor se extienden por todo el Gran Rosario. Una demanda que crece mes a mes y partidas que se achican por culpa de la inflación. Pero la situación de Piecitos Descalzos es aún más apremiante porque solo cuenta con la ayuda del municipio de Villa Gobernador Gálvez. Por una cuestión burocrática --el lugar no cuanta todavía con la personería jurídica--, no recibe las partidas de provincia y Nación, como sí lo hacen la mayoría de las instituciones que entregan alimentos.

Hasta hace poco, los costos extras eran solventados por la propia María Laura y por algunas de las madres que colaboran en el comedor. Ahora, esa plata es cada vez más difícil de juntar. María Laura se quedó sin trabajo --manejaba un remise--  y a ninguna de las otras mujeres le sobra algún billete a fin de mes como para ayudar con las compras.  

Ante este escenario, la encargada no descarta cerrar las puertas en un futuro no muy lejano. El rumor de un hipotético cierre generó preocupación en muchos de los vecinos que reciben un copa de leche por la mañana y un plato de comida al mediodía. "La gente me llama para decirme que no cierre, que todos necesitan del comedor. Pero yo muchas veces no sé cómo hacer para seguir adelante. Esa es la realidad", admitió María Laura en diálogo con Rosarioplus.com.

La mujer, oriunda de Chaco, tiene cuatros hijos y ahora está desempleada. El comedor funciona en su casa, en un ambiente que acondicionó para cocinar a gran escala. Los tarifazos son otros de los escollos de la nueva coyuntura. Las boletas no paran de venir con aumentos. 

Piecitos Descalzos comenzó en 2012 con un formato de olla popular. Uno de los hijos de María Laura se había instalado junto a otros vecinos en un un lote vacío próximo al cementerio. Acamparon durante varias semanas para poder construir sobre ese terreno. Las madres, entre ellas María Laura, cocinaron durante toda la protesta.  

Su hijo finalmente construyó una humilde casita de madera. "Por qué no la utilizás como comedor hasta que esté terminada y yo me instale", le dijo. La mujer aceptó y empezó a cocinar para repartir a los vecinos. "Pensar que por aquel entonces entregábamos 60 viandas. Hoy estamos en 300 y con lista de espera", recordó. 

El comedor fue saqueado en 2013 cuando María Laura viajó a Chaco a ver a su familia. La mujer no bajó los brazos y decidió mudar todo a su casa. Nunca pensó que, cinco años más tarde, iba a estar padeciendo una crisis tan galopante. "La realidad nos cachetea muy duro todos los días. Uno siempre intenta ayudar, pero así no se puede", explicó.