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Eduardo Reynoso (50 años) puede caminar con los ojos cerrados por la Refinería de San Lorenzo, hoy con el nombre de Oil Combustible. Conoce cada rincón de memoria. Marcó tarjeta los últimos 29 años de su vida. Entró a trabajar en 1989 cuando la planta estaba en manos de YPF. Con el paso del tiempo esos enormes galpones se transformaron en su segundo hogar. 

Hace doce días que Eduardo se siente huérfano. Los motores se apagaron. La producción se paralizó por completo como nunca antes había ocurrido. Su auto ahora llega hasta la ruta, el lugar elegido para la lucha. Allí se reúne con sus compañeros para visibilizar un problema que, por el momento, no acapara la atención del poder político. Solo un diputado nacional (Luis Contigiani) se acerco a la panfleteada que están realizando para interiorizarse de la situación.

El temor de que la crisis sea funcional al esquema energético que proyectó el gobierno de Mauricio Macri para los próximos años empieza a cobrar fuerza con el correr de los días. "La planta es rentable por donde se la mire, es totalmente viable. Si no se reactiva es porque la quieren dejar caer, así de claro", le dice Eduardo a Rosarioplus.com. "Las nubes negras tienen que pasar. Esta planta no se puede cerrar", agrega con cierto optimismo. 

La Refinería San Lorenzo cumplió en febrero 80 años de vigencia en el mercado argentino. La planta está estratégicamente localizada sobre la hidrovía del río Paraná y en el corazón agrícola de la Argentina. Su estructura permite procesar 8.000 m3 por día de crudo, lo que representa el 8% de la capacidad de refinación de todo el país. En la planta se produce además cementos asfálticos, emulsiones asfálticas y asfaltos modificados con polímeros. Oil concentra el 25% del mercado de asfaltos a nivel nacional.

El problema es que se acabó la materia prima. Los barcos con crudo no descargan por el pantano financiero que atraviesa la firma. Cristobal López, el anterior titular, dejó una deuda de 17.000 millones de pesos con la Afip. Y los nuevos dueños --los inversores Santiago Dellatorre e Ignacio Rosner-- explican que tienen "las manos atadas" en esta crisis heredada. 

Lo único cierto es que hoy hay 400 familias que dependen de esos motores. La cifra se agranda al contar los trabajos indirectos (cerca de mil) y los otros rubros afectados, empresas de la región que se abastecen de esas tuberías, 300 estaciones de servicios que hasta hace poco cargaban sus tanques con la nafta de la refinería y los camioneros que transportan la mercadería. 

"Yo tengo hijos grandes, mi situación es más aliviada. Pero los compañeros que tienen hijos chicos y que sostienen un hogar, ¿qué hacen si esto no arranca otra vez"?, pregunta preocupado Eduardo, encargado de operar una de las usinas de la planta. Ahí dentro vio pasar gran parte de la historia económica de las últimas década. La refinería pasó de YPF a Pérez Companc S.A., luego a Petrobras y por último a Oil Combustible. 

"Hubo momentos fuleros, más que nada en las transiciones. Recuerdo una parálisis de dos días y no más. Algo tan tétrico como lo de ahora no lo pasé en mi vida", cuenta Eduardo, que extraña mucho el ruido, algo que jamás imaginó: "El otro día entré a la planta y salí angustiado. No escuchar los ruidos de los motores es desolador. El silencio te golpea muy fuerte".